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Pov Ava

Daven me esperaba afuera del baño mientras yo terminaba de acomodar mi traje de baño. No era la primera vez que utilizada uno y el que tenía puesto no era de dos piezas pero aun así estaba nerviosa.

— Ava, ¿necesito llamar a una ambulancia? — Preguntó, él había hecho todo tipo de preguntas para que su espera fuera un poco menos tortuosa.

—No, ya salgo. — Me observé una última vez en el espejo y abrí la puerta. — Ya.

Daven hizo un gesto que no esperaba, se cubrió la boca con su mano y giró la cabeza hacia el lado opuesto. ¿Me quedaba tan mal? ¿Qué le ocurría? No lo sabía pero que me hubiera tomado la mano para llevarme a la playa no había hecho que las preguntas se fueran de mi cabeza.

— Esprit froid, esprit froid. — Murmuró cuando salimos de la cabaña.

*Esprit froid, esprit froid.: Mente fría, mente fría.*

— ¿Estás bien? — Detuve mis pasos y tiré de su mano. — ¿Qué te ocurre?

— Nada, no sé de qué hablas. — Su boca decía una cosa pero sus ojos evitándome me indicaban otra.

— Me evitas. — Murmuré.

— No lo hago, Sra. P. — Sí que lo hacía.

— Como digas. — Caminé un poco hasta detenerme al frente de la casa de campaña, necesitábamos toallas y era allí donde estaban.

Si mal no recordaba, las toallas debían encontrarse en una esquina cerca de la entrada. Me coloqué en posición de gateo, con la mitad de mi cuerpo adentro de la casita de color verde y tomé el par de toallas que se encontraban perfectamente dobladas.

— Daven, pórtate bien y ella te mantendrá en su corazón. Pórtate mal y te golpeará. — Murmuró. — Mon Dieu, regarde de l'autre côté. Je suis un pervers.

*Mon Dieu, regarde de l'autre côté.: Dios mío, mira para otro lado.*

*Je suis un pervers.: Soy un pervertido.*

— Ten. — Le lancé la suya y la tomó en el aire.

— Gracias. — Murmuró.

El sol quemando nuestros hombros y la arena haciendo lo mismo con nuestros pies, nos obligaba a llegar prácticamente corriendo al mar. El agua estaba fría, cosa que contrastaba con el ambiente y temperatura afuera de ésta.

— Esto si es vida. — Susurré encantada.

Daven había vuelto a ser él, alegre, juguetón y para nada evasivo. Al parecer solo había necesitado entrar en contacto con el agua para que su actitud extraña desapareciera.

Mientras yo nadaba y disfrutaba del agua, llegó un momento en el que el Sr. P se posicionó detrás de mí, siempre manteniendo un pequeño margen de distancia. Él me sonrió pero estaba tenso y su mirada se quedaba fija en algo que se encontraba a mis espaldas.

— ¿Qué ocurre? — Pregunté en voz baja para que solo él pudiera escucharme.

— Te dije que era un poco celosillo. —  Murmuró. — Hay un chico que está intentando acercarse... a ti... frente a mis narices.

— Creo que eso de "celosillo" es muy poco para describirte. — Me giré un poco para ver lo que él llevaba observando hacía algún tiempo.

— Tal vez. — Bajó su rostro hasta mi hombro izquierdo y lo besó repetidas veces. — Tal vez me estás volviendo loco.

— Tal vez ya lo estabas y se ha hecho notable. — El brillo travieso en su mirada me observaba desde la altura de mi hombro.

— C'est peut-être parce que je suis amoureux. — Aprisionó mis labios con los suyos, mordiendo suavemente mi labio inferior cuando se disponía a separarse. — Vos lèvres sont ma dépendance.

*C'est peut-être parce que je suis amoureux.: Tal vez sea porque estoy enamorado.*

*Vos lèvres sont ma dépendance.: Tus labios son mi adicción.*

— Estás aprovechándote mucho pero no te confíes, puede que pronto quiera saber lo que murmuras en francés. — Hablé juguetona, sabiendo que ya no tenía problemas con traducirme lo que decía en otro idioma.

— ¿Qué obtengo yo a cambio? Soy un traductor con piernas pero no veo mis recompensas. — Parecía más relajado y debía ser porque el chico que se encontraba detrás de mí había desaparecido.

— ¿Qué quieres como pago? — Alzó los hombros como si le restara importancia al asunto.

— Para ser sincero, tu compañía es la mejor recompensa de todas así que me doy por satisfecho. — Su ternura anulaba cualquier oportunidad para decir una broma.

— Eres todo un amor. — Murmuré, apretando sus mejillas para que sus labios sobresalieran en una mueca. — Cuac. — Me burlé.

Estuvimos alrededor de una hora y media en el mar, chapoteando o nadando, siempre juntos. Luego de llegar a la conclusión de que ambos ya habíamos tomado demasiado sol, salimos de allí en dirección a la cabaña.

Mientras él se bañaba y cambiaba en el baño más lejano, en el segundo, yo hacía lo mismo en el primero. El tamaño del baño era una exageración, más aún cuando era comparado con mi tamaño.

— A... A... Ava, A... A... A... Ava. — Canturreó desde el otro lado de la puerta.

— Daven, ¿de verdad? — No sabía cómo lo hacía pero siempre lograba molestarme desde afuera. No importaba que tan complicado fuera lo que tenía que hacer o cuán lejos tuviera que ir, siempre lograba estar recostado en la puerta de madera para hacer preguntas o canturrear. — Pareces el hijo que no he tenido.

— Sería extraño que besaras a tu hijo, ¿no crees? — Bromeó.

— Morboso. — Abrí la puerta pero ésta fue cerrada casi al instante y cuando volví a intentarlo, ocurrió lo mismo. — ¡Daven!

— De acuerdo, ya paro. — Dijo entre risas. — Vayamos a preparar la comida, muero de hambre.

— ¿Vayamos? — Pregunté, dándole un caderazo. — Me toca hacer el almuerzo.

— Podría ayudarte. — Sugirió.

— Podrías pero no, ahora te toca estar sentadito. — Coloqué las manos sobre sus hombros, lo guie hasta la silla e hice un poco de presión para que se sentara.

Estaba sacando de la nevera todo lo que iba a necesitar para el almuerzo del segundo día. Teníamos un pollo que él al final había tomado por si acaso, más carne y otros tipos de alimentos como verduras, mariscos que jamás iba a utilizar e incluso frutas.

— Ahora que lo veo, eres un exagerado. — Hablé lo suficientemente algo como para que me escuchara con claridad. — Hiciste la compra para un mes.

— Lo que sobre lo donaremos pero cuando te invité a pasar tres días conmigo, en mis planes nunca estuvo que pasaras hambre. Así que si mi exageración evita que mi chica se muera de hambre, entonces soy un exagerado. — Dijo con orgullo.

— ¿Soy tu chica, Daven? — Al principio pareció no comprender el motivo de mi pregunta pero luego de unos pocos segundos su rostro cambió de colores.

— Oficialmente no. — Intentó recomponerse mientras se ponía de pie y me daba la espalda. — Pero pronto. — Dicho eso, salió de la cocina a toda velocidad.

No era oficialmente su chica pero pronto... ¿Cómo se suponía que debía reaccionar a eso?

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora