CAPÍTULO 6

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Sofía.

"Hazme el favor y no te menees más, ojazos"
Esas palabras no han dejado de resonar en mi cabeza una y otra vez estos últimos días.

Acelero mi carrera sin ningún destino fijado. Una capa de sudor cubre todo mi cuerpo al igual que lo hace brillar bajo el sol.

Maldito. Es un maldito, un descarado, un cara dura. No le dio ni pizca de vergüenza acariciar mi mejilla como si todo estuviera bien. No le dio vergüenza llamarme así y luego guiñarme el ojo.

¿Lo peor? Que no lo aparte ni se lo impedí. Y me maldigo a mí misma por no responder como tenía que responder. Y el por qué no lo sé. O tal vez sí, tal vez fue porque después de dos años en los cuales me he mentalizado diciéndome que es un cabrón que no me quiere y se fue con el rabo entre las piernas; olvidando todo sentimiento bueno hacia él y un montón de cosas más; añoraba sentir su piel tocando la mía. Aunque en la galería también me toco, pero no fue tan detenidamente como el otro día.

Luego, dejando a un lado ese tema, está el de Carla. Ella quiere que vayamos y que la acompañemos; me siento algo mal por decirle que no, porque ella siempre me acompaña en todo momento. En cambio, yo, para ir allí me negué, y fue verdaderamente por lo de Ales y otras cosas. Ella quiso venir hace dos años conmigo para acompañarnos una a la otra y no pudo. ¿Tal vez soy una mala amiga?

A lo mejor no es tan mala la idea de que vaya. Él aquí y yo allí. Separados por no sé cuánta distancia. No estaría nada mal. Cuando yo vuelva él ya se habrá ido.

¿Y voy a estar escondiéndome de él sucesivamente?— pienso—. No sé. No. Ya me importa una mierda.

Agarro el móvil, pongo en pausa la música y le marco a mi amiga. No creo que me arrepienta de tomar la decisión.

Tres pitidos... cuatro... cinco... y no lo coge.

Me paro y le vuelvo a marcar. Después de unos cuantos tonos, cuando iba a separarme el teléfono de la oreja para colgar, suena su voz.

—Sofi— responde, exhausta y jadeando.
—Carla me he pensado mej...
—¿Podemos hablar en otro momento?— me interrumpe, logro escuchar unas risitas de fondo, Carla susurrando algo a alguien y besos.

Ya lo pillo.

Cuando voy a hablar, otra voz me interrumpe.

—Sofi, llama en otro momento— Ales se hace escuchar—. Ahora mismo es mía y está ocupada. Ciao.

Y cuelga.

Yo siempre en los momentos más oportunos. Qué vergüenza. Cuando los vea me voy a morir.

Me doy una bofetada mentalmente y vuelvo a poner la música haciendo que resuene en mis oídos para seguir corriendo.

Esperemos que el ambiente no esté tenso cuando los vea en persona.

Veo a unas niñas de cinco años más o menos correr y cuando estas pasan por mi lado, una de ellas tropieza con algo, se cae y comienza a llorar.

Me apresuro a acercarme a ella, me agacho y la ayudo a sentarse en el suelo. Le pregunto cómo está y apenas logra decir algo entre los sollozos; la examino y solo veo que tiene unos rasguños en las rodillas y en las palmas de las manos. Me pongo de pie y la agarro para levantarla del suelo.

Un corazón robado.                          (Segunda parte de "Un beso robado")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora