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-No...-Dijo Ignacio tajantemente, cuando Alberto se perdió en una nube de polvo. No me quedé a escucharlo. A envenenarme, con sus reproches egoístas-. ¡No me va a abandonar! ¡No lo hará! ¡Estoy hablando con usted! ¡Míreme!-Su persecución siguió hasta las escaleras. Con delicadeza me apoyé en la barandilla y subí los escalones lentamente disfrutando de su desesperación. Me sujetó por los antebrazos y me sacudió con violencia, pegándome a su cuerpo.
Levantó mi mejilla con brutalidad encajando sus dedos en mi carne. Sonreí cuando vi el verdadero rostro del hombre miserable que era. «¡Uno que a pesar de todo me había hechizado por completo!»
-No me va a abandonar...-Sentenció furioso con dientes apretados. Estaba descolocado, al borde de la locura.
-Lo haré. ¡Alberto ya presentó mi pedido! ¡Es diputado a las Cortes, tiene influencia!-Me jacté divertida.
-¿No le basta el título que ya tiene?¿Qué pretende?-Sin responder a sus demandantes preguntas, me las ingenié para acariciar con las yemas de mis dedos su suave mejilla afeitada.
El señor Morales se estremeció afectado por mi roce. Lo miré a los ojos, empapándome de su penetrante azul. Eran los ojos más bonitos que había visto en mi vida.
-Desde que acepté nuestro compromiso le supliqué para que lleváramos vidas separadas. Sin embargo, me llenó de ilusiones. Me prometió una familia y una vida extremadamente feliz. ¡Solo me he sentido miserable a su lado, viendo como lo abandona todo por una mujer que no lo ama!-Ignacio me soltó abruptamente.
Vi el arrepentimiento apoderarse de sus tensas facciones. Mis lastimosas palabras habían tocado una fibra muy sensible en su corazón. Siempre era eso, arrepentimiento y vergüenza pero nunca había detenido el daño que deliberadamente me provocaba.
-Está bien. ¡Lo acepto!-Murmuró en un susurro bajo. Contuve la respiración, sintiéndome al fin libre. Él se ajustó la corbata y pasó las manos por su alborotado pelo. Luego, algo más calmado me sostuvo la mirada con tristeza-. Voy a convocar un baile en la Mansión para confundir a mi padre. Cuando él se vaya, entonces haga lo que quiera.
-Gracias...-Susurré, sintiéndome mareada y a la vez, indispuesta. De esa forma, iba a acabar todo. Sin el más remoto sentimiento emergiendo entre los dos. Tan fugazmente, como había empezado nuestro matrimonio.
-Solo le pido un último favor...-Yo asentí con la cabeza, dándole el poder de la duda. Ignacio se debatió por instantes-. Finja que me ama sino él se dará cuenta. Parte a España muy pronto junto a mi hermano. Ésta es la última visita que nos hace y temo, que si se entera antes no va a permitir que nos separemos. No cuando sabe, que Margarita ha vuelto.
-Yo puedo fingir, Ignacio. La pregunta es si puede usted...-Levanté una ceja altanera detallando su reacción, al verme irritada por la mención de su amante la cual fue de esperarse. El señor Morales me dio la espalda y se aventuró hacia su habitación para arreglarse para la cena.
Minutos después, con el corazón apretado en el pecho yo también hacía lo mismo. La cena resultó ser bastante incómoda. El señor Fernando hablaba de los nietos que deseaba, mientras le buscaba esposa a su hijo menor. Éste lo esperaba dentro de pocos días en el muelle para partir a España tal y como avizoraba Ignacio.
Iba a llevarse a Amelia consigo y casarla con un buen y respetable hombre. Confiaba en la educación que había recibido a mis manos. Amelia era a la edad de quince años toda una aristocrática señorita de finos modales. Todavía no entendía por qué había confiado su protección en manos de Ignacio, cuando éste la ignoraba en su propia casa.
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Victoria (I)
Fiksi SejarahBreve Sinopsis: Luego del incendio ocurrido en el Álava, la señorita María Victoria Josefina de los Ángeles Pérez de Urria exiliada durante 8 largos años en un convento, regresa a su antiguo hogar para casarse a la fuerza con un desconocido hombre q...