Salimos de la Mansión rumbo a los establos, donde Culebra nos esperaba allí con una pequeña volanta. Nos pusimos en marcha por el estrecho camino que conducía a las plantaciones de caña.
Atravesamos las gigantescas puertas de hierro fundido de la entrada al Ingenio. Dos mulatos claros de cuerpos vigorosos, los nuevos los capataces de las plantaciones de caña, nos abrieron la rejilla para permitirnos el paso. Con respeto, le hicieron un asentimiento al señor Morales al éste saludarlos animado por el recorrido. Evidencié entonces el primer defecto en la gestión de Ignacio como futuro Marqués de Urria si uníamos nuestros votos; su debilidad de carácter con los trabajadores del Ingenio y la lástima por los esclavos.
El Ingenio para que funcionara correctamente debía ser llevado a mano dura. Sembrando el miedo y el terror en la negrada. Esas habían sido las primeras enseñanzas de Padre a Francisco, quien al igual que yo no las tomó muy en serio. Consecuencias que le arrebatarían la vida a mi hermano y la dicha de una familia unida a mí.
Los zurcos de caña aparecieron en la distancia. Nuevas plantaciones, con brillosas y verdes hojas. El tipo de caña más dulce de toda la región. Los esclavos trabajaban en el cañaveral cortando caña y haciendo nuevos surcos con carretas aradas por viejos bueyes.
Eran muy pocos. Se necesitaba para la nueva labor de mucha más fuerza. De esclavos jóvenes y bien alimentados que pudieran doblar el lomo hasta caída la noche.
El señor Ignacio Morales azotó a los caballos y éstos trotaron más de prisa. El aire golpeó mi rostro mientras el sol calentaba la poca piel expuesta que dejaba al descubierto mi vestido negro. Ignacio estaba rebosante de alegría, saludando a cualquiera que aparecía en el camino. Esclavo o colono. Era repugnante. ¡Una maldita función de circo!
El Mayoral Martínez apareció al final del camino con una decena de hombres. Tuve un escalofrío cuando la volanta se detuvo frente a las puertas de las barracas. Desde allí podía oler el desagradable olor a heces y putrefacción.
Mi prometido se bajó grácil de la volanta para luego súbitamente, tomarme de la cintura y hacer lo mismo. Su excedida confianza, carente de mi aprobación era imperdonable. Rodeé los ojos y él me dedicó una media sonrisa.
—Buenas tardes...—Saludó el señor Morales y estrechó todas las manos extendidas. Yo me mantuve al margen, observándolo todo a mi alrededor como un fiero gavilán—. He venido a ver cómo van los montajes de las nuevas máquinas. Mi prometida viene a familiarizarse con el Ingenio y a ser testigo de las reformas llevadas a cabo.
Mi prometido me ofreció nuevamente su brazo y yo lo tomé con recelo. El Mayoral Martínez no apartaba su mirada de mí, ni ninguno de los otros trabajadores. En sus ojos, se notaba el miedo y el horror.
La comitiva de hombres avanzó adentrándose cada vez más en el Ingenio. Se notaba el tenso ambiente que provocaba mi presencia. Ignacio, soltó mi mano para ayudar a uno de los capataces a empujar las compuertas. A mi lado, el Mayoral Martínez contuvo la respiración. Gotas de sudor se formaron en su frente cuando le arrebaté el látigo que sostenía con nerviosismo.
—No tenga miedo, Mayoral Martínez. Hoy no voy a cortarle el cuello. El negro de las perreras tiene bien alimentados a mis sabuesos...—Murmuré con malicia mientras acariciaba el artefacto con mis dedos, sintiendo la aspereza de los contornos del fuerte material.
—¡Por favor, Victoria...! Recuerde el propósito de esta visita—Recriminó Ignacio, escuchando mis inocentes amenazas. Tensó su mandíbula y me miró incómodo. Todos los trabajadores se habían volteado para contemoplarme horrorizados—. Sigamos, se nos hace tarde. Falta la mejor parte del recorrido.
Las puertas del Ingenio se abrieron milagrosamente y el trapiche apareció detrás. Todo era cierto. Estaba completamente reparado.
El techo estaba reforzado con nuevas y fuertes tablas de madera. Habían bisagras de cobre moldeado los cerrojos de las amplias ventanas donde corría el aire transportando los olores de la melaza de la azúcar recién refinada.
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Victoria (I)
أدب تاريخيBreve Sinopsis: Luego del incendio ocurrido en el Álava, la señorita María Victoria Josefina de los Ángeles Pérez de Urria exiliada durante 8 largos años en un convento, regresa a su antiguo hogar para casarse a la fuerza con un desconocido hombre q...