CAPÍTULO 5

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Sofía.

Me paso el antebrazo por la frente, limpiando las gotas de sudor que me resbalan por esta.

Debería de encender el aire acondicionado— pienso, pero me da pereza.

Me siento en el suelo en posición de indio, miro fijamente el lienzo que tiene alguna que otra pincelada de color que tengo enfrente mía. Giro la cabeza hacia un lado para mirarlo desde otro punto de vista. Nada.

—Agh— tiro el pincel al suelo, frustrada, y me echo hacia atrás, quedando tumbada en el suelo. Cierro los ojos.

Es un asco cuando me pasa esto. Quedarme bloqueada, como si mi mente estuviera encarcelada en una celda y sin poder salir, sin tener la llave para abrir la puerta.

Debería de acostumbrarme a estos bloqueos ya que últimamente me ha pasado muy a menudo, pero me cabreo conmigo misma porque en el fondo siento que puedo salir de esto y que si estoy así es por mi culpa.

Necesito despejarme, salir de estas paredes en las que intento alejarme de todo, estar en mi mundo, sola. Es como si fuera mi refugio.

Agarro el móvil y me meto en el grupo de WhatsApp que tenemos.

Bienvenidos al infierno.

Yo:
Ey! Podemos hacer algo? Es que necesito despejarme.

Diego:
No tengo nada que hacer, estoy aburrido. Así que sí.

Sergio:
Lo siento mucho, pero no puedo. Estoy ocupado. ;)

Diego:
Prefieres pasarla bien con uno a venir con nosotros?

Sergio:
Prefiero estar con uno a estar cerca tuya.

Yo:
No empecéis a pelear.
Si en el fondo os amáis y no podéis negarlo.

Carla:
Siii. Cuando queráis, a la hora que queráis!

Diego:
Sergio, no creas que yo quiero estar a tu lado. Me caes como el culo.

Después de un rato viendo como Sergio y Diego discuten por mensajes, acordamos la hora para quedar.

Me levanto del suelo y hago lo de siempre cuando termino de pintar: lavo los pinceles, los guardo, guardo las pinturas y todo lo que he usado, coloco todo bien, me lavo las manos...

Antes de salir, me quedo parada en la puerta y miro el lugar para ver si he olvidado algo. Salgo, cierro con llave y me dirijo a casa para bañarme y cambiarme de ropa.

                                        💋

Arrastro los pies por el suelo, siguiendo a Carla y Diego que no paran de hablar.

Sí, fui yo la que tuvo la idea de salir y todo eso, pero es que ahora es como que me aburro.

Giramos hacia la derecha, donde hay césped y nos sentamos en este. Me quedo mirando a los niños como juegan, gente paseando a sus mascotas, personas mayores paseando y hablando, y otros de nuestra edad...

—No sé que hacer— se queja Carla a mi lado—. Es que me da vergüenza ir allí y conocer a su familia. ¿Qué dirán?

Nos ha contado que Ales le ha pedido que vaya con él un tiempo a Italia y así conoce a su familia, a sus amigos, le enseña aquello, donde ha crecido y se ha criado, etcétera. Ella dice que le da vergüenza y que no sabe qué hacer.

Un corazón robado.                          (Segunda parte de "Un beso robado")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora