♡
Mi ser estaba vacío. Estaba incompleta de nuevo, perdida. Mariana estaba sentada junto a mí en la enorme cama, leyendo uno de sus pasajes favoritos de la Biblia.
Yo no la escuchaba. Mi mente se había encerrado en un lugar oculto, prohibido. Miré por la gigantesca ventana y pensé en mi bebé perdido. Sabía que en mi interior se había formado un niño, con los ojos de su padre y mi cabellera. Un bebé que me hubiese convertido en la mujer más dichosa del mundo.
Un perturbador ruido silenció las entusiastas y esperanzadoras palabras de Mariana. Ella se volteó hacia la puerta y contempló inmóvil al hombre que había sido mi marido. Tuvieron una pequeña discusión entre susurros y luego mi amiga, protestante salió de la habitación dejándonos a solas.
El traidor de mi esposo caminó lentamente hacia mí. Se sentó en la silla situada a un lado de la cama, para tomar dulcemente mis frías manos. Sin embargo, yo me mantenía encerrada en mis pensamientos, con la mirada perdida observando el hermoso campo de girasoles que cubría la pradera.
A lo lejos, podía verse el banco en donde meses antes Mariana y yo nos sentábamos a contemplar el atardecer debajo del frondoso árbol del acantilado. El señor Morales besó mis nudillos y sostuvo mis manos, acariciando sus mejillas con ellas.
Doña Carlota apareció en un rincón de la habitación y nos contempló con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Me había arrebatado a mi precioso bebé. Un hijo por un hijo, ese era el precio por haberle robado lo que más amaba en este mundo.
Aparté mis esqueléticas manos del cansado rostro de Ignacio y con mis últimas fuerzas me recosté cansada entre las almohadas. Nada tenía sentido ahora con la irreparable pérdida de mi hijo. Mi bebé había muerto y yo con él, en el camino hacia el infierno.
-Perdóname, mi amor...-Sollozó Ignacio, ahogado entre tristes súplicas. Hubiese deseado ese encuentro meses atrás. Mucho antes, pidiendo desesperadamente perdón. Pero como ahora, ya era tarde. Tarde para nosotros, para nuestra familia.
-Es muy tarde...-Cerré mis ojos llenos de lágrimas y el dolor violento de la pérdida se instaló en mi pecho. Me había encontrado, después de recorrer media región en nuestra búsqueda-. Es muy tarde para pedir perdón. Vete... Vete y déjame sola. Quiero llorar a mi hijo.
-¡No!-Dijo nervioso, asustado-. ¡Yo realmente te amo, Victoria!¡Perdóname!-Intentó redimirse, arrodillándose en el suelo-. Lo entiendo ahora. ¡Te amo! He obrado mal. He sido un mal hombre, por eso Dios me ha castigado de esta forma. Podemos recuperar nuestro matrimonio. Todavía, podemos ser felices. He dejado a esa mujer, tenías razón. Tenías todo la razón. Por eso estoy aquí, suplicándote que me perdones y vuelvas a mi lado.
-Un día te darás cuenta de que yo he sido la mujer que más te ha amado en toda tu vida y ese día, será demasiado tarde...-Lancé mi maldición sobre él como lo había hecho el fatídico día en el que había profesado su amor hacia otra mujer. A la vil traicionera que me lo había arrebatado de las manos-. Quiero que te vayas. ¡Ya he sufrido demasiado!-Otra lágrima rodó por mi mejilla, mientras un estremecedor frío se instalaba en mi frágil cuerpo. En el exterior, inesperadamente comenzó a llover. Las nubes de tormenta cubieron el hermoso cielo de la tarde-. ¡Yo perdí a mi bebé! La muerte hubiese sido mejor que esto.
Ignacio lloró desconsoladamente y por primera vez en mucho tiempo no sentí lástima ni pena por él. ¡Se merecía tanto dolor como yo! ¡Se merecía vivir en la misera!
«¡Qué se quede con ella!», deseé con fervor. Ambos se merecían el uno al otro. Eran dos bestias sedientas de poder cuya ambición me había hecho perder a mi hijo. A mi único hijo, al último que concebiría en vida.

ESTÁS LEYENDO
Victoria (I)
Fiksi SejarahBreve Sinopsis: Luego del incendio ocurrido en el Álava, la señorita María Victoria Josefina de los Ángeles Pérez de Urria exiliada durante 8 largos años en un convento, regresa a su antiguo hogar para casarse a la fuerza con un desconocido hombre q...