Estaba cansado, me había recorrido de un lado para otro la ciudad, andando, ¡Como hace décadas! Sin usar los zapatos especiales. La razón, sinceramente porque no me lo podía permitir. El banco te daba unos por simplemente inscribirte en su plan del ciudadano. Era todo un engaño para que entraras en su telaraña.
Yo hace tiempo había escapado de ella y como ese calzado informático era muy inteligente, decidí devolverlos, claramente de mala manera, lanzándolos contra la ventana del edificio en una noche de niebla.
El caso es que me había pateado todas las tiendas de antigüedades de la ciudad. Y no encontraba ningún coral. Mañana era mi aniversario de pareja y sabía que era justo eso lo que quería, siempre hablaba de todo el mundillo del agua, de los arrecifes, los corales y otras cosas. Y le había pillando ojeando revistas del océano en muchas ocasiones, huelga decir que no entiendo porque conservaba ese tipo de objeto primitivo. De hecho, no entiendo porque teníamos en casa aparatos que jamás usaríamos, como una tostadura o una cadio, no se si se escriben así la verdad, pero importaba lo mismo que tenerlas en mi Capsucasa.
Pero ahí estaba yo andando por las calles bajo los soles a una temperatura que si no fuera porque al menos tenía un nivelador de grados, no podría soportar. Un nivelador de grados, como ya sabréis es como una burbuja de membrana fina que rodea a un individuo y altera los grados. Como un aire acondicionado portátil digo para que me entendáis, si estáis leyendo esto en un año anterior, como 2020 por ejemplo, pero vamos que es realmente imposible que con vuestra tecnología tan mediocre podáis leerme.
Eso me facilitaba mucho la búsqueda, aunque como había mencionado antes, era una pieza muy difícil de encontrar. Cuando me iba a rendir, encontré a alguien que la vendía.
Era un puesto asiático.
En él había antigüedades tan viejas como mi abuelo, como cubertería cuando ya siempre usábamos el Eatdiur o relojes con números, ¡Números! Y entre todas esas cosas que a saber que chalado compraría estaba el objeto deseado. Un coral. La compré con mis últimos ahorros deseando ver la cara que pondría mi mujer al ver que había encontrado uno.
Al llegar a la casa cansado, me puse a buscarle como un loco, haciendo la sorpresa de entregarle el objeto un día antes, pero al igual que la búsqueda del todo el día, no la hallé por ninguna parte.
Y entonces me di cuenta. Me reí de mí mismo y de mi maldita memoria.
Mañana era el aniversario.
El aniversario de su muerte.
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Relatos ahogados en frascos de tinta II
Historia CortaRecopilación de relatos inspirados en las palabras del Inktober 2020 Atrévete a explora desde un problema para subsistir en un submarino, como radios de seres mágicos donde nunca te creerías, aventurarte en relatos de dragones que no son tan malos...