CAPÍTULO 18

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Sofía.

Comienzo a patalear, intentando que me suelte.

—¡No, no, no!— grito sin parar— ¡No me tires, Carlo!
—¡Tarde!— me grita de vuelta el rubio.

Cierro los ojos y cojo aire antes de caer al agua por culpa de Carlo que ha decidido cargarme en su hombro y tirarme a la piscina.

Al salir, cojo una gran bocanada de aire y me aparto las gotitas de los ojos para verlo. Está con una enorme sonrisa y comienza a nadar hacia atrás, apartándose de mí.

—Eso te pasa por retarme— se encoge de hombros.
—Yo no te he retado.
—Me has dicho que no era capaz de tirarte al agua.

Mi mirada se fija en las personas que se encuentran detrás de él, las cuales se llevan un dedo a los labios, indicándome que no diga nada.

Aprieto los labios, intentando no reírme y vuelvo a mirar a Carlo.

Sonrío, enseñándole todos mis dientes.

—¿De qué te...— no le da tiempo a acabar cuando Luka y Alonzo saltan a ambos lados de él, casi encima suya, mojándolo por completo.

Ahora sí, no me aguanto la risa y comienzo a reír.

Cuando los otros dos salen, comienzan a salpicarse y ahogarse, no me puedo resistir y me uno a ellos.

Pillo a Alonzo por la espalda, apoyo las manos en sus hombros y lo empujo hacia abajo, pero le da tiempo a pillarme del tobillo y me lleva con él.

Cuando salgo me subo encima de Luka y Carlo de Alonzo para comenzar una guerra.

—Me las vas a pagar, rubito— esto último lo digo con detenimiento.
—Sigue soñando, pelinegrita— responde de la misma manera.

Entrecerramos los ojos, desafiándonos y soltamos un grito de guerra para comenzar.

Mi compañero agarra un churro de estos de espuma que sirven para flotar y golpeo a Carlo una y otra vez.

Eso no se lo esperaba porque ha sido una jugada maestra. Nadie se esperaba eso, ni yo.

—¡Eso es trampa!— se queja, tapándose con las manos e intentando quitarme el churro.
—¡Aquí vale todo!— gritamos Luka y yo a la vez.

Entonces, Alonzo comienza a empujar desde abajo, haciendo que perdamos un poco el equilibro, pero logramos estabilizarnos.

Cuando se vuelven a acercar, los agarro del pelo a los dos y comienzan a chillar, mi compinche los empuja y los dos caen.

El pelinegro comienza a saltar todavía conmigo en cima de él, por lo que tengo que agarrarme de su cabeza, pero yo también caigo.

Terminamos riéndonos los cuatro.

Carla y Adri no tardan en unirse a nosotros. Después llegan Sergio y Diego, los cuales nada más verlos sé que ya están discutiendo.

Estos dos siempre están igual.

¿Cuándo van a aceptar lo que sienten?

Porque aunque no me lo han dicho, yo sé que sí sienten algo el uno por el otro. Los conozco como si los hubiera parido.

Me llevo las manos a la boca para gritarles:

—¡Los que se pelean se desean!
—¡Vete a la mierda, Sofía!— grita Diego, sacándome el dedo medio.

Carla y Sergio se tumban en las tumbonas para tomar el sol, y el rubio de mechones rizados llega a mi lado, lo abrazo y me cuelgo de su espalda mientras hablamos con los demás.

Un corazón robado.                          (Segunda parte de "Un beso robado")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora