Extra 4 - Recuerdos de Aventuras

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"¿Cómo comienza el juego de mi vida?" Me pregunté en el recoveco que era mi cuarto. Hacía tanto tiempo que había vivido aquel esperpéntico viaje, que no lo tenía nada nítido. Era complicado querer reflejar todo en el diario.

Cogía la pluma molesto, apoyaba el dedo titubeando. Era complicado comenzar a escribir, era evidente que había sido una gran aventura. ¿Pero cómo podría comenzar? Ni dando una larga siesta podría recordar aquel viaje de ensueño que me dejaba más de una sonrisa. Lo contaría como a través de otros ojos.

Iba a empezar a escribir cuando recibí una llamada, cabreado apague el teléfono, no quiero distracciones, ni tan siquiera una sorpresa. Podía ser quizás un suceso de gran magnitud, pero de todas formas necesitaba estar calmado. Así que me levanté a tomar algo. Un zumo de alguna fruta estaría bien. Nada de cítricos.

Hora del retorno al lío, me senté en la silla y comencé a escribir.

Era la historia de 4 jóvenes descubriendo ese extraño color, era como una montaña sabanera, muy desubicado. Mágico.

Era el matiz de la coherencia en un país de utopía.

Hicieron el juramento de completar esa misión.

Atravesaron frondosos bosques llenos de criaturas de pelaje esponjoso pero de alaridos tan feroces, que cualquiera diría que eran bestias del mismísimo averno. Allí cualquier cosa no era lo que parecía.

Entraron en una iglesia. Los seres los perseguían. Pisadas en el exterior. Ondas en las pilas de agua bendita bajo las columnas. Dudaron. "¿Este es nuestro sino?" Todos se lo preguntaron. Mucho antes. Cuando llegaron a ese mundo, se habían dado cuenta que eran como los elegidos de algo. Sus nombres estaban en lápidas.

Cómo los reyes de antaño de esa novela, como si el grupo hubiese vuelto después de tantos años, un acontecimiento insólito. Y con la guía más extraña. Lady Jerona, una nigromante acompañada de un serpiente y un astrolabio lleno de magia. Se había convertido en una madre para todos nosotros. Y su sentimiento era recíproco.

Y recordando ese momento, el grupo que estaba taciturno, recobró fuerzas, les dio valor y pasaron de trasnochar en aquel lugar cerrado por miedo de aquellos parásitos. El líder del grupo sacó su espada inflamable que usaba el elemento del fuego.

Se abrió la puerta, las criaturas se habían juntado convirtiéndose en un monstruo de tamaño inconmensurable y putrefacto.

"¡Detrás de mí!" dijo el héroe moviendo su espada a velocidad estelar.

Unos cuantos cortes y de sus heridas empezó a florecer el líquido que les daba la vida, tras eso el monstruo se derrumbó. Dejó de ser corpóreo y desapareció en una luz misteriosa.

Había sido como vencer a un tirano. El grupo lo celebró, ahora se encontraban más cerca de su objetivo, aunque fuese un cometido de carácter ambiguo, no se rendían. Formaban una gran unidad. No tardaron mucho tiempo en encontrar ese nuevo color.

"Qué recuerdos". No pude evitar aquel líquido que se me formaba en el lagrimal y que caía velozmente hasta la comisura de mis labios. Estaba encerrado en aquel lugar como un proscrito, tuvimos que volver a nuestro mundo, fue increíble aquel largo viaje que cambió mi vida.

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Relatos ahogados en frascos de tinta IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora