13º Día - Duna

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Había tenido un pequeño conflicto con ella y no lo encontraba.

La guardia real no la había visto y al cabo de un día sin saber nada, había movilizado todas las tropas para que buscaran en todo el reinado.

No recuerdo quién fue, pero me sugirió ir hacia unas ruinas en el desierto. El camino estaba lleno de dunas que tenían diferentes tamaños, así como algunos cactus que me hacían dejar ver la monotonía en el paisaje salpicado con verde mi visión en ocasiones.

Tardé unas horas en encontrar lo que me habían dicho, y efectivamente ella estaba allí, perdida mirando el horizonte mientras con su magia se peinaba los diferentes colores de su melena y tarareaba una canción preciosa.

Me acerqué a disculparme, pero no controlé el sonido de mis pasos y en un parpadeo solo estaba el peine que usaba. "¡Maldición!" Dije para mi hasta que me giré y vi como me miraba desde más cerca. Con sus ojos de iris engranaje con 2 colores cada uno.

A lo mejor estaba alucinando, de ahí que de nuevo ella hubiese desaparecido igual que antes con un parpadeo. De nuevo la busqué. Y esta vez ella me tocó en la espalda, me asusté, pues estaba a unos centímetros, tropecé y caí rodando por el montículo de arena. Ella me miraba desde arriba.

—Te he dicho alguna vez lo hermosa que estás desde este ángulo.

Ella se rió.

—Si, a menudo cariño. Tu también estás adorable bocarriba en el suelo. Siento lo de antes.

Parece que ella no era consciente que llevaba más de un día desaparecida, aún así me alegró verle.

—Fue culpa mía, me asusté... Estoy seguro que...

Pero no me dejó continuar dándome un largo beso.

—No creo que podamos... Ya lo hemos intentado muchas veces.

—¿Has pensado?... —todavía lo tenía en duda, pues era realmente arriesgado—, ¿Has pensado en decírselo a Kronia?

Ella se sorprendió con mi pregunta.

—No creo que sea buena idea confiar en los dioses.

Y tenía razón, Zero Kronia era un Dios que al principio parecía benevolente, pero después sabías que había algo oscuro con cada pacto que había hecho con un sujeto.

—Entonces... Seguiremos intentándolo.. te juro que formaremos una familia y tendrás un increíble hijo.

—Seguro que será un monstruo como yo.

—No eres un monstruo, eres la cosa más preciosa que he tenido el gusto de conocer.

Ella sonríe, no era la primera vez que le halagaba así, llevábamos unos años casados. Era aún más adorable cuando se sonrojaba.

—Volvamos a casa

Ella asintió y incorporándome, ambos nos teletransportamos a un lugar seguro. Pues en ese desierto mucha gente se ha perdido. Así como civilizaciones enteras fueron sepultadas. Y nadie que conozca quiere pasar un rato más sobre las dunas de él.

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Relatos ahogados en frascos de tinta IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora