Capítulo 14: Las verdades que destrozan el alma

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El Mayoral Martínez y sus hombres me llevaron de vuelta a la Mansión, amordazada como si fuera una esclava a la que podían degradar a su antojo. Culebra recibió las riendas del caballo del Mayoral Martínez y éste me empujó dentro de la casona. En la entrada principal, Yeya corrió a mi encuentro con lágrimas en los ojos. El Mayoral Martínez la apartó con violencia de nuestro camino para seguir avanzando.

Amelia apareció también en la sala alertada por los gritos del capataz de mi padre. La hermana de Ignacio, se colocó al lado de mi madre de cría para sostenerla entre sus cálidos brazos. Ambas mujeres, me miraban con tristeza y una mezcla de dolor.

Todos los esclavos domésticos de la casona fueron testigos de mi bochornoso ascenso por las escaleras. Todos sus ojos estaban en mí, compadeciéndose. ¡Siendo misericordiosos con su maldita lástima!

El Mayoral Martínez nuevamente me empujó por el pasillo hasta llegar al despacho de Igancio Morales. Con la confianza de un perro domesticado por sus amos, entreabrió la puerta de la estancia. Ajenos a nuestro regreso, el vil de mi padre y el crápula de mi prometido hablaban de mí.

—No creo que Victoria acepte casarme conmigo, Marqués—El señor Morales suavizó el nudo de su corbata y revolvió su dorado cabello. Padre caminó nervioso de un lado a otro en la habitación—. Solo puedo cumplir mi parte en este acuerdo si su hija y yo formalizamos nuestra unión. Me estoy quedando sin tiempo. ¡Mi padre me continúa presionando!

—Ella se casará con usted...—Afirmó el señor Esteban demasiado confiado. Ignacio negó con la cabeza y suspiró con resignación—. La conozco bien. Le contaré toda la verdad. Esa verdad por la que me ha suplicado todos estos años. ¡Todo a cambio de que se case con usted!

—¿Cuál verdad es esa, Marqués?—Preguntó su cómplice no muy convencido. Padre había dado en el clavo. ¡Me tenía al borde de aceptar un matrimonio a cambio de la verdad sobre mis tristes orígenes!

Un estremecimiento involuntario tensó mi cuerpo. Abrí completamente la puerta y ambos se quedaron mirándome descubiertos. El señor Morales tuvo la decencia de mostrarse avergonzado, mientras mi padre me miró fríamente para dirigirse a mí con desprecio.

—La verdad por la que esa criatura despreciable me odia. Su prometida quiere saber todo sobre mi asquerosa historia con su verdadera madre. ¿Quieres saber si aún vive? ¿Esa es la verdad por la que estarías dispuesta a casarte, hija?

—Victoria...—Levanté mis manos encadenadas e hice callar abruptamente a Ignacio Morales.

Miré con lágrimas en los ojos hacia el suelo y me armé de valor. Ese era mi deseo, conocer la historia detrás de mi nacimiento. Descubrir el por qué de tanto dolor.

Padre hizo retirar al Mayoral Martínez y nos quedamos los tres en silencio. Después de unos minutos de profunda reflexión, al borde de la ruina total y sin escapatorias, condené mi destino por una verdad que me había hecho miserable durante mucho tiempo.

Era imposible escapar de casa, teniendo a los hombres de mi padre detrás de mi paradero. Había perdido la oportunidad de reunirme con Mariana y escapar juntas hacia el otro rincón del mundo.

—Acepto casarme con usted, señor Morales—El señor Morales abrió los ojos sorprendido y Padre sonrió vencedor. Nunca antes, palabras semejantes habían desgarrado tanto mi alma—. Solo si usted Padre cumple con su parte del trato. Dígame lo que tanto aborrece de mis orígenes. ¿Vive mi verdadera madre?

El Marqués de Urria se levantó de su asiento y sacó una arrugada carta de su bolsillo. La depositó en la mesa de Ignacio y éste la retuvo entre sus manos con cuidado. Esa era la posesión más valiosa de su inexistente herencia.

Victoria (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora