Capítulo 16: El inicio de la guerra entre dos hombres

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Capítulo dedicado a draDianasv por su bendito entusiasmo al leerse esta novela. Gracias por el apoyo, eres genial.



En corto tiempo, Yeya y Amelia arreglaron mi hermoso vestido de forma impecable. Tenía que felicitar a Ignacio por su buen gusto y elección. La prenda era de seda, de un llamativo y soberbio rojo. Irónicamente, mi color favorito. No muchas mujeres se atrevían a modelar con colores tan provocativos.

La mayoría de las damas, preferían el blanco y colores que simbolizaran la inocencia. Yo no era ni remotamente como esas señoritas. Me alegraba que el señor Morales pudiera comprenderlo.

Me probé la prenda frente al espejo y contuve el aliento. Por una fracción de segundo pensé que había vuelto después de mucho tiempo a mi estado original. «¡Qué esa jovencita encantadora y hermosa del pasado que me miraba rebosante de alegría era realmente yo!»

Ma-ma me apretó el corsé y un busto pronunciado sobresalió de mi pecho. Las mangas de encaje tapaban los lugares importantes y yo pude respirar aliviada. Después de vestirme, Amelia me hizo un exquisito recogido y bucles castaños se arremolinaron en mi espalda. Estaba rebosante de vida y felicidad por primera vez en mucho tiempo.

Cambié la perspectiva de mi mundo y vi una probabilidad no tan remota de recuperar todo lo que me había sido arrebatado. Una familia propia, un hogar y una buena posición económica.

Ese matrimonio, podía hacerme feliz. Una única esperanza sembrada en un nuevo comienzo. Iba a dejar el pasado atrás y todo lo malo que había oscurecido mi alma. La correcta decisión de casarme no podía ser tan abominable. Ya todo lo siniestro había sucedido en mi miserable existencia. El corazón que latía en mi pecho era de piedra.

«¿Y si mi matrimonio con Ignacio resultaba? ¿Y si llegábamos a ser felices?», me pregunté de forma honesta al pensar en Alberto y la vida que estaba destinada a compartir a su lado. En su última propuesta al reencontrarnos.

En la tarde, llamé a la puerta de la habitación de Ignacio y esperé ansiosa a que éste respondiera. Cuando Ignacio abrió la puerta y me permitió pasar a la estancia, vestida con su hermoso regalo, me miró impresionado. Estaba perplejo, completamente anonadado.

Por primera vez, me miró orgulloso de que yo fuera su prometida, o eso imaginé. Con esa importante tregua, dejábamos atrás una relación de disputas y crueles ofensas. Le iba a dar una oportunidad a lo nuestro. A nuestro matrimonio y al futuro que nos esperaba.

Alberto no había sido capaz de luchar por lo nuestro de todas formas. El señor Morales, al menos intentaba hacer más llevadero nuestro compromiso.

—¿Victoria...?—Murmuró conteniendo el aliento. Él también lucía perfecto. Llevaba con elegancia un traje negro y un pañuelo en el bolsillo de su chaleco que combinaba con sus ojos—. No pensé que fueras a acompañarme esta noche. Estás hermosísima, casi irreconocible.

—Gracias... Cambié de opinión con tan hermoso regalo—Sonreí a medias y me sonrojé con timidez. Verlo tan guapo, con aquella satisfacción en el rostro me hizo recordar el propósito de mi visita a su habitación—. Ya podemos irnos. El carruaje nos espera.

Victoria (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora