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Pov Ava

Daven se estaba esforzando para que yo volviera a sentirme cómoda pero la realidad era que me sentía como una carga para él. Habían dos cosas que me causaban vergüenza por sobre el resto: que me había visto en ese estado y que se había peleado con su familia. Yo jamás había querido causar conflictos entre ellos pero no iba a dejar que insultaran a mi familia, a mi madre. Si bien, la Sra. Falcom podía ser algo molesta cuando quería, era una gran mujer y yo no iba a permitir que le faltaran el respeto.
 
— ¿De qué sabor quieres tu helado? — Me preguntó en voz baja.
 
Desde que nuestros zapatos había hecho contacto con el huelo de la calle y posteriormente de la heladería, no nos habíamos separado. Sus brazos se encontraban abrazándome sobre los hombros y los míos por su torso, evitando mayores incomodidades que las que había al caminar.
 
— De chocolate. — Murmuré con la mejilla recargada en su pecho.

— Muy bien. Uno de chocolate y otro de coco. — La chica que se encontraba detrás del mostrador comenzó a servir nuestros respectivos pedidos sin dejar de sonreír.

— Aquí tienen. — Nos extendió los barquillos y mientras él los sostenía yo me adelanté.
 
Había golpeado el mostrador con más fuerza de la necesaria y todo para que él no pagara los helados.
 
— No. — Hizo el ademán de tomar su billetera.

— Lo siento querido, muy lento. — Me burlé sutilmente, posicionándome detrás de su cuerpo y colocando mis manos en sus costados para que se moviera. — Se derriten.

— Veo que ya estás más animada. — Me observó por el rabillo del ojo antes de escoger una mesa.

— Se puede decir que sí. — Dejé de tocarlo para tomar mi helado y sentarme frente a él en una pequeña mesa al fondo del local.

— En el baño…— Murmuró. — ¿Te dijo algo?

— Solo defendió a tu mamá. — Asintió lentamente.

— ¿Quieres? — Me ofreció de su helado y no pude evitar desconfiar.

— Me vas a ensuciar. — Comenzó a negar con la cabeza mientras una sonrisa aparecía en sus labios. Parecía un niño planeando una travesura.

— No lo haré. — Sus ojos se desviaron a la servilleta que iba a usar pero su ceño se frunció y la arrugó. — Pourquoi je veux son numéro si j'ai le tien?
 
*Pourquoi je veux son numéro si j'ai le tien?: ¿Por qué quiero su número si tengo el tuyo?*
 
— ¿Qué ocurre? — Su rostro se había vuelto muy serio, lucía molesto. — ¿Qué es eso?

— Una servilleta. — Murmuró. — Retomando mi pregunta, ¿quieres?

— No me ensucies. — Le advertí. Él volvió a negar y me acercó su barquilla.

— Los colores oscuros te quedan bien pero los claros… Pup. — Aquel dichoso “pup” lo había emitido cuando el helado de coco había impactado contra mi boca y nariz. — Tellement mignon et câlin.
 
*Tellement mignon et câlin.: Tan linda y tierna.*
 
— Sabía que me ibas a ensuciar. — Refunfuñé. — Acércate y prueba este helado, Sr. P.

— A ver, chica para nada vengativa. — Murmuró juguetón. — Has tu magia.

— Bibbidi bobbidi boo. — Canturrié mientras acercaba el postre a su boca y hacía un poco de presión para que se embarrara los labios y la punta de la nariz. — Oh, te ves realmente adorable.

— Je préfère que vous me voyiez comme attirant, mais bon, je vais me contenter de ça pour le moment. — Habló entre suaves carcajadas.
 
*Je préfère que vous me voyiez comme attirant, mais bon, je vais me contenter de ça pour le moment.: Preferiría que me vieras atractivo, pero bueno, me voy a conformar con eso por ahora.*
 
— ¿Me das una servilleta? — Pregunté con fingida timidez.

— No. — Su respuesta había sido igual de rápida que su mano, había tomado las servilletas para ocultarlas de mí.

— Te dio su número. — Aseguré burlona. — Vaya, vaya. Al parecer eres irresistible.

— Que graciosa eres, es una lástima que tengamos una servilleta menos. — Separó la escrita de las que se encontraban limpias. — Ten, con la otra te mancharás la nariz.

— Gracias, Davencito. — Me limpié rápidamente e hice lo mismo con el chico que no tenía intención de sacarse el chocolate del rostro. — Dijiste que después del aniversario me dirías el significado de las cosas que dices en francés.

— ¿Qué es lo que quieres saber, Avacita? — Después de algún tiempo en el que intentó deshacerse del número de la chica que nos había atendido, logró hacerlo sin que ella se percatara.

— En estos momentos y por obvias razones no lo sé pero…— Lo señalé con mi dedo índice. — Desde este momento todo lo que digas o murmures tendrá que ser traducido al español y no podrás inventar nada.

— Oka…— Alargó un poco las vocales.

— Promételo. — Alcé mi meñique. — Pinky promise.

— Ya estamos algo grandes para eso, ¿no crees? — Sus verdes ojos me observaban como si buscara algún rastro de broma en mí. — No puedo creer las cosas que hago… Pinky promise. — Su meñique se entrelazó con el mío y nuestros pulgares se unieron.

— Espera. — Ordené mientras sacaba mi teléfono.
 
Él sabía perfectamente lo que iba a hacer, no era la primera vez que lo hacía esperar para traducir algo.
 
— Merci, Sr. Manchot. — Asintió complacido.
 
*Merci, Sr. Manchot.: Gracias, Sr. Pingüino.*
 
— Vamos, quiero llevarte a dar un paseo antes de ir a tu casa. — Me extendió su mano para ayudarme a levantarme y la tomé sin dudarlo. — Próxima parada, el parque.

— ¿Nos subiremos a los columpios? — La pequeña niña que había en mi interior deseaba columpiarse durante toda la noche.

— Haremos todo lo que quieras. — Asintió levemente, abriéndome la puerta del local para que saliera.
 
Volvimos a subirnos al auto y a comenzar un nuevo viaje, en esa ocasión hacia el parque. Durante todo el camino nos mantuvimos hablando sin parar, la escuela, nuestras familias e incluso nosotros mismos, fueron algunos de los temas que llegamos a tocar.
 
— ¿A cuál parque vamos? — Pregunté burlona después de que habíamos pasado por el segundo y no nos habíamos detenido.

— Dijiste que querías que nos subiéramos a los columpios, busco uno que tenga. — Él estaba muy concentrado en ello y a mí me pareció el chico más tierno que podría existir.
 
Era definitivo, la chica que estuviera a su lado sería una afortunada.

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora