Tristeza.

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En el Olimpo, se encontraban Zeus y Hera discutiendo, pues al parecer ella había descubierto una infidelidad de él. Ambos estaban en la sala donde el trono de los reyes del Olimpo se encontraba.

—¿Cómo pudiste? Dijiste que ibas a tratar de cambiar...

—No exageres las cosas, no pasó nada.

—¡¿Que no pasó nada?! ¡Te metiste con una ninfa..! Por Rea...

Zeus puso los ojos en blanco mientras se cruzaba de brazos y se sentaba en su trono. Ambos seguían alegando cuando en el salón entró Deméter. Se le veía muy molesta. Hera y Zeus la miraron, desconcertados pues era un poco extraño verla por allí en esa temporada del año.

—Deméter.—Comenzó a decir Hera—¿Qué haces por aquí..?

—¡Tú!—Exclamó la diosa mientras señalaba a Zeus—¡Conspiraste con Hades en contra mía!

El rey de los dioses no estaba de buen humor como para oír a Deméter quejarse con él, frunció el ceño y se levantó muy molesto de su trono, yendo hasta du hermana.

—¿Que yo conspiré contra ti?

—Le diste a Hades permiso de llevarse a mí hija. La secuestró y ahora está en el maldito inframundo.

—¿Pero qué demonios está ocurriendo aquí?—Cuestionó Hera, un poco desconcertada.

—¿No te enteraste?—La diosa de la agricultura miró a su hermana y después a Zeus— Tu marido y Hades hablaron a mis espaldas sobre mi hija. Él...—señaló nuevamente a su hermano— Aceptó que Hades se llevara a mi Perséfone...ahora está en el inframundo y no puedo sacarla de allí porque a comido una estúpida granada...

—Es suficiente.—Gritó el dios— ¿Cómo te atreves a venir hasta mi palacio para hablarme de ese modo? Tu hija ya es lo suficientemente grande para elegir, y si comió es porque quiere estar con Hades.—Alzó su mano antes de que Deméter pudiera hablar— No voy a discutir contigo también, Deméter. Vete.

Diciendo aquello, el dios se esfumó. Deméter miró a su hermana y frunció el ceño. Si Zeus no iba a arreglarle nada, entonces ella se iría.

La diosa regresó a su mansión en el boque y después de pensarlo y meditarlo durante un buen rato, decidió irse de ahí. Era evidente que Nadie la ayudaría a recuperar a Perséfone. Salió sin rumbo alguno.

Vagó hasta llegar a la ciudad de Eleusis, la esposa del rey Céleo le dio asilo cuidando a sus hijos, cosa que no disgustaba mucho a Démeter, le recordaba un poco la crianza que Pers había recibido de ella.

Las semanas pasaron.

Mientras tanto, en el Olimpo los dioses no podían hacer nada por los mortales, sin la diosa de la agricultura las cosechas simplemente no florecían. Hera presionaba a Zeus contantemente para que arreglara la situación de su hermana.

Al final, Zeus se fastidió después de que ni siquiera sus lluvias constantes dieran resultados sobre la tierra.

—Necesito que me traigan a Hermes, ahora.—Ordenó el dios.

Inmediatamente llegó Hermes, rápido como siempre y se inclinó frente a Zeus.

—¿Me llamabas?

—Busca a Deméter y dile que se apiade de este mundo y de mí, Hera va a volverme loco con sus quejas.

—¿Deméter? Pero no la han visto en mucho tiempo.

—¡Pregúntale a Helios!

Hermes asintió y salió a toda marcha, acudiendo como Deméter anteriormente al sol. Éste le comentó que la diosa que buscaba estaba en la ciudad de Eleusis, afligida por la perdida de su hija Perséfone.

Entonces él siguió su tarea, llegando hasta donde estaba Deméter.

—Mi señora.—Exclamó— Zeus le ruega que por favor vuelva a hacer fértil la tierra, los mortales mueren de hambre.

Deméter miró de re ojo al mensajero y suspiró, ignorando su presencia después de haberlo oído.

Hermes volvió con Zeus rápidamente y le contó lo que había pasado, éste le entregó varios regalos para que se los llevara y así tratar de persuadirla.

Sin embargo, Deméter reaccionaba de la misma manera cada vez que Hermes aparecía entre ella, se negaba a hacer las cosas cambiar si su hija no estaba con ella.

Mientras tanto en el inframundo, Hades preparaba su boda con Perséfone, ella seguía molesta con él, así que no le dirigía la palabra. La ceremonia era algo simple, él le entregaba un anillo de oro, y ella a él uno de plata.

—¿Estas seguro de ésto?—Preguntó Hécate, quien se había quedado allí para ver qué Perséfone estuviera bien.

—Ella me enamoró desde la primera vez que la vi, y nunca he estado más seguro que ahora.

—Bien, si tú lo dices... Aunque espero que ella también lo quiera. No puedes elegir los sentimiento de los demás, Hades.

Diciendo aquello, ella se marchó. Iría a ver a Deméter, pues le tenía aprecio y estaba un poco preocupada de cómo podría sentirse después de todo lo que había pasado.

Hades, dudoso por lo que Hécate le había dicho, decidió salir a los campos Elíseos. Estando allí, se recostó bajo un enorme árbol. Cómo era común en él, se durmió.

Pasando un par de unas horas, Perséfone salió de su cuarto y buscó a Hades, pero no lo encontró, así que le preguntó a uno de los guardias que merodeaban el lugar, aunque nadie sabía exactamente dónde estaba, lo habían visto ir en dirección a los campos. La joven se encaminó a ese lugar, pensando en que, le gustaba estar con él y de cierta manera se sentía atraída de estar allí en el inframundo.

—Despierta, dormilón.

El dios de la muerte notó el peso de alguien sobre su estómago, y medio adormilado estiró sus brazos, atrayendo a la persona que sobre él estaba.

—También te extrañé.—Mente besó la barbilla de Hades, quien la sujetó con fuerza sobre él y la besó sobre sus labios.

—Tardaste.

—Bueno, estaba ocupada.

—¿Demasiado trabajo?

—Un poco.

Hades se quedó mirándola unos segundos y después sonrió. Lentamente bajó los tirantes del pequeño vestido que la ninfa llevaba puesto. Mente, por su parte, se dispuso a desabrochar la camiseta de vestir que el dios portaba.

—Me has descuidado mucho.—Dijo ella mientras hacía un ligero puchero.

—Ya, lo siento. He estado ocupado.

—Si me lo compensas ahora, todo está perdonado.

—Sabes que lo haré...

Después de decir aquello, él la besó nuevamente antes de sacarle el vestido y tirarlo a un lado, sujetando sus pechos entre sus manos y apretándolos con cuidado. Mente soltó un ligero jadeo ante aquello y cerró sus ojos mientras el dios llevaba su boca a uno de sus  pechos, introduciendo su pezón en ésta y jugueteándolo con su lengua. La ninfa gimió bajito ante la sensación y echó su cabeza hacia atrás mientras movía ligeramente su cadera de delante a atrás sobre él.

Perséfone llegó a los campos, éstos eran inmensos así que preguntó a las almas cercanas, algunas de ellas coincidieron en haber visto al dios entrar en una zona con muchos árboles. La diosa se dirigió hacia allá, arrancando un par de bellas flores en el camino.

Habiendo llegado al lugar señalado, Perséfone buscó a Hades, sin embargo, un ligero ruido llamó su atención. Asomó su cabeza sobre los arbustos y curiosa por aquello, notó  algo que la sorprendió. Se acercó y pudo ver con claridad, su sorpresa fue grande ante aquello que vio.

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Hades y Perséfone. ???? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora