Extra 2 - La Nigromante II - Piratas

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Navegaba con mis compañeros en el mar una noche cuando esa cosa apareció. De muchos tentáculos. Ojos rojos y...

Desperté en otro lugar, la gente me miraba como si fuera un objeto. Y de hecho lo era. Un astrolabio para ser más exactos lo único que quedó de mi barco y mi posesión más preciada. Debía ser algo muy importante para ser rescatado, pero la pregunta importante era ¿Qué era exactamente dónde estaba?

Agradecía el poder pensar sin cuerpo, poder mirar alrededor de donde parecía estaba erguido, pero sabía que no era mi época. No es porque me hayan puesto cerca de una ventana, sino por la gente que pasaba por aquí.

Algunos ni me miraban, simplemente andaban mirando un extraño cachivache con luz. Y qué barbaridad, por lo menos dos docenas al día con esa cosa. Otra cosa que me indicaba el estar en otra época era su ropa. No tenía ninguna elegancia y tampoco servía para el mar. Esperaba que estos no fueran los únicos seres humanos que viese.

Un día, un joven se acercó a verme. Y leyó en voz algo que supongo que estaba debajo de mi. "La posesión más preciada de Jack, el calicó. Su astrolabio".

Escuchar esas palabras me puso de tal mal humor que la vitrina que tenía alrededor estalló.

Por desgracia eso no fue bueno para el lugar donde me encontraba y la gente empezó a dejar de venir. Digamos que lo embrujé, pese a que en vida nunca había tenido ninguna magia, no solo había revivido sino que además contaba con poderes. Ojalá me sirvieran para comunicarme con los vivos. De tener labios había suspirado.

Y el por qué de mi enfado también ¿no?

Jack fue mi pareja, ese idiota murió como un perro en la horca, pero pese a su muerte me eclipsaba y el mundo así lo veía. Todos mis logros eran los suyos, incluso muerto habían convertido hazañas mías en las de él.

Si me iba a pasar toda la vida aquí al menos que supieran ¡De quién era esta maravillosa herramienta!... Pero con el paso del tiempo empezaba a olvidar, ni recordaba mi nombre completo sólo Ann y sin párpados empezaba a dormirme.

Entonces de repente abrí los ojos

Tenía ojos. Suena estúpida la frase lo se.

Una mujer extraña de pelo largo grisáceo me miraba bajo una túnica, no era muy vieja, pero algo en el brillo de sus ojos me decía que llevaba siglos en este mundo. Se acercó a mí y se presentó, se hacía llamar Jerona, la nigromante.

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Relatos ahogados en frascos de tinta IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora