CAPÍTULO 23

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Sofía.

—¡Todos a beber!

Obedecemos a Alonzo y empezamos con una ronda de chupitos para ir calentando.

Mi garganta arde cuando el líquido baja por esta, pero no importa. La noche acaba de empezar.

La discoteca está llena. Cuando hemos llegado había muchísima cola, pero claro, como es de Simone, hemos pasado sin hacerla y hemos subido al reservado.

Nos sentamos todos cuando comienzan a traernos botellas de bebida.

A mi derecha tengo a Luka y a mi izquierda a Diego.

Cuando ya llevo unas cuantas copas y el alcohol va corriendo por mis venas todo se va relajando y me voy soltando más.

Agarro una botella de la mesa y la uso como micrófono para cantar la canción que está sonando. Luka se me une y pega su cabeza a la mía para gritar en el "micro".

Cuando cambian de canción, me arrebata la botella y bebe de esta, me quejo y ahora soy yo la que se la quita para beber.

Ambos nos ponemos a reír.

Arrugo la nariz cuando el olor a tabaco llega a mí y aparto el humo con la mano.

Busco con la mirada quién es, pero no hace ni falta.

Mi mirada se topa con la suya, está al otro lado de la mesa.

Tiene una mano en el respaldar del sillón, la otra se la lleva a la boca para darle una calada al cigarro, cuando lo hace se rasca el labio inferior con el pulgar y suelta lentamente el humo.

Va entero vestido de negro, lo único que resalta entre tanto color oscuro son el azul de sus ojos, su pálida piel y la cadena de cruz que cuelga de su cuello.

Aparto la vista, no quiero verlo.

Quiero pasarlo bien.

Necesito beber.

Le arrebato el vaso a Diego y me lo bebo entero.

—Eso era mío— se queja.

Hago una mueca cuando termino y saco la lengua, dejando el vaso en la mesa.

—Está malísimo. ¿Bebes mierda o qué?
—No haberlo agarrado.

Le sonrío y me levanto para salir, me paro frente a él y tiro de su brazo para ir a bailar, también porque creo que no soy capaz de bajar las escaleras sola.

Quiero llevarme a Carla, pero dice que ahora mismo no tiene ganas.

No pasa nada.

—¡Yujuuu!— grito, bajando agarrada de él, pero aún así, el pie me falla y casi caigo, pero menos mal que me ha agarrado— Uy— me pongo a reír.
—Si ya de por sí tropiezas estando sobria, estando ebria te matas.

Simone.

Parece que tengo un don para cagarla siempre.

Abro la boca y solo suelto tonterías.

Todo lo que hago son gilipolleces.

Un corazón robado.                          (Segunda parte de "Un beso robado")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora