CAPÍTULO 30

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Simone.

Che cosa?— pregunto, cansado y giro la cabeza para ver a mis amigos, los cuales están mirándome y parecen cabreados.

Che cosa?= ¿Qué?

Scemo— murmura Adri.

Scemo= idiota.

—Stronzo— dice más fuerte Alonzo.

Stronzo= Gilipollas.

Ales entra por la puerta y todos se giran para mirarlo y preguntarle por la pelinegra que ha estado antes aquí. Este se encoge de hombros y niega para después mirarme con desaprobación.

—¡Dejadme ya y no me miréis así! No es mi culpa que no sepa quién es.
—Pero podrías haber sido amable y no haberle dicho todas esas cosas— me reprocha Luka.
—No sois nadie para poneros así, según lo que he escuchado, no le contasteis lo que me pasaba cuando lo supisteis.

Todos se quedan callados.

Se quedan unos minutos más los cuales son un poco raros ya que nadie dice nada y después salen de uno en uno de la habitación, dejándome solo con Ales que ha querido quedarse.

Todavía no sé por qué he llegado hasta aquí y nadie me lo ha dicho específicamente porque nadie lo sabe; solo saben que tuve un accidente, pero nada más.

Cuando he despertado estaba un poco perdido y no sabía qué me había sucedido. Ahora una bonita cicatriz adorna el final de mi frente y una escayola mi brazo izquierdo.

Después me ha examinado el médico y mi familia y amigos han comenzado a hacerme preguntas, pero respondí a pocas.

Esto de no recordar todo es una mierda. Las únicas cosas que recuerdo de estos tres años atrás más o menos es que me saqué el carnet de conducir, comencé a trabajar con papá y algunas cosas más. Pero no mucho.

También me cabreé un poco porque me estaban agobiando.

No nos quedamos mucho tiempo solos porque mis padres y mi abuela entran en la habitación. Ellas dos se sientas en los sillones que hay a mis lados y mi padre se queda a los pies de la cama, de pie y con las manos en los bolsillos. Él siempre tan recto.

Me lanzan pequeñas miradas que luego apartan rápidamente, bueno, la Nonna no, ella no despega sus ojos de mí.

Suspiro con pesadez.

—Soltadlo vosotros también.

No dicen nada.

Mi padre niega con la cabeza y mi abuela sigue mirándome.

—¿Vais a hablar o...?
—Esa manera de hablarle no ha estado para nada bien, Simone.
—Venga, Nonna, acabo de des...
—Ni se te ocurra poner la excusa de que acabas de despertar porque eso no tiene nada que ver. Podías haberle hablado y tratado bien, no como lo has hecho.

Cierro los ojos y respiro hondo, intentando relajarme.

Si es que todos me están saltando con lo mismo y ya me están cabreando.

¿Qué pasa? ¿Ahora todos están en mi contra?

Pero en el fondo sé que tiene razón.

—¡Vale!— me rindo— Sí, la he tratado mal. Y me arrepiento. Pero tampoco han sido modales los suyos al venir y besarme así de golpe.
—Si tú te acordarás de cómo os conocisteis— murmura mi amigo.
—¿Qué?
—Nada— mira la hora en su móvil—. Me voy, Carla me está esperando— se dirige a la puerta, pero se detiene para decirme algo—. Espero que mañana no estés tan insoportable y tengas ganas de pensar. Adiós.

Un corazón robado.                          (Segunda parte de "Un beso robado")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora