Gabriel.

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Los brazos firmes de Gabriel rodeaban a Hécate. La diosa no podía evitar sentirse nerviosa ante el tacto del Ángel. Pocos eran los hombres en el Olimpo o en el mundo mortal que alguna vez la habían hecho sentir así.

Miró a Hermes, quién no estaba en una situación mejor. El joven dios iba a la par con Leviathan. La mujer, que ahora tenía el cabello rojo, lo miraba con notoria lujuria en sus ojos.

—¿Estás casado?—Preguntó la demonio.

—No... no lo estoy.

—Huh, entonces eres libre.

—Me gusta pensar eso, si.

Era curioso ver cómo el cabello de la demonio cambiaba de color conforme a su estado de ánimo. Aunque a Hermes le gustaba como se veía con aquel tono rojo brillante.

Mientras tanto, Zeus y los demás llegaron al Olimpo, o lo que quedaba de él. Algunos dioses estaban desorientados y heridos, la energía de Behemot parecía lastimarlos, aunque no estaban seguros de si podía matarlos, pero preferían no averiguarlo.

—¿Qué haremos, Zeus?—Poseidón parecía algo preocupado.

—Esto no es nada.—Dijo Zeus.— Estaba distrayéndonos, seguro que no puede pelear contra todos...

—Entonces esto sí es una guerra...—Hestia y Deméter se mantenían cerca de sus hermanos.

—Claro que si, lo fue desde que se atrevió a lastimar a mi esposa y a mi hija...¿las mandaste con madre?—Le Preguntó Zeus a su hermano.

—Si, Dionisio se encargó de eso.

—Al menos... ellas estarán bien

—Esto a ido demasiado lejos.—La voz de Poseidón era seria y parecía estar enojado.— Tenemos que acabar con él ya.

—Creo que esta vez le daré la razón.—Musitó Hades.

—Ya lo sé.—Zeus soltó un ligero suspiro.— Hermès y Hécate deben de estar en camino, solo debemos esperar un poco más.

—Puede que nosotros esperemos, pero no creo que Behemot espere a que tengamos la receta para servirlo en sopa.

Ante aquel comentario de Deméter, los hermanos se miraron y asintieron. Sabían que conforme pasaba el tiempo ambos bandos se verían más vulnerables. Si Hécate volvía con alguna solución, tendrían oportunidad y atacarían sin más, y sino, Zeus esperaba que tanto su padre como los demás titanes estuvieran dispuestos a echarles una mano... aunque lo dudaba.

Leviathan los había hecho parar, pues la demonio decía estar cansada, aunque Hécate sospechaba que era solamente para poder hablar y estar muy, muuuy cerca de Hermès.

El joven dios se veía un poco incómodo ante la falta de espacio personal. Estaban los cuatro cerca del mar, las olas se escuchaban a lo lejos y el viento era salado. Estaban tan cerca y tan lejos.

—¿Estás preocupada?—Gabriel se sentó a lado de la diosa.— Oye, créeme cuando te digo que Leviathan acabará rápidamente con esto. Debes calmarte.

—No lo entenderías.—Respondió amargamente la diosa.— A diferencia de ustedes, si uno de nosotros es asesinado... no vamos a un cielo.

—Oye, Leviathan tampoco iría al cielo si pierde.—Dijo él entre risas. A Hécate no le daba ni gracia.— Vale, vale. Ya se le pasara el encanto por el chico... pero debe probarlo un poco.

—¿Probarlo?

—Claro, ya sabes... ella es muy intensa. Y cuando alguien le gusta así, sólo existen dos opciones.

Hades y Perséfone. ???? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora