42 - Mar Adriático

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—¡No! —grito, y de repente el lugar parece medio vacío. La mitad de los chicos han salido, la otra mitad se arrincona en la pared contraria.

—¿Crees que no sé que querías llevártela a la cama? —Un golpe— ¿Crees que no vuelan los rumores, Bianchi? —Otro golpe.

Pobre Bruno. Corro hacia la entrada de la barra e intento separarlos, pero Ivan me aparta con cuidado de su lado. Observo a Bruno y veo cómo un reguero de sangre aparece desde el interior de su nariz.

—¡Ivan! ¡Para!

Otro golpe.

—¿Crees que no sé que estabas buscando la oportunidad perfecta para ganártela? —Otro golpe—. En serio Bianchi, ¿de verdad esperas que no sepa que la estuviste siguiendo por Malta?

Otro golpe más.

—¡Ivaaaan....! —sollozo, y es entonces cuando me doy cuenta de que estoy llorando.

Creo que Ivan también se da cuenta, porque cuando me oye deja de golpear al barman y me mira.

—Mi niña... —Se levanta y camina hacia mí, pero yo niego con la cabeza y escondo la cara entre mis manos. Tengo que tener el maquillaje hecho un asco. Ivan me rodea las muñecas con sus manos, también ensangrentadas. No intenta apartarme las manos de la cara, pero tampoco deja de rodeármelas.

—Mi Bonnie... ¿me escuchas? Sé que la he cagado pero tienes que saber que Bruno apostó con otro empleado que sería capaz de llevarte a la cama mucho antes que yo y sin tener otras intenciones.

Un escalofrío me recorre de pies a cabeza.

Sacudo la cabeza.

—No... No te creo. ¡Eres un embustero!

En mi cabeza aparece la palabra embusterianni, pero antes de decirla he pensado que era demasiado patética para usarla ahora, en medio de esta situación.

—Me has engañado, Ivan...

—¡En todo no! Joder... —Chasquea la lengua.

—No me quieres... —empiezo a murmurar.

—Definitivamente este imbécil de Bruno se ha pasado con el alcohol. ¿Cómo no voy a quererte?

Lasciala da sola, Colaianni. —Bruno habla con voz ronca desde detrás de Ivan.

—Déjala en paz tú, Bianchi. Ya has hecho bastante por hoy. Y cállate si no quieres que te parta algo más.

A pesar de que la música sigue sonando, puedo oír unos tacones repiqueteando en el pasillo y un par de voces hablar muy alto.

What was he like? —habla en inglés pero la voz me suena mucho.

He was dressed like a Roman, I think. He was punching the other guy...

—Mierda, es Zoë. Ángela sígueme, por favor, déjame que hable contigo.

Vuelvo a sacudir la cabeza e Ivan chasquea la lengua. Como ve que no voy a moverme y que, aunque pudiese hacerlo, no estoy en condiciones de salir corriendo, opta por cogerme en brazos y salir corriendo conmigo por la terraza de la discoteca juvenil a pesar de las patadas que le atizo. Oigo a Zoë gritar algo en italiano al vernos huir, pero rezo por que se quede a curar a Bruno.

Ivan corre sin parar escaleras abajo hasta llegar a su camarote. No me baja hasta que llega a la cama y me sienta en ella. Él se queda de pie y me mira con detenimiento. En sus ojos veo ese pensamiento de "por favor, no huyas". No enciende la luz, pero la claridad de la luz de la Luna es suficiente para que nos veamos las caras.

El amor no existe hasta que llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora