CAPÍTULO 22

673 55 49
                                    


Sofía.

Al parecer, el muy idiota en estos dos años no ha hecho otra cosa que no sea cagarla.

Su madre me cuenta que ellos se enteraron que volvió a Italia porque la Nonna los llamó cuando él se presentó en su casa sin avisar.

Al parecer pilló a todos por sorpresa.

Solo decía cosas como: "la he cagado" o "soy una mierda" o "no la merezco".

Todos le insistían, quizás demasiado, en que les contaran qué había pasado, pero él no soltaba nada, solo lo conseguían cabrear.

Me llamaron a mí muchas veces, pero yo no les cogía el teléfono y luego cambié de número.

Apenas hablaba con los demás, estaba distante y como en otro mundo.

Leonardo tenía que volver a España y decidieron intentarlo una vez más, subieron a su habitación y otra vez le preguntaron, él ya iba cabreado y cuando Chiara comenzó a insistirle él le gritó:"¡No eres mi madre para meterte en mi vida!" Cuando se dio cuenta de lo que soltó, antes de que pudiera decir algo más, su padre le dio una bofetada.

Se sabe que en un momento así, todos perdemos los papeles y decimos muchas cosas sin pensar de las cueles luego nos arrepentimos, pero el arrepentimiento no sirve de mucho.

Chiara lo ha pasado y lo sigue pasando mal. Debe de ser duro que le soltara aquello.

Les fue difícil, pero lo pudieron acceder en la universidad y pudo terminar la carrera para después comenzar a llevar la empresa de su padre aquí en Italia, aunque primero empezó desde cero.

Entonces comenzó a centrarse en el trabajo y se encerró en él.

Desde que les pasó aquello no se han vuelto a hablar. Ella lo ha intentado, pero él siempre baja la cabeza y solo le dice monosílabos si es que tiene suerte.

Luego compró la casa y pues apenas se veían, si lo hacían era en la empresa porque ni a comer con la familia iba.

Chiara comienza a llorar y se me encoge el corazón.

Me levanto y me pongo a su lado, intentado calmarla.

Al parecer el gilipollas todavía no le ha pedido perdón.

Siempre la anda cagando.

Me dirijo a la cocina para servirle un vaso de agua, cuando pongo un pie en esta me acuerdo de esa noche en la que me pelee con Idara y me cabree con él.

El sonido de las patas de un animal corriendo me saca de mis pensamientos y no me da tiempo a reaccionar cuando un Husky siberiano se lanza hacia mí, por lo que me tengo que sujetar de la encimera para no caer.

—¡Titán!

Comienzo a acariciarle la cabeza. Se tira al suelo y se pone boca arriba para que le acaricie la barriga.

Cojo el baso, una servilleta y vuelvo al salón acompañada del perro.

Se los paso a Chiara y me vuelvo a sentar a su lado.

Cambiamos la conversación y me parece que se va tranquilizando.

—¿Cómo está tu madre?— pregunta.
—Bien, como siempre.

Sonríe.

—¿Sabes? No he dejado de hablar con ella.

Abro los ojos como platos.

—¿Qué? Eso no lo sabía— ríe.
—Le preguntaba cómo estabas y creo que ella me preguntaba por Simone por educación— ahora rio yo porque creo que es verdad lo último—. A pesar de que mi hijo te destrozara, ella sabía que yo no tenía culpa de nada.
—Mi madre no me lo ha contado.
—Todos tenemos algún secreto, ¿no crees?

Un corazón robado.                          (Segunda parte de "Un beso robado")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora