CAPÍTULO 28

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Nota: ¡¡¡Hoy hace un año que comencé a escribir "Un beso robado"!!!Un año que comencé con esta locura que, siendo sincera, nunca creí que leyeran. Gracias por todo.
Ahora, os dejo con Sofía.

Sofía.

La punta del lápiz traza líneas en la hoja en blanco, llenándola de ese color plomizo.

Ni si quiera me hace falta mirarlo para poder dibujarlo. Tampoco quiero plasmarlo como está ahora, que al estar en coma parece que ha dejado un poquito de peso.

Yo lo dibujo como está en mi cabeza: con ese brillo en sus ojos, esa sonrisa que se le marca más de un lado que de otro y ese hoyuelo que solo le sale en el lado izquierdo. Su pelo castaño oscuro y ondulado apuntando hacia todos lados.

Porque así es como me gusta verlo: feliz.

—¿Por qué parece tan fácil cuando lo haces, pero en realidad es todo lo contrario?— pregunta Alonzo mientras mira lo que estoy haciendo.
—No es muy difícil— me encojo de hombros mientras me llevo el lápiz a la boca y alejo la libreta para ver cómo está quedando.

Levanto la mirada para ver qué le parece y asiente.

—¿Cómo decís vosotros?— piensa— Ah. Está de puta madre.

No puedo evitar reír.

—¿Puedo verlo?— pregunta Chiara que está sentada en el otro sillón.

Lo giro y se lo muestro.

Ella sonríe.

—Parece una foto en blanco y negro.
—Chiara, tenemos aquí a la hija de Pablo Picasso— posa sus manos en mi cabeza y me la agita un poco.
—Dime algún pintor italiano— le dice ella.

Alonzo se queda pensando.

Nosotras abrimos mucho los ojos al ver que no dice nada.

—Leonardo da Vinci. Veis como sí sé.
—¿Qué obras hizo?

La sonrisa se le esfuma.

—¿Pero esto que es? Yo no he estudiado nada de eso. No soy pintor.
—Eso no tiene nada que ver— protesto.

Otra vez se queda pensando y parece que ya se acuerda.

—¡La Gioconda o la Monna Lisa! ¿Esa es suya verdad?— duda.
—Bravissimo, Alonzo.
—Grazie, grazie— hace una reverencia.

Cierro el cuaderno y lo guardo para levantarme y estirarme.

El castaño se sienta donde estaba y me sonríe enseñándome todos sus dientes.

Chiara nos dice que va a tomarse un café y nos quedamos solos con Simone.

Tiene una sábana que lo cubre hasta la cintura y tiene las manos por fuera de esta, una en un lado y la otra sobre su barriga y escayolada por el esguince.

Le paso los dedos por el pelo intentando peinárselo un poco y después le acaricio la mejilla.

Todavía se le notan algunas heriditas que tiene por la cara, pero poco. Una cicatriz ahora adorna su cabeza, pero no se ve porque está por donde el pelo comienza y este mismo la tapa. Ahora mismo la tiene tapada.

—Cuando despierte y esté mejor le voy a pegar— suelta de golpe haciéndome reír—. Es que nos está haciendo sufrir.

Asiento en silencio.

Sí, nos estás haciendo sufrir, idiota.

Alonzo y yo nos ponemos a hablar sobre cosas que se nos vienen a la mente. Algunas son tonterías, pero es mejor eso y estar distraídos a no parar de pensar.

Un corazón robado.                          (Segunda parte de "Un beso robado")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora