3 - Puerto de Valencia

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Alrededor de las siete y media, cuando la mayoría de la gente que estaba en la piscina se ha ido a sus camarotes para arreglarse para la cena, yo decido ir en busca del gimnasio del crucero. Lo malo de hacer algún deporte es que tengo que practicar algo en verano. Lo malo de hacer atletismo es que tengo que correr, y en un barco sólo me queda o correr por la cubierta del solárium o buscar un gimnasio y usar su cinta de correr. Como la primera opción no parece la más acertada, me decanto por lo que estoy haciendo: programar la máquina para ponerla a unos ocho o nueve kilómetros por hora y correr. 

El gimnasio está completamente vacío y temo por un momento que esté cerrado, pero recuerdo haber leído en la entrada que estaba abierto hasta las 9 de la noche, así que no hay problema por eso. ¿Dónde se mete la gente deportista y saludable?

–Se supone que los pasajeros deben estar en sus camarotes listos para el simulacro ese de emergencia. 

Una voz de chico me saca de mis pensamientos en medio de mi entrenamiento. Miro hacia la puerta del gimnasio y lo veo. Es Moreno Sexy hablando un perfecto español. Lo que más me sorprende es su acento. ¿No era de fuera?

–¿Perdón? –es lo único que le digo mientras lo observo a través del espejo frente a mí cómo sube a la cinta de mi izquierda. De todas las cintas de correr del gimnasio tiene que usar la que hay a mi lado. Estoy replanteándome esto de que pueda ser un violador. 

–El simulacro. ¿Cómo sabrás cómo actuar si nos chocamos con un iceberg y el barco comienza a hundirse?

–Eso no pasará. –Le espeto con demasiados aires de superioridad–. Estamos en el Mediterráneo, aquí no hay icebergs.

Moreno Sexy sonríe mirando el programador de velocidad de la máquina a la vez que sube los kilómetros por hora. 

Nos dedicamos a correr en silencio, aunque nuestras miradas se turnan. Primero yo lo observo a través del espejo y él sonríe sin mirarme. Luego él me observa y yo levanto la barbilla para hacerle saber que no estoy disponible para él. Es algo como un "Mírame pero ni se te ocurra tocarme", lo que provoca que Moreno Sexy sonría aún más que cuando yo lo miro. Lo peor de sus sonrisas es que muestran unos brillantes y blanquísimos dientes adornadas por unos hoyuelos a cada lado de la misma. Supongo que le divierte el hecho de que me haga la inaccesible.

De pronto una sirena resuena en todo el barco y Moreno Sexy me mira haciéndome saber que ésa es la señal del simulacro que me estoy perdiendo. Y que, por cierto, él también. 

–¿Y tú? –pregunto. 

–¿Yo qué?

–También te estás perdiendo el simulacro. Se supone que los pasajeros deben asistir al simulacro ese. –le digo entre jadeos. He estado tan pendiente de Moreno Sexy que he perdido la cuenta del tiempo que llevo corriendo. Creo, incluso, que ya he cumplido con mi entrenamiento de hoy, pero no me apetece irme aún. 

–Yo no soy un pasajero normal. 

–¿Eres un pasajero anormal? –le pregunto, muy seria, lo que provoca una leve risita en su rostro. Una risita que es tan sexy casi como él. 

–No. Digamos... Digamos que soy un pasajero especial. Un pasajero VIP. 

–¿Y por ser un pasajero VIP te pierdes el simulacro?

Moreno Sexy asiente como puede mientras se limpia el sudor del rostro con una toalla. Yo observo cómo le caen las gotas rodando por el cuello hasta aterrizar en el cuello de su camiseta de color gris. 

Sacudo la cabeza para desechar cualquier pensamiento impropio. 

Mis pensamientos entonces se dirigen a que ni siquiera sé su nombre por no hablar de que aún sigo pensando que no es español. 

–Hablas muy bien mi idioma. ¿De dónde eres?

–Del mismo país que tú. Creo. –Se apresura a responder siempre con una sonrisa en el rostro–. Porque eres de España, ¿no?

–¿En serio? Pensé que eras de algún país latinoamericano. O sino, como muy cerca Grecia. Quizá Italia. 

–No estás desencaminada. 

Otra vez con esa sonrisa. Estoy empezando a sentirme hipnotizada por ella, por sus labios torcidos adornados con hoyuelos marcados cada vez que sonríe, por sus dientes tan perfectos y tan blancos...

Su sonrisa me desvía de lo que me interesa. ¿Qué acababa de decirme?

Lo miro esperando una explicación más con la intención de que me repita lo que no he oído que para que prosiga. 

–Mi familia es italiana. Así que no, no te has equivocado. 

–No te estarás quedando conmigo, ¿no?

–Para nada. –afirma, muy serio. Creo que desde que lo vi por primera vez, es la única vez que lo he visto serio. 

–¿Y cómo te llamas? ¿Giancarlo? ¿Francesco? ¿Patricio? Para ser de familia italiana tendrás que tener un nombre italiano.

Genial, Ángela. Increíble estrategia para saber su nombre. En la vida lo hubieras hecho mejor. ¿Dónde está tu Oscar? Ya deberían habértelo dado. Ni tu tía es tan buena actriz como tú.

–Ivan, sin tilde. –Responde con ojos sinceros–. En Italia es sin tilde, no como en español.

–Te estás quedando conmigo. 

–¡Te juro que no! Para una vez en mi vida que no miento no me creen. –piensa en voz alta. 

–Es que no tienes acento de italiano ni... Ni nombre. –intento explicarlo más que nada porque me ha dado pena con su comentario de antes.

–Mi apellido es Colaianni. Significa hijo de Nicola. 

–¿De verdad?

–Que sí. –Me asegura alargando la última de las palabras–. Viene de la Edad Media, creo. –Se encoje de hombros bajo mi atenta mirada–. ¿Y tú?

–Yo, ¿qué?

–Tu nombre. 

–Ángela, con tilde. –lo imito elevando mi barbilla. 

–Ja. Qué graciosilla. –Comenta con una sonrisa en la cara–. Te llamas igual que mi madre. 

–¿Se llama Angela tu madre?

–En realidad no.

Lo miro con cara de pocos amigos. Después se quejará de que no lo creo. Aún estoy en duda con su nombre. Tengo que buscar en Google si Ivan sin tilde es un nombre italiano en cuanto tenga wifi. Cuando vayamos a Mallorca, quizá. 

–Era una broma. Mi madre se llama Giulia. 

Antes de que diga nada levanta ambos brazos ante mi mirada a través del espejo de enfrente. 

–Espero que no se te ocurra decirme que te gusta el nombre sólo porque es italiano, porque a mí no me gustan nada los nombres italianos. Tampoco el de mi padre. 

–¿Cómo se llama tu padre?

–Fabio. El Gran Fabio Colaianni. 

Arrugo el entrecejo. 

–No es por nada pero yo no digo que mi padre es el Gran Daniel Molina sólo porque sí. 

Ivan suelta una carcajada. 

–No es por eso, es que a mi padre lo temen. Es uno de esos jefes a quienes temen y nunca han visto, ya sabes. 

Asiento con la cabeza. Moreno Sexy alias Ivan no ha parado de hablar y sonreír desde que ha empezado. Si lo llego a saber no pregunto nada. Me gustan sus sonrisas pero calladito era más sexy. 

–Oye, Ángela, me voy que ya ha acabado el simulacro. No te digo que espero verte porque estoy seguro de que lo haré. 

Me dedica otra sonrisa suya de maravillosos hoyuelos. 

–Encantado. 

–Encantada. –es lo único que soy capaz de decir.

¿Encantada? ¿Dónde está la actriz de Hollywood ganadora de un Oscar y capaz de todo? Ay, Dios.

El amor no existe hasta que llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora