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La imponente iglesia me asustaba. Estaba parada justo delante de aquella aterradora estructura y no podía avanzar hacia la entrada, dando inicio a la ceremonia. «No podía hacerlo. ¡No cuando entre Ignacio y yo había un abismo tan grande! ¡Ese matrimonio me haría vivir un infierno!»Seríamos desdichados juntos. Nuestro apasionado beso, me lo había confirmado. Estaba totalmente convencida de que él todavía amaba a esa misteriosa mujer. A la tal Margarita.
Las campanas sonaron repetidamente por varios minutos. Era la hora, el momento de aceptar a Ignacio como mi esposo delante de los ojos de Dios y la sociedad. Había esperado tontamente, que Alberto hubiera estado ahí para salvarme.
Nuevamente estaba incumpliendo su palabra y yo era una tonta por creerle. Era mi único aliado en todo el mundo que tenía el poder y la influencia necesaria, para hacerle frente a mi padre y al propio señor Morales.
Un carruaje apareció en el camino como señal divina, levantando una oleada de espeso polvo. Una decena de jinetes de hombres armados lo acompañaban.
El corazón se me detuvo en el pecho al contemplar la figura de Alberto descender de éste con gallardía. Estaba ahí, evitando una boda. Rescatando a la mujer que decía amar con todo su corazón.
A mis espaldas, la voz petulante de mi padre ahuecó mis oídos conociendo mis verdaderas intenciones de abandonar la ceremonia y escapar finalmente con Alberto. Me volteé lentamente, encontrándome con su perversa mirada.
—Este casamiento es lo único que podrá salvarte de un cruel destino...—Me advirtió fríamente, posicionándose a unos metros de mí—. ¡No quieras hacer tu vida el doble de miserable, Victoria!
—¡No tengo por qué aceptar un destino que no merezco...! Yo soy libre, padre. ¡Libre!—Me sequé una escurridiza lágrima del rostro y miré con una sonrisa de gratitud a Alberto.
Simplemente debía correr a sus brazos y subir a su carruaje. El Duque me esperaba con los brazos abiertos, acompañado de una docena de hombres armados que podían hacerle frente a la autoridad de mi padre. A pesar de que no le profesaba a Alberto, el apasionado amor que él sentía por mí podíamos ser felices juntos. A su lado, estaría siempre protegida.
Dirigí mi atención nuevamente hacia mi padre y negué con la cabeza segura de mi decisión. Recuperaría a Yeya y a los esclavos del Ingenio de otra manera. Entre él y yo no quedaba ninguna cuenta pendiente.
Los diecisiete latigazos en mi espalda eran de por sí un castigo severo por cada uno por los negros que se habían sublevado y asesinado a mi hermano Francisco. También, mis años de expiación en aquel miserable convento.
—¡He tratado hacerte entrar en razón! Sabía que ibas a destruir mis planes de nuevo...—Murmuró abnegado.
Levantó una mano y le hizo una seña al cochero que lo había traído desde casa a la ceremonia. Fue entonces cuando vi a un grupo de personas con largas túnicas descender de uno de los carruajes que estaban parqueados de forma estratégica frente a la entrada de la Iglesia. Una anciana mujer se aproximó lentamente a nosotros, una mujer a la que odiaba demasiado.
La hermana Eulalia agarró mi brazo mientras que otra monja me arrastraba a la fuerza al coche. Intenté resistirme con fiereza, mientras luchaba por mi añorada libertad. Fue entonces cuando mi padre, me advirtió del peligro al que se enfrentaba Alberto si se arriesgaba a evitar aquella boda.
—El Mayoral Martínez espera al Duque en la salida del pueblo junto a un grupo de hombres para matarlo... Si te vas con él, vas a firmar su sentencia de muerte—Me dejó saber, dándome un ultimátum.
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Victoria (I)
Ficção HistóricaBreve Sinopsis: Luego del incendio ocurrido en el Álava, la señorita María Victoria Josefina de los Ángeles Pérez de Urria exiliada durante 8 largos años en un convento, regresa a su antiguo hogar para casarse a la fuerza con un desconocido hombre q...