Descubrimientos.

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—Debes ser muy famosa entre los demás dioses.

Gabriel sonreía y miraba a Hécate de reojo mientras seguían avanzando.

—No, no lo soy. Esa es Afrodita.

—Ah, su nombre si es sonado en varios lugares, dicen que es una belleza.

—Si, y seguro te hará caso.—La diosa rodó los ojos con algo de fastidio.

—Oh, pero si me lo pides, no la cortejo.

—¿Perdón?

—Ya sabes, podrías ser tú y no ella.

—Ni que estuviera loca.—Aquel comentario la hizo sentir que su corazón dio un vuelco. Sin embargo decidió ignorarlo.

—No lo estás, pero sería normal ceder ante mis encantos.

Gabriel acercó su rostro hacia ella y alzó una ceja al ver que la diosa apartaba la mirada. El sonrojo en sus mejillas era evidente.

—¿Lo ves?—Su sonrisa triunfante hizo enfadar a la diosa, quien le dio un ligero codazo.

Si bien se justificaba con la divinidad de Gabriel, aquello era raro. Nunca se había sentido así y aparte de nuevo, era incómodo. Se sentía vulnerable ante él.

—Seguro estás muy acostumbrado a que las mujeres te den atención y admiración.—Dijo ella.— Sin mencionar que se ve aprovechas muchísimo tu poder divino. ¿Nunca te haz enamorado?

—No.—La expresión de Gabriel cambió, ahora se veía algo serio.—Los ángeles no se enamoran, nunca.

—No sé si eso es bueno o malo.—Respondió ella.

—¿Tú te haz enamorado?—Preguntó él.

—No... no hay mucho para elegir en el inframundo y me mantengo ocupada en mis tareas, así que no.

—Ya veo. Entonces estás ahí abajo todo el tiempo.

—No me molesta, me gusta estar sola.

—Sé que ustedes los paganos tienen dioses para todo, hasta de la primavera.—Gabriel rió un poco.— ¿Qué diosa eres tú?

—Yo...

Antes de que Hécate pudiera responder, frente a ellos apareció al fin la tierra. Hermès empezó a elevarse, Leviathan lo siguió y finalmente Gabriel.

—Vaya que su casa está en el cielo literalmente.

Al pasar las nubes, el Olimpo por fin apareció ante ellos. Sin embargo, Hermès y Hécate notaron la destrucción inmediatamente.

—No puede ser...—Exclamó el joven dios y miró a la diosa.

Ella estaba igual que él de boquiabierta y preocupada. Nunca nadie había causado tal grado al Olimpo. Bueno, sin mencionar a Tifón.

Los cuatro llegaron hasta la mansión de Zeus, en donde se veía a algunos dioses afuera.

Al entrar, se dirigieron directamente a donde estaban Zeus y sus hermanos. Éstos se alegraron un poco al verlos llegar.

—¡Hécate!—Hades se apresuró a ir hasta la diosa y abrazarla.— Gracias a Gea, creí que no llegarían a tiempo.

Gabriel observó al rey del inframundo. Su ropa oscura y ese cabello largo... le pareció algo desaliñado. Sin embargo, parecía tener alguna clase de relación estrecha con la diosa.

Hades y Perséfone. ???? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora