Celos.

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Perséfone estaba cuidando del huerto de Hades. El dios se había disculpado un momento, pues al parecer más de una persona trataba de infiltrarse en el inframundo. Pensaba en su beso con el azabache, había sido tan inesperado, pero no se sentía mal por ello, lo había encontrado placentero.

El enorme huerto estaba bastante bien lleno de diferentes arboles frutales, verduras, había incluso flores. Aunque no había visto a nadie estar ahí aparte de ella y del dios. El lugar parecía estar en excelentes condiciones. Llevaba días sin comer, y a pesar de ser inmortal, su estómago estaba acostumbrado a la comida. Le gruñía de vez en cuando.

Aprovechando su soledad, se decidió a comer. Caminó a través de los arboles de frutas, al final se decidió por una granada. Se veían tan grandes y jugosas. Los granitos del fruto le supieron a gloria. Cuando por fin había degustado el fruto, se tumbó sobre el césped y miró el enorme techo de cristal iluminado.

La compañía de Hades era bastante agradable últimamente, pero sin él, el lugar se volvía bastante aburrido y solitario. Perséfone cerró los ojos y se durmió.

Deméter estaba entrando en desesperación. Llevaba ya varios días buscando a su hija y no había ni una sola pista de a dónde podría haber ido.

—No pudo haberse esfumado de la faz de la tierra—La diosa estaba dando otra vuelta dentro de su bosque junto a Hécate.

—He pensado—La diosa de la brujería alzó su vista al cielo—. Creo que podrías obtener respuestas de Helios.

Deméter lo meditó un momento y asintió. Su compañera tenía razón, ¿Cómo no lo había pensado? Helios lo veía todo.

—Es una excelente idea—Confirmó Deméter—. Aprecio tu apoyo, Hécate. Eres una buena amiga.

Ambas diosas caminaron hasta la enorme colina que ocultaba a Helios después de su jornada de trabajo. Al fin, el cielo se llenó de estrellas y se oscureció. Helios estaba listo para marcharse cuando se topó con las diosas.

—Deméter, que maravillosa sorpresa—La voz del dios era bastante apagada.

—Hola Helios—Ambas diosas se miraron entre sí. Helios emanaba bastante calor—. Estoy teniendo dificultades con...el paradero de mi hija. Creí que quizás podrías ayudarme...

El dios solía ser bastante tranquilo, se sintió un poco mal de ver a la diosa con aquella angustia. Estaba seguro de que no le gustaría para nada su historia.

—Bueno—Dijo tranquilamente—. Conozco a tu hija, si. No olvidaría esa melena pelirroja...

—¿Sabes qué ocurrió?—Inquirió Hécate.

—Ese día me encontraba recién levantándome sobre tu bosque. Observé a tu pequeña hija jugando con las ninfas, y como siempre, fueron primero al río a tomar un baño.

—¿Ves a mi hija bañándose?—Deméter alzó una ceja.

—Yo lo veo todo—El dios se encogió de hombros—. Bueno, observé sus juegos un rato—Helios se cruzó de brazos y cerró los ojos, dándole un aire pensativo—. Las ninfas estaban dentro del agua, pero tu hija estaba arreglándose un poco el cabello antes de entrar al agua. Lo ultimo que vi fue que ella desaparecía entre la bruma salida del mismísimo inframundo.

—¿Qué?—Deméter abrió los ojos como platos—. ¿Dices que mi hija a sido secuestrada?

—Así es—Asintió Helios—. Debo decirte algo. Hace unos días escuché una conversación bastante animada y curiosa entre tus dos hermanos; Hades y Zeus. Me parece que tu hermano estaba...interesado en Perséfone.

—¿Hades?—La voz de Deméter sonaba entrecortada.

—Sí. Zeus le dio su bendición.

—¡Esos malditos!—Deméter sintió como la rabia la hacia temblar.

Hécate la sostuvo del brazo unos segundos hasta que la peliazul se dio media vuelta y comenzó a alejarse.

—¡Gracias Helios!—Gritó la diosa bruja mientras seguía a su amiga.

La diosa no había podido imaginar algo así. Pero ahora las cosas tenían sentido. Deméter estaba furiosa, y sabía a dónde tenía que ir.

El rey del inframundo estaba regresando a su palacio. Estaba ansioso por volver a su compañía con la pelirroja. Antes de poder entrar al palacio, se encontró con Mente. La ninfa llevaba el cabello azabache alborotado y caía como una castada sobre su espalda.

—Te estaba buscando—Dijo ella en un tono bastante seductor. Se lanzó sobre él y lo rodeó con ambos brazos.

—He estado ocupado.

—Hace rato que no me visitas, Hades.

—Como dije, estaba ocupado.

La joven frunció el ceño y se separó un poco de él, cruzando sus brazos sobre su pecho.

—¿Es verdad que has traído a una diosa al inframundo?

—Si, está en mi huerto.

—¿En tu huerto? Vaya, entonces es alguien especial—Dijo la ninfa mientras soltaba un bufido y rodaba los ojos.

—Si eso era lo que deseabas preguntarme... tengo cosas qué hacer.

—¡Espera!—Lo sujetó del brazo y lo jaló hacia ella—. ¿Acaso planeas hacerla tu reina?

Hades la miró a los ojos unos segundos. Estaba angustiada, eso era bastante evidente. El dios acarició la mejilla de su contraria con su mano y se inclinó ligeramente para besarla.

—Te veré luego, Mente—Prometió.

Se separó de ella, ni siquiera la dejó hablar. Estaba seguro de que tendría un gran problema con ella, pero sería después. Mente lo miró alejarse y entrar en su palacio.

El dios caminó a través de los pasillos solitarios que guiaban hasta el huerto. Todo estaba en silencio. Tras adentrarse entre los arboles, se encontró con la preciosa imagen de Perséfone recostada sobre el pasto. Esbozó una ligera sonrisa mientras se tumbaba a su lado. La pelirroja se despertó y se alegró de verlo. Él acercó su rostro hacia ella.

—¿Qué haces?—Susurró la pelirroja, apenada.

—Observo tu belleza—Respondió Hades mientras rozaba sus labios contra los de ella.

La diosa contuvo la respiración hasta que él la besó. El beso duró unos segundos, Hades la atrajo hacia el con sus brazos. Perséfone no pudo evitar sentirse muy a gusto. Sus cuerpos encajaban perfectamente y por primera vez desde que había llegado al inframundo, no se sintió sola.

Él le acariciaba el cabello mientras continuaba besándola repetidas veces, cosa que no molestaba a la pelirroja.

—Sé mi reina—Dijo él repentinamente.

La diosa se quedó callada. La propuesta la había tomado por sorpresa y no estaba segura de qué debería decir. Sentía cosas por Hades, eso era seguro, pero ¿Sería lo suficiente como para casarse? El dios sonrió, divertido.

—Aunque ya estás aquí. Ya eres mía.

Hades y Perséfone. ???? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora