Capítulo 38: El consejo de una amiga

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-¿Victoria, me está escuchando?-Hortensia hablaba conmigo animadamente pero yo no le prestaba atención. Mi mente vagaba el recuerdo de Ignacio y en nuestras últimas noches juntos durmiendo uno al lado del otro-. ¿Es por la carta que has recibido? ¿Tu amiga está bien? ¿Podrás asistir a su boda como te ha pedido?

Tristemente, suspiré presa de la melancolía. Mariana me había escrito una breve carta en la que me daba la dirección de su nueva residencia. Esperaba a inicios del mes próximo su casamiento y deseaba que yo estuviera allí.

El señor Pascualino, dado el incidente ocurrido con Ignacio me entregaba la correspondencia personalmente. Lejos de alegrarme por ella, estaba preocupada por la vida que le esperaba atada a un hombre sin amor de por medio.

-Ojalá fuera simplemente eso...-Confesé pesarosa.

La distinguida señora me miró interrogante, en espera de una delicada confesión. Celé estaba sentada junto a nosotras en la sala de estar, mientras tomábamos un refrigerio. Lalissa también nos acompañaba sirviendo el té para todas las mujeres de la habitación. El pronunciado embarazo de la madre de Francisco, con cada día que pasaba arrojaba sobre mí innumerables preocupaciones.

Esperaba que diera a luz el mes siguiente sin complicaciones mayores, a pesar de lo débil que se mostraba todo el tiempo. Debía mantenerse descansando, lejos de cualquier situación de estrés que pudiera apresurar el parto.

-¿Qué pasa?-Susurró Hortensia, dándome todo su apoyo para que me sincerara con ella. Respiré hondamente y observé el triste semblante de la señora Villanueva, tomando sus manos desesperada-. Sabes que puede contarme cualquier cosa, Victoria. Cuentas con todo mi apoyo siempre.

-Pedí la anulación de mi matrimonio con Ignacio. No lo hemos consumado-Hortensia me miró perpleja. Casi boquiabierta. Dejó su taza de té en la mesita mientras Lalissa se aproximaba interesada por nuestra delicada conversación-. El Duque de Merionte me está ayudando. Abogará por mi frente a la Iglesia. Tengo esperanzas de ser libre nuevamente.

-El matrimonio es una unión sagrada. ¡Es para siempre!-Me acusó benevolente. Bebí el contenido de la taza de té de un tirón y le pedí a Lalissa que recogiera la bandeja. Ella, renuente fue hacia la cocina. Celé se despidió de nosotras para acompañarla, dándonos la privacidad necesaria para tratar el asunto-. Es una locura, Victoria. No obtendrás esa anulación. ¡Es casi imposible!

-Diré que es impotente. ¡Qué no puede consumar el acto!-Me jacté, demasiado victoriosa.

-Toda la ciudad lo ha visto con esa mujer del brazo. Nadie lo va a creer, ni siquiera el sacerdote que los casó frente a los ojos de Dios-Su lógica me hizo estremecer-. ¡Aunque tu antiguo prometido tenga mucha influencia no se si logre deshacer ese vínculo!

-¡Maldita sea!-Gruñí molesta y algo asustada. Sin aquella anulación estaba perdida. Atada al destino fatídico de ser una cornuda de por vida-. ¡No soporto verlo! ¡No soporto tener que dormir con él en la misma cama para no levantar sospechas con mi suegro!-Me quejé insolente.

-¿Cómo dices?-Preguntó sin entender de lo que hablaba.

-Hasta que mi suegro no embarque a España estamos compartiendo alcoba. ¡No he podido pegar un ojo en todos estos malditos días!

-Lo quieres, Victoria. Lo sabes. Intenta seducirlo. No dejes que tu matrimonio se desmorone... El señor Morales, también siente algo por ti-Su consejo me hizo recordar las palabras de Don Fernando la semana anterior a su llegada. Ese irrefutable deseo existente entre nosotros.

-No puedo. Esa mujer está en su vida. ¡La quiere a ella!

-Ya Margarita no está en el pueblo-Dijo abruptamente. Yo me incorporé en el asiento y abrí sin poder creerlo los ojos-. Se fue hace unos días. ¡Ese es el rumor que corre! Los vieron discutir acaloradamente en la plaza de la ciudad.

Victoria (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora