Al otro lado.

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Hécate y Hermes llegaron al otro lado del mar casi en la noche, aquella  tierra era diferente, las personas también. Iban disfrazados de mortales.  Tenía que empezar a buscar información sobre Behemot.

El problema fue que cuando preguntaban a las personas sobre aquel nombre, estas simplemente los ignoraban y seguían sus caminos.

—¿Qué haremos?—Preguntó Hermes.

Ambos estaban en una posada, era imposible encontrar información de Behemot.

—No tenemos tanto tiempo, debemos apresurarnos... si queremos tener hogar al que volver.—Hécate estaba bebiendo un té y observaba a todos los que entraban y salían.

—La gente aquí se ve diferente, amables, pero nadie quiere ayudarnos.

La diosa notó una presencia extraña, provenía del segundo piso, sintió algo parecido a la presencia de Behemot. Miró a Hermes, al parecer éste no sentía aquello.

—Iré a echar un vistazo, quédate aquí.—Ordenó ella.

Hécate se escabulló entre las mesas y subió las escaleras de madera vieja. Llevaba una túnica café sobre de acuerdo a la vestimenta del lugar, su cabello rubio y largo estaba suelto y cubría la mitad de su cara. Siguió caminando a través del pasillo hasta llegar al último cuarto de donde provenía la energía extraña.

Dentro, se oían ruidos extraños. Quejidos y movimientos bruscos. La rubia abrió la puerta de par en par, esa energía la llamaba.

Dentro de la habitación había solo una cama, en ésta se encontraba un hombre de cabello negro como la noche con una mujer pelirroja bastante guapa. Ambos estaban teniendo relaciones, pero la entrada de Hécate los interrumpió.

La chica salió corriendo de la habitación mientras el joven se levantaba tranquilamente.

—¿Qué crees que acabas de hacer?—Preguntó él alzando una ceja.

Hécate no sabía qué decirle exactamente, aquel hombre era demasiado perfecto, su cuerpo era como el de Heracles, sus ojos azules como el cielo y su piel parecía porcelana. Tuvo que tragar saliva.

—¿Quién eres?—Cuestionó la diosa.

—¿Quién eres tú?—Dijo él mientras se ponía el pantalón.— acabas de desperdiciar dos monedas de oro que le pagué a esa mujerzuela.

—Lo siento...—Se sorprendió al escucharse a sí misma y cambió rápidamente el tema.— Tú me llamaste... tu energía...

Acababa de decirle la verdad a ese desconocido y no estaba segura de por qué.

—¿Mi energía?—El hombre dejó se fruncir el ceño y retrocedió, un poco confundido.— Ahora si, esto es raro. ¿Quién eres... o mejor dicho, qué?

—Soy Hécate. Ahora dime tu nombre.

—Ooooh, tú no eres de aquí.—El joven cortó distancia rápidamente con la rubia.— Mi nombre es Gabriel, un gusto... diosa pagana.

Hécate noto los destellos dorados en los ojos de su contrario. Aquello significaba que no era mortal, aunque ella ya lo sospechaba.

—¿Eres Leviathan?

—¿Levi qué? ¡Ja! No. Esa mujer es horrible a comparación mía.—El joven acarició el cabello de la diosa.— ¿Acaso quieres morir, guapa? Si buscas a Leviathan, no terminarás bien.

—No busco a... ¿conoces a Behemot?

La expresión de Gabriel ensombreció al oír aquel nombre del demonio.

Hades y Perséfone. ???? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora