CAPÍTULO 13

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Sofía.

El sol me recibe cuando salgo al balcón, y me hace entrecerrar los ojos.

Me inclino hacia delante y apoyo los brazos en la baranda para mirar hacia la piscina.

Me dan unas ganas de meterme en el agua, pero estas se me quitan cuando aparece él con solo un bañador y una toalla colgada de su cuello.

Deja la toalla en una hamaca y al girarse, su mirada se encuentra con la mía, pero no las aguantamos mucho.

Se dirige al filo de la piscina, mete un pie en esta para comprobar cómo está el agua y vuelve a mirarme para guiñarme un ojo y tirarse de cabeza.

El condenado es tan idiota y guapo a la vez.

Cuando saca la cabeza, el pelo se le pega a la frente, me sonríe y manda un beso.

Le saco el dedo medio y me giro para irme de aquí y no verlo más, pero mi puto tobillo me traiciona y me duele cuando apenas lo apoyo en el suelo.

Suelto un quejido y maldigo.

Ayer cuando me caí no me dolía, pero luego sí y me ayudaron a andar cuando nos fuimos de la playa, y al llegar a casa me lo liaron con una venda.

—¿¡Estás bien!?— pregunta desde abajo.
—¡Vete a la mierda!
—¡Solo te he preguntado!

Cojeando, entro a la habitación y me siento en la cama.

¡Uuufff!

Todo me tiene que pasar a mí.

💋

Estamos todos sentados en la mesa, comiendo. Bueno, todos menos Simone que estaba sentado en el sofá, lo han llamado y ha salido disparado escaleras arriba y todavía no ha bajado.

Nos hemos quedado mirándolo con el ceño fruncido ya que ninguno sabemos qué le ha pasado.

Le pido la sal a Luka, el cual me la lanza desde el otro extremo y casi escalabra a Sergio, quien hace una bola con una servilleta y se la tira a la cabeza, él se la devuelve, pero le da a Ales y comenzamos una guerra de bolas.

Hasta que llega y lo siguiente parece que pasa a cámara lenta:

El ausente aparece por las escaleras, al parecer tiene prisa y va remangándose la camisa hasta los codos.

Lleva una camisa blanca, de esta cuelga unas gafas de sol, los pantalones son de color negro y se le quedan más pegados por los muslos, y unos zapatos del mismo color, relucientes. A eso le añadimos que el pelo le ha crecido en estos días y se lo está peinando a un lado. Y también esa forma que tiene de andar.

—¿Dónde vas?— le pregunta Alonzo— ¿No comes?
—No tengo tiempo. Me han llamado de la empresa y tengo ir.
—Estás de vacaciones.
—Hermanito, así es la vida— le revuelve el pelo a Adri.

Se coloca las gafas, saca las llaves del coche de su bolsillo, se despide de todos y se dirige al garaje.

Los demás seguimos con lo nuestro y comienzan a hablar de que esta tarde se irán todos a mostrarle Roma a Carla. Desgraciadamente yo no podré ir con el pie así.

Cuando llega la tarde y me encuentro sola en al grande casa, me tiro al sofá y decido llamar a la Nonna.

—¡Sofía, cariño!
—Hola, Nonna. ¿Qué tal?
—Muy bien, hija. Menos mal que me has llamado, me estaba aburriendo en casa.
—Si quieres, en vez de hablar por teléfono, podemos vernos. Estoy en Italia.
—¿Estás aquí? ¿Dónde?

Un corazón robado.                          (Segunda parte de "Un beso robado")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora