Orfeo

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Se encontraba sola en el huerto de Hades. Su madre había ya regresado al Olimpo, los dos días que había pasado ahí no fueron los mejores.

Su humor se vio reflejado en las pequeñas flores que con anterioridad hizo crecer en el césped y en la fuente. Estaba con las piernas cruzadas apoyando sus codos contra sus rodillas y su barbilla sobre ambas manos. Solo miraba las flores, y pensaba en su esposo y en cómo reaccionar ante Mente.

Quizás ellos llevaban algo más profundo antes de su llegada, y tal vez Hades se había casado con ella porque tenía miedo a qué dirían los demás si desposaba a una ninfa del río.

Todos los días venideros la joven diosa hizo lo mismo, pasaba el día en el huerto y solo de noche volvía a su habitación, la cual generalmente estaba vacía pues Hades se pasaba el día ocupado.

Estaba deseosa de tener a alguien ahí para ella, y contarle como se sentía. Tenía a Hécate pero... ella también era amiga de su madre y quería evitar más problemas.

Cierto día la pelirroja caminaba a través de los campos, cuando notó un alboroto entre la multitud de almas que vivían ahí. Al acercarse notó una melodía preciosa, casi hipnótica. Los demás estaban al rededor de un hombre joven que vestía de blanco, llevaba consigo una Lira, la cual sonaba hermoso. Era un sonido dulce como la miel, calentaba el corazón y hacía brotar felicidad en éste.

Observó durante unos minutos, hasta que el muchacho terminó y se despidió. Sin embargo varias almas le dijeron que él no debía estar ahí, él era un mortal.

El tema llamó mucho la atención de Perséfone, quien de ente la multitud llegó hasta el joven.

-¿Cuál es tu nombre?-Preguntó la diosa con curiosidad.

Los demás se alejaron un poco, haciéndole espacio a la diosa y haciendo una ligera reverencia.

-Mi señora.-Comenzó a decir el joven.- Usted debe ser la diosa Perséfone, la reina de este lugar.

-Ella misma.-Respondió una de las almas.- Así que muestra respeto y haz una reverencia.

El chico lo hizo como le fue indicado, Perséfone solo asintió un poco y ordenó que todos siguieran en lo suyo.

-Mi nombre es Orfeo, y como dijeron los espectros, soy un mortal.

-¿Cómo llegaste hasta aquí? En el tiempo que llevo con Hades no había visto a mortales en el inframundo.

-Bueno... me gustaría estar aquí solo para tocar mi Lira para semejante diosa.-Dijo el joven mientras ambos caminaban entre los campos.- Pero mi visita no es por eso, mi señora. He venido a hablar con el rey del inframundo.

-¿Hades? ¿Y para que? Claro, si puedes decírmelo.

-Lléveme con él y le prometo que les diré todo.

Al principio dudó, no sabía cómo iba a reaccionar su esposo, pero el joven no parecía llevar malas intenciones.

A Hades ya le habían informado del joven, y esperaba pacientemente sentado sobre su trono.

Se sorprendió un poco al ver que su esposa entraba con aquel individuo. Se portaba amable con el joven, tanto que le invitó algo de comer, sin embargo el chico se negó.

-¿Quién eres?-Preguntó el dios.

-Orfeo, mi señor... y vengo a pedirle me devuelva a mi amada.

La diosa lo miró sorprendida por aquella declaración, miró a su esposo pero él ni siquiera había pestañeado.

-Su nombre es Eurídice, mi prometida. Ella y yo estábamos a punto de casarnos, sin embargo un hombre malvado trató de separarla de mi... mi dulce Eurídice escapó, pero en su huida tropezó con una serpiente, la cual hincó sus comillas en ella y le arrebató la vida...-El chico parecía sincero y muy triste, pero a Hades aquello no le impresionó.

-Así es la vida mortal.-Empezó a decir el dios.- Un ciclo que no debe romperse nunca, o podría crear alteraciones severas. Los vivos le lloran y rezan a sus muertos, eso deberías hacer tú ahora.

-Querido...

Antes de que Perséfone dijera algo más, Hades le hizo una seña de silencio. Miró al chico nuevamente y apuntó a su Lira.

-¿Tocas?

-Si señor, y si me permite, puedo tocar para usted y su reina.

-Adelante.

Orfeo solo asintió e hizo una ligera reverencia antes de comenzar a tocar su Lira. La melodía inundó los oídos del dios, era sublime, nunca había oído algo semejante, era como estar suspendido, nada pasaba, nada dolía, nada preocupaba. Y entonces miró a su esposa, la chica observaba con muchísima atención los dedos del mortal sobre las cuerdas de su Lira.

Con aquel sonido parecía que las cosas vibraban, sus cuerpos, el salón entero. Hades notó en su mujer aquella belleza que siempre había tenido, sus ojos llenos de luces doradas, su piel tan hermosa como la porcelana, su cabello parecía fuego en medio del bosque gracias a su vestido verde. Su corazón dio un vuelco y no pudo evitar acariciar la mejilla de su reina. En verdad estaba enamorado de ella, la amaba y deseaba estar eternamente a su lado.

Pasaron los minutos y la melodía continuó. Hasta que el chico por fin terminó y con algo de ruego en sus ojos miró a ambos dioses.

-Por favor... Eurídice es el amor de mi vida.

Perséfone miró a su marido a los ojos, como una súplica por aquel chico, su corazón era grande y eso también le gustaba al dios quien asintió muy ligeramente.

-Puedes llevarte a tu mujer.-Comenzó a decir.- pero, en el camino debes evitar mirarla. No mires a atrás, esa es mi única condición. Cuando salgas de aquí, podrás vivir con ella plenamente, hijo de Apolo.

El muchacho se vio sonriendo a si mismo de felicidad, hizo una reverencia y esperó a más instrucciones.

-Camina a través de los campos, ella tomará tu mano.

-Gracias señor, y señora. Les estaré agradecido eternamente.

-Anda.-Le animó la diosa mientras sonreía ligeramente.- Buen viaje.

El chico se fue, y caminando a través de los campos notó como alguien lo sujetaba de la mano. Era ella, reconocía su tacto y su voz al llamarle oír su nombre. Camino con la joven durante unos minutos, él quería verla, deseaba ver su rostro nuevamente. Antes de llegar a la última puerta, el joven Orfeo no resistió la intriga y volteó a ver a su mujer.

Sin previo aviso y sin poder siquiera verla, Eurídice se convierte en sombra del inframundo y como si de agua se tratara, se desvaneció de sus manos. Todo había terminado ahí para ella, y con él pesar de su corazón, el muchacho salió del inframundo. Solo.

Mientras tanto, en el salón del trono de Hades, el dios se encontraba cortejando a su mujer, la había sentado sobre sus piernas y había ordenado a todos su guardias salir y no entrar hasta nuevo aviso.

Hades paseaba la yema de sus dedos sobre las mejillas rosadas de su mujer. Ella lo miraba a los ojos con timidez y algo de nervios, y juraría que si se pudiera, Hades la poseería con la mirada.

-¿Qué sucede, mi rey?

-Tú eres, definitivamente lo más hermoso de todo el mundo. Mi reina.

-Eso me halaga.-Dijo ella mientras el rubor se expandía por sus mejillas.

-Creo que para eso he sido yo creado, solo para admirar tu belleza y perfección.

Perséfone no pudo responder nada más, pues su esposo aprisionó sus labios contra los suyos en un tierno y largo beso. Mientras sus manos acariciaban su frágil y delicado cuerpo sobre el de él, provocando pequeñas contracciones dentro de su vientre y estómago. Era como si fuera la primera vez estando con él, y se sentía bien.

-Te amo.-Le dijo ella con mucho cariño.

-Y yo a ti.-Respondió él mientras besaba su frente y la cargaba en brazos, llevándola hacia su habitación haciéndola nuevamente suya.

Hades y Perséfone. ???? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora