CAPÍTULO 8

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Sofía.

Atónita.

Esa es la palabra perfecta para expresar como me acaba de dejar el idiota de Simone.

Porque otra vez, como hizo en su tiempo, ha podido robarme un beso y dejarme sin palabras.

Y miento si digo que no echaba de menos sus labios. Pero tampoco puedo quedarme estancada en el pasado, porque debo mirar hacia delante y seguir.

No me pude resistir y se lo correspondí, pero si supuestamente él me sigue queriendo, hasta que no me diga la verdad no volveré a tener ningún contacto físico con él ni habrá nada entre nosotros. Mucho menos como el que acabamos de tener. Porque me prometí a mi misma que no caería, que no volvería a probarlo y que no habrá ningún sentimiento entre nosotros; y he vuelto a romper otra promesa.

Me siento, apoyando los codos en las rodillas y escondo la cara entre las manos. En el suelo veo un arito que parece un anillo, lo cojo y juego con él para luego ponérmelo en el dedo.

Me quito la ropa sucia que tengo y me pongo una de deporte para subirme al coche y dirigirme a mi casa. Saludo a todos y me apresuro a ir hacia el baño para bañarme y prepararme para la noche que me espera. Me pongo un vestido blanco que me llega hasta la mitad de los muslos y se queda ajustado a mi cuerpo. Suelto mi pelo y lo ondulo. Me esmero en maquillarme e intentar no parecer una payasa— no me quiero poner medallas, pero Carla me ha dado unas clases y ya no se me da tan mal—. Me rocío en perfume, me calzo los tacones altos color oro rosa y me miro en el espejo.

No estoy tan mal— pienso y me giro para verme por atrás.

Aviso a Teo, diciéndole que ya estoy lista y me dice que va a salir y que viene para acá después de pasarle mi ubicación.

Unos minutos más tarde, la bocina de un coche comienza a sonar, miro por la ventana y un mensaje de él llega a mi móvil. No me hace falta leerlo entero para saber que es él el que está en el auto, y después de coger mi bolso con mis cosas, bajo. Aviso a mis padres de que voy a salir y me despido de ellos y de Ángel, el cual se me acerca y me advierte de que tenga cuidado y no me fíe de ese "desconocido" como lo ha llamado él. Es el pequeño y hace de hermano protector.

Tampoco voy a hacer ningún delito, solo pasar una buena noche con él y ya está. Beber y pasarla bien bailando.

Al salir, me encuentro con la enorme sonrisa del castaño que está apoyado en el coche.

Lleva unos vaqueros cortos por encima de las rodillas, una camisa roja de manga corta que deja al descubierto sus brazos tatuados y unos tenis negros.

—Wow. Estás preciosa— me recorre con la mirada desde los pies hasta la cabeza.
—Tú también— sonríe y me envuelve en un abrazo.
—Vámonos— anima, abriendo la puerta para que entre.

Rodea el coche y se sienta detrás del volante para conducir hasta una discoteca, que según él, es de las mejores. El trayecto hasta allí no es el más calmado, vamos. Comenzamos una discusión con la música de la radio, al final gano yo y pongo la que se me da la gana.

—Es regla de oro, el copiloto siempre elige la música— explico y él solo me suelta un "ajá" irónico.

Comenzamos a reír y cambiamos de tema.
De vez en cuando su mirada se despega de la carretera y la fija en mí para después sonreírme de lado. Ante eso, solo puedo morder mi labio inferior, apartar la mira de él, centrarme en otra cosa y controlarme para intentar no sonrojarme, aunque creo que no logro hacerlo muy bien.

Un corazón robado.                          (Segunda parte de "Un beso robado")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora