19º Día - Mareado

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Había sido un día realmente agotador. Me sentía demasiado mareado, pues trabajaba bajo un triste sol que estaba cubierto por nubes, y ¡Madre del ataúd hermoso! que si me diera en la cara había sido decoración de un cenicero.

Y es que era un vampiro, trabajador, pues nos tocaba comernos la sociedad actual con sus trabajos estúpidos, ya nos gustaría tener castillo propio, o volar como en los tiempos medievales por ahí como murciélago, pero no, ahora nadie estaba dispuesto a hacerlo. No porque nos grabaran con teléfono delatando nuestra existencia, que tampoco creíamos que iba a durar mucho el secreto, sino por la contaminación. La lumínica nos estropeaba los ojos y la de los coches nos mataba sobre todo a la hora de surcar los cielos.

No, ya nos gustaría bebernos a un humano y quedarnos su casa, pero teníamos normas dentro de nuestro grupo, que por cierto era demasiado reducido, pues la conversión era otro tema que por pereza casi nadie hacía. Y es que tras tener problemas que pasaron de mano a antorcha, no se nos permitía robar casas ajenas. Alimentarnos si, pero nada de controlar o quedarnos con su hogar.

Esa era otra, para entrar necesitábamos un permiso, otra norma que a menudo no sale en las películas, pero que seguramente en algún libro de tu biblioteca o en la de tu amigo habrás visto. El tema de los ajos, era al igual que el sol leve, nos mareaba. Y eso era chungo. Pues a la mínima estabas dando vueltas alrededor de tu comedor, si es que te podías permitir uno. Y por supuesto nada de robar.Básicamente era como si los humanos que no nos conocen nos hubieran domesticado sin siquiera saberlo.

¿Y cuál era el trabajo más absurdo que podía hacer un ser totalmente sediento del líquido de la vida? Lo que jamás imaginarías.

Éramos trabajadores de obra, de esos que construyen edificios.

Siempre que se lo decíamos a alguien, que después de un simple aplauso le desmemorizamos, soltaba una divertida carcajada.

Hasta a nosotros mismos nos parecía realmente gracioso.

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Relatos ahogados en frascos de tinta IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora