CAPÍTULO 19

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Nota: si habéis comenzado a leer antes de que cambie los capítulos, recomiendo que leáis algunos antes que este para entenderlo porque he cambiado cosas. :)

Simone.

Ya es sábado.

No me hace mucha gracia lo de la cena, pero es lo que hay y me tengo que aguantar si no me quiero llevar una bronca por parte de papá.

Mis padres no sabían que los Rossi piensan que somos novios, por lo que le avisé a mi padre para que luego no hayan malentendidos. Tampoco quiero que ella esté incómoda.

A los demás también se lo hemos contado porque hemos decidido darles una explicación del por qué vamos a ir juntos a la cena. Todos han bromeado diciendo que no sería ningún problema para nosotros fingir que somos novios. Eso ha hecho que Sofía se quedara un rato reflexionando y ha decidido ser menos amable conmigo delante de ellos, intenta no mirarme tanto y hace lo posible para que los demás no sospechen nada.

Bien, vaya mierda.

Nuestra "relación" es como una montaña rusa: hay subidas y bajadas; de esas bajadas que te hacen sentir cositas en el estómago...

Ya paro, me doy a mí mismo ganas de vomitar.

Es más, me ha dejado claro que no hay nada entre nosotros, solo somos amigos con derecho, sin sentimientos de por medio. Si eso es lo que quiere pues ya está.

Carla me ha amenazado antes que si la daño o algo me cortará los huevos.

Lo que ella no sabe es que le hago de todo menos daño.

O eso creo. ¿Le estaré haciendo daño al estar en una relación así? No, creo que no.

A ver, a mí me gustaría ser lo que éramos antes e incluso mejor, pero no quiero presionarla ni nada por el estilo.

Pero ¿le estaré haciendo daño ahora?

Tal vez por eso ha decidido ser eso conmigo. Y ahora que lo pienso, tal vez sea lo mejor para los dos. Así no nos fallamos, tampoco joderemos lo que tenemos.

Aparto todo eso a un rincón de mi cabeza cuando me paro frente a la puerta de su habitación y toco tres veces; habitación la cual comparte con Adri.

Que suerte tiene el cabrón de mi hermano de poder dormir en la misma habitación que ella.

Ahora que lo pienso le podría decir que me cambie la habitación.

—¿Estás lista?— pregunto, apoyándome en la pared de al lado.
—¿Puedes pasar y ayudarme? Por favor.

Pongo la mano en el pomo, entreabro un poco la puerta y asomo la cabeza por el hueco primero antes de pasar y dejarla casi cerrada.

Me quedo corto diciendo que está preciosa. Tiene el pelo suelto y ondulado en las puntas, lleva un vestido verde botella con el escote drapeado; es largo y tiene una raja que llega hasta la mitad de su muslo izquierdo. Los tacones son color beige; lleva unos pequeños pendientes y un collar finito con una gema verde en el centro.

La ropa fuimos el otro día a comprarla. Al principio no quiso, pero puse la excusa de que yo tenía que comprarme algo y la obligue a ir a las tiendas conmigo, pero no me salió tan bien la jugada porque fuimos todos juntos. Luego, cuando logremos estar solos un rarito porque los demás fueron a no sé dónde y se probó el vestido que lleva ahora, se negó a que pagase yo, pero no le sirvió de nada porque cuando se estaba probando otro lo agarré y lo pagué.

Me froto las manos mientras camino hacia ella.

—¿En qué te ayudo?

Se planta frente al espejo de la habitación, se gira, se aparta el pelo, colocándoselo en un hombro y señala la cremallera que está a la mitas cerrada.

Un corazón robado.                          (Segunda parte de "Un beso robado")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora