Prólogo

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                    Dos años después
(Verano)

Sofía.

La música llega a mis oídos mientras mis pies pisan el asfalto con fuerza; el sol del medio día me da de pleno en la cara haciendo que tenga que entrecerrar los ojos; mi cuerpo se humedece cada vez más por el sudor debido a la calor.

Mi pecho sube y baja rápidamente, pero no dejo de correr hasta que mi móvil empieza a sonar.

Me paro en una fuente cercana a mí y descuelgo la llamada, haciendo que la voz de mi mánager resuene en mis oídos provocando que me saque los cascos de estos.

—¡Sofia!— grita entusiasmado— ¿Adivina qué?
—¿Podrías hablar un poco más bajo, Diego? Llevo los auriculares puestos. Dime, ¿qué pasa?
—¿Otra vez haciendo ejercicio, cariño? Tienes un cuerp...— lo amenazo con colgarle—. Vale, vale. Voy a contarte— hace una pausa para luego gritarme:— ¡Expones en una de las mejores galerías esta semana! Expones unas cuantas obras. Así que escoge tus mejores. ¡Todo saldrá perfecto! Te tengo que colgar, luego hablamos y nos tomamos algo.

¡Joder!— grito mentalmente—, no me puedo creer lo bien que está yendo todo.

¿Quién lo diría? Yo: Sofía Cruz, logrando algo que nunca jamás creí que lograría. Increíble.
Hace casi un año conocí a Diego y desde ahí comencemos una amistad y se ofreció a ayudarme a que la gente puede apreciar el arte.

Quito el tapón de mi botella y bebo agua. Me limpio un poco las gotas que caen por mi frente y decido llamar a Sergio y Carla mientras vuelvo a casa corriendo. Ellos se alegran mucho cuando se lo digo y decidimos de quedar esta noche para ir de fiesta y celebrarlo.

Cuando llego a casa se lo cuento a mi familia la cual también se alegran un montón. Después de los besos y abrazos con muecas de asco ya que estoy sudando, me voy al baño para darme una ducha. Al salir me pongo algo cómodo ya que luego me voy a cambiar.

Me pongo una chancla y miro por todos lados buscando la de el otro pie, pero no la veo. Miro en el zapatero, por los rincones, debajo del escritorio, en el baño, y no encuentro nada. Me paro enfrente de la cama y me agacho para buscarla debajo, la veo en el fondo y estiro la mano para agarrarla. Toco algo y sé perfectamente que no es la chancla, pero, aún así tiro del objeto.

Saco una caja gris con un poco de polvo por encima, se lo quito y me quedo mirándola e incluso pienso en abrirla. Sacudo la cabeza alejando la idea, la vuelvo a esconder donde estaba antes y saco la chancla rápido.

La mayor párate de la tarde me la paso escuchando música, pintando y pensando en lo de la exposición. No es la primera vez, ya lo he hecho unas cuantas veces más, pero los nervios que me dan siempre son los mismos e incluso más grandes.

Cuando se va haciendo más tarde comienzo a elegirme la ropa, a peinarme, maquillarme y vestirme para esperar a Diego que pasará a recogerme en un taxi para ir a donde hemos quedado con Carla y Sergio.

Cuando ya estoy lista me miro en el espejo: un vestido negro, corto y ajustado cubre mi cuerpo remarcando más mi figura y mis curvas; llevo unos tacones negros también, con la hebilla dorada; de mi cuello cuelga una fina cadena dorada con una perlita verde, en mi muñeca unas cuantas pulseras y unos pequeños pendientes en mis orejas.

Bajo las escaleras y me despido de mis padres cuando Diego me dice que ya está llegando. Me cuelgo un bolso pequeño y abro la puerta encontrándome a el taxi esperándome. De este baja el rubio con sus rizos que parecen de oro y me envuelve en un abrazo al que en los últimos años me he ido acostumbrando.

Un corazón robado.                          (Segunda parte de "Un beso robado")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora