"Mi función es un trabajo respetable".
Es lo que todos los días me digo antes de ir a mi lugar de trabajo. Es una rutina diaria que llevo haciendo años, eso y llevar el maletín con la calavera de mi difunta mujer.
Lady Jerona, la nigromante. Es como me suelen llamar. No me acaba de gustar del todo, pues me hace parecer no tomarme en serio mi oficio. Lo que algunos cabezas huecas creen que es así y no piden mis servicios.
Y casi siempre son casos muy aburridos. Por ejemplo, el otro día un joven me dijo de hablar con su padre fallecido para saber dónde había guardado los arreos del caballo de la familia. Absurda situación, traer a alguien del agujero para preguntar una minucia.
Pues así ocurría casi todos los días y de algo tenía que vivir, así que aceptaba lo que fuese y siempre conseguían buenos resultados. Pero ocasionalmente había alguien que con símbolo religioso en mano me expulsaba del lugar al grito de "engendró de Vilziboo".
Un día llamaron a la puerta y antes de abrir lo noté. El ser al otro lado no era un humano normal. Albergaba magia negra. Y cuando entro lo vi más claro, era un mago rojo herido. Me comentó que buscaba un ungüento para tratar las heridas de una maldición. Y si existía un remedio con lo que le sucedía.
Le pregunté más detalles, intentaba no mirarme a la cara cuando me lo explicaba. Había sido maldecido mediante una broma pesada de sus amigos. Era realmente algo muy común entre jóvenes que no pueden tener los huesos quietos ni un momento, pero nunca había visto una tan extraña, aún así conocía el remedio, pero iba a ser muy caro.
"Tiene que ayudarme, sucede cada 2 días y el hambre es voraz.. No puedo controlarme y creo que poco a poco esa serpiente se apropia más de mi". Le alivié dejando claro que había cura pero cuando le dije que querían en compensación se negó en rotundo.
"Mira chico, vas a seguir matando y devorando a la gente continuamente, ¿Que ves mal en que te pide los ojos de tus víctimas?" Pero me llamó loca y se fue del lugar. Estaba segura de que nos volveríamos a encontrar.
Pasó un tiempo y tuve que ir a la aldea vecina a resolver un problema con un extraño animal que aparecía causando miedo. Fue un trabajo fácil digno de mi magia.
Retiré el cuerpo que guardé en mi maleta para llevarlo a mi tienda y usarlo de decoración, pero al parecer no estaba muerto del todo.
Tenía el espíritu de alguien dentro, le miré y le dije de hacer un trato.
Él aceptó. Una vez muerto te liberas de la moralidad.
Sería mi ayudante y yo le haría vivir de nuevo.
Para ello necesitaba unos buenos ojos.
Empezó a buscarlos.
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Relatos ahogados en frascos de tinta II
Historia CortaRecopilación de relatos inspirados en las palabras del Inktober 2020 Atrévete a explora desde un problema para subsistir en un submarino, como radios de seres mágicos donde nunca te creerías, aventurarte en relatos de dragones que no son tan malos...