43. Abre los ojos

845 101 147
                                    

—¡Santo Dios, Brian!—lo último que recordé fue el grito de Chrissie y parte de la multitud del bar levantándose y hablando entre ellos.  Vi como todo mi mundo se fue abajo en cámara lenta, incluso recuerdo el ruido seco de mi cuerpo golpeándose contra el suelo. Maldición estaba jodidamente ebrio, apenas caí todo se volvió negro solo escuchando, como mencioné antes, las palabras y cuchicheos de los espectadores de mi vergonzoso espectáculo. Quedé aturdido, tirado como un saco de papas, por unos segundos, mierda, tanto alcohol en mi cerebro me dificulta pensar bien. Dios, por poco sufrí de un ataque. Probablemente nos botaron de ahí ¿Me cargaron o me arrastraron...?

No recuerdo cuando fue exactamente que abrí los ojos, pero fue  como resucitar. El clima parecía soleado, los rayos del sol golpeaban mi rostro con la delicadeza de la caricia de una pluma. Vaya...esta resaca no estuvo tan mal, como si hubiera caído dormido viendo una pelicula en la televisión por la tarde y despertara al día siguiente, en algún punto mi mente quedó en blanco, pero no me siento tan enfermo... 

Ah no, espera ¿Qué es ese pitido? No me digas que ya viene...

¡Oh santa mierda mi puta cabeza!

¡Mis piernas!

¡Mis brazos!

¡Puta madre, mi estomago!

¡¿Acaso me atropellaron anoche?

En ese tumulto de dolores penitentes, noté algo particular. Espera, esta casa...se me hace similar. Volteé mi mirada a cada rincón. Esas cortinas maltrechas en las esquinas ¡que probablemente no fueron cambiadas desde la adquisición de la casa que debe datar del siglo pasado! ¡El suelo de madera ligeramente afectado por humedad! ¡una estantería con libros de odontología y revistas para adultos! ¡Un par de botellas de alcohol de dudosa procedencia!

¡UNA MALDITA BATERIA! ¡Todo esto determina que estoy en casa de...!

—Brian Harold May—llamó una voz ligeramente suave pero ronca. Levanté la mirada y lo que vi confirmaron mis sospechas

—¿Roger?

—¡Y resucitó al tercer día según las escrituras!

Su maldita exclamación "ligeramente" aguda perforó dolorosamente mis orejas provocando que me las tapara con una mueca—Ay maldición baja tu voz que siento que mi cabeza va a morir ¡y me duele hasta el alma!

—¿Cómo no? Menuda borrachera que metiste anoche—respondió Roger cruzándose de brazos con esa maldita expresión de superioridad en el rostro. Si no fueras tan adorable te la arrancaría ahí mismo—No sabía si llevarte a mi cama o al hospital. Si gustas puedo resumirte ligeramente los eventos de ayer por si tu amnesia temporal te lo impide recordar: Partiste una banca con tu caída y luego te golpeaste de costillas contra el suelo. Fue un milagro que no vomitaras o te rompieras algo, aunque tienes unos bonitos moretones ahí.—señalo mi pecho, me percaté que mi camisa estaba prácticamente abierta y con unos feísimos cardenales morados con verde en mi piel— Pero no importa, de todas formas, no es que vayas a poder presumir de tu cuerpo, como yendo a la playa, con la tremenda multa que tendrás que pagar por ese banco que te cargaste.

—No me jodas no quiero hablar de eso—me cubrí con una almohada tratando de voltearme para evitar esos asesinos rayos solares pasando por la ventana—Además...¿Qué diablos hago aquí? ¡Si se supone que salí con Chrissie!

No sé si fue mi cabeza embadurnada en cerveza, pero pude notar un leve atisbo de molestia en Roger...¿por qué?—Ella te trajo aquí, genio. Literalmente te fuiste de este plano astral, la única dirección que encontró era la mía. Al parecer me tienes anotado en tu librito...—dijo con una sonrisa maliciosa empezando a balancear un pequeño libro de tapa dura en su mano...

Al desnudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora