Nuestro hogar.

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Deméter estaba junto a su hija y hermano frente a la puerta del inframundo que estaba en el bosque. La diosa llevaba una canasta con bastante fruta, pan y miel.

—Te veré pronto.—Le dijo a Perséfone.—

La diosa fulminó a Hades con la mirada. Si bien prefería tener a su hija con ella, lo cierto era que en las condiciones en las que estaba el dios necesitaba a su esposa con él. Deméter amaba a Perséfone, pero sabía que el corazón de su hija era de su hermano, y nada podía hacer para cambiarlo.

Se dio la media vuelta, y junto a Hécate comenzó a alejarse.

—Estaré con ustedes en un par de días.—Dijo la diosa de la brujería.

—Te esperaremos.—Hades sonrió y la despidió con un ademán.

Los reyes del inframundo entraron y bajaron el montón de escaleras hasta llegar a donde se encontraba Caronte. El barquero los miró con sorpresa y alegría y se apresuró a acercarse a la orilla del río.

—Me da gusto saber que se encuentran bien, señores.

—Y a mí me encanta volver a casa.—Dijo Hades mientras se sentaba dentro de la barca.

El viaje no fue tan largo. Pronto, el castillo se alzaba frente a sus ojos. El barquero se despidió y volvió a través del río.

Ambos dioses entraron a su hogar. Perséfone soltó un suspiro y junto a su esposo se dirigió a su habitación. Los dos se dejaron caer sobre la cama y se miraron.

—Me alegra que esto no haya pasado a mayores.—Comentó la pelirroja.

—También yo, aunque vaya que nos a dado un dolor de cabeza.

Hades sonrió y el corazón de la diosa se encogió. Se apresuró a subirse con bastante cuidado encima de su esposo.
El dios la sujetó por la cintura y su esposa se inclinó para besarlo lenta y apasionadamente.

—Te he extrañado.—Susurró él contra sus labios.

La pelirroja sonrió mientras se incorporaba y se sacaba su vestido blanco que Rea le había dado. El dios sujetó ambos pechos de su compañero y los acarició con delicadeza.

Perséfone cerró los ojos y sintió el calor expandirse por sus mejillas. El dios la jaló con cuidado de sus costados e hizo que sus pechos quedaran sobre su cara, así teniendo acceso a ellos con su boca. Mientras sus manos recorrían con delicadeza la espalda de su esposa, su lengua jugaba con sus pezones.

La diosa comenzó a soltar ligeros gemidos de placer.

Entonces Hades cambió sus posiciones, ella ahora estaba debajo de él.

—Me encantas, Perséfone.—La voz de Hades era un poco ronca y hablaba en un tono bajo.

Ella simplemente sonrió mientras sus manos iban hasta los botones de la camiseta de su esposo y comenzaba a desabrochar uno por uno. Él dejó que su esposa hiciera aquello y finalmente se quito la camisa y el pantalón de vestir que a Zeus le había prestado pues el suyo estaba hecho trizas.

Al fin ambos dioses estaban completamente desnudos.

Las caricias de Hades hacían sentir a su esposa que su piel quemaba. Necesitaba a su esposo, deseaba que la poseyera.

Entonces Hades se acomodó entre las piernas de su esposa. Así ambos se entregaron al amor y la pasión que sentían el uno por el otro.

La pelirroja se quedó dormida del cansancio.
Al pasar un par de horas, Hades salió de la cama. Aunque seguía ligeramente adolorido, el trabajo del inframundo estaba acumulando.

Hades y Perséfone. ???? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora