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El resto del día pasó sin ningún otro contratiempo. Evité encontrarme al señor Morales o a mi padre por los pasillos y me mantuve encerrada en mi habitación. La modista del pueblo y Amelia trabajaban ajustando el vestido de novia a mi talla en la pequeña sala de mi habitación. Yo me mantenía ajena a su labor, leyendo un interesante libro de Botánica. Sin embargo, no podía concentrarme en la lecturaLa cruda confesión de Alberto no salía de mi cabeza. El encuentro de Ignacio a mis espaldas con otra mujer. De seguro, mi prometido se había citado con Silvia en el pueblo para explicarle cosas que yo misma desconocía. Hablar sobre nuestro matrimonio o de la tal Margarita, la sombra de una amante sin rostro.
Mi prima Ramona y la condenada mujer eran amigas, por lo que la había invitado a pasarse una temporada en la ciudad. Se habían conocido en un viaje de mi familia paterna a La Habana para visitar a mi enferma abuela Anastasia. En ese tiempo, el señor Morales era el encargado de cumplir con el testamento y últimos deseos de mi abuela. De ahí, que todos se conocieran. Eso era lo poco que había podido averiguar.
Culebra había acompañado al señor Morales en todos sus viajes y me había confiado el secreto luego de mis persuasivas preguntas. O quizás más bien, amenazas.
—El señor Fernando Morales visitará la Mansión, señorita Victoria...—Murmuró Amelia entusiasta, mientras regresaba a mi habitación sosteniendo grandes cajas—. ¡Ha llegado esto por correo! ¡Es un regalo!
Enarqué una ceja y desvié la mirada del libro que sostenía en mi regazo. Contemplé a la hermana de Ignacio con evidente sospecha. Ella, más emocionada que yo por mi boda comenzó a abrir las cajas.
La modista, una señora elegante que rondaba la treintena y comenzó a ayudarla, sacando un enorme velo y otros complementos adicionales para el vestido. Ante mi evidente desconcierto en cuanto a quien era el hombre del cual me hablaba, Amelia intentó aclarar la identidad del pariente de Ignacio por su renombrado apellido.
—¡Es su futuro suegro! Viene para asistir al casamiento. ¡Estará encantado de conocerla!—Parloteó la jovencita.
Cerré abruptamente mi libro y la miré algo molesta. Cada vez que escuchaba aquella palabra "casamiento" que sepultaba la libertad de las mujeres, colapsaba. La rabia emergía mí a veces incontrolable.
«¡El matrimonio era una cárcel mucho peor que la soltería para las mujeres en una sociedad como aquella! ¡Mezquina y cruel con el sexo femenino!»
—Y dígame... ¿Cómo es su padre? ¿Tan altanero y miserable como su hijo?—Exclamé con desdén.
La modista abrió los ojos asombrada y Amelia me dio un pellizco, impidiéndome seguir hablando de la honra de mi futuro marido. Me carcajeé con gracia al contemplar los rostros constreñidos de ambas mujeres. Amelia era una muchacha muy dulce que todavía no estaba acostumbrada a mis ironías.
Sin embargo, alguien carraspeó desde la puerta. Tragué el nudo que se instaló en mi garganta al ver a Ignacio todo imponente, vestido de forma impecable con trajes hecho a la medida.
—Mi padre es un caballero, señorita Victoria—El señor Morales se abrió paso por la habitación y contempló el trabajo de la modista del pueblo y de Amelia con los ajustes del vestido de novia—. ¿Pudiéramos hablar un momento a solas?—Preguntó con suavidad. Las dos mujeres hicieron amago de retirarse pero el señor Morales las detuvo—. ¿Me acompaña en un paseo por los alrededores?
—¡Qué otra opción tengo!—Ironicé con evidente sarcasmo. A Amelia se le escapó una risilla que Ignacio sofocó con una mirada austera.
Dejé mi libro en una pequeña mesita y alisé mis estrujadas faldas. Iba a ser una paseo aburrido en compañía de Ignacio. Él me ofreció su antebrazo y yo lo desprecié.
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Victoria (I)
Narrativa StoricaBreve Sinopsis: Luego del incendio ocurrido en el Álava, la señorita María Victoria Josefina de los Ángeles Pérez de Urria exiliada durante 8 largos años en un convento, regresa a su antiguo hogar para casarse a la fuerza con un desconocido hombre q...