Extra 03

425 39 5
                                    

Pov Daven

En mi vida solo había estado tan nervioso en muy pocas ocasiones y todas siempre eran por una misma chica. La primera vez había sido cuando le había dicho entre líneas que me gustaba y que era mi meta. En segundo puesto se encontraba la ocasión en que la había llevado al aniversario. La tercera vez fue cuando tuve que cumplir mi promesa y traducir lo que había dicho. En cuarta posición estaba el día en que le pedí que se casara conmigo y por eso, la quinta ocasión era la boda. Por último, se encontraba el momento en el que realmente creí que me desmayaría peor que también, fue el más feliz de todos, el nacimiento de Theseus.

Todas y cada una de esas veces el nombre de Ava estaba ahí, ya fuera porque todas mis decisiones importantes tuvieran que ver con ella o porque estaba dando a luz a nuestro hijo. Sin embargo, hubo una nueva experiencia que se añadió a la lista y esa fue la adquisición de una casa, nuestro hogar.

Estaba muy nervioso y no porque Ava fuera de gustos difíciles sino que mi esposa no iba a ver solo por sus gustos, sus decisiones serían por el bien de Srto. P.
 
— ¿Falta mucho? Theseus está muy inquieto. — Murmuró Ava.
 
No era el único, todos estábamos así aunque cada cual por motivos diferentes. Yo quería una casa grande para que él pudiera correr y jugar por todas partes y Ava también lo quería pero tenía una clausula y esa era que debía tener un jardín.

Aunque no lo dijera sabía porqué, ella tenía muy buenos recuerdos en el jardín de sus abuelos y quería que Theseus también los tuviera en nuestra casa.
 
— No mucho, algunos cinco minutos quizás. — Quizás, una mala elección para intentar explicar que no faltaba mucho.

— ¿Quizás? — Preguntó con ambas cejas alzadas.

— Mala elección de palabra. — Me excusé. — Estoy calculando mentalmente pero estoy seguro de que no faltan más de cinco minutos.
 
Mentira. Sí faltaban más de cinco minutos y ella me lo había hecho saber desde que ese tiempo había pasado.
 
— Ya. Llegamos. — Sentí alivio cuando bajé del auto porque sabía que mi cuello ya se encontraba seguro. — Te dije que eran cinco minutos.

— Sí pero no dijiste que esos cinco minutos se tenían que multiplicar por cinco. — Ella golpeó mi hombro suavemente cuando abrí su puerta.

— Mi culpa. — Bajé a su altura para besar castamente sus labios. — Perdóneme la vida, Sra. P.

— Queda perdonado, Sr. Cinco Minutos. — Murmuró burlona.
 
Eso era una de las cosas que más me encantaba de Ava, ella podía parecer aparentar estar molesta pero realmente no era así, solo molestaba. Para que Preciosa se enfadara debía ocurrir algo muy constante.
 
Pov Ava

La detestaba. La mujer que intentaba vendernos la casa se había vuelto mi primera y única enemiga.
 
— Sr. White, creo que le gustará la segunda planta. — Le habló esa mujer mientras volvía a acariciar su brazo.
 
Eso había estado ocurriendo desde que habíamos llegado a la propiedad. En un principio había creído que era un accidente o algún estúpido error pero no, en toda la hora no había dejado de hacerlo y él no le decía nada.
 
— ¿Qué ocurre? ¿No te gusta? — Me preguntó Daven.
 
La casa era preciosa pero esa bruja y Davencito estaban logrando que le dijera que no.
 
— Te diré una cosita…— Sonreí falsamente mientras tiraba de su brazo para que ella no nos escuchara. — Si vuelve a hacerte así. — Acaricié su brazo y reí, imitándola. — Y tú no haces nada… Voy a dejarte calvo y a ella también.

— ¿Qué? Pero si no está haciendo nada. — Murmuró confundido.

— No soy estúpida, Daven. — Estaba tan molesta que ni siquiera había podido apreciar bien la dichosa casa. — Sostén a Theseus y comprarla si quieres pero si toca a mi hijo, eres hombre muerto.
 
Tomé mi cartera y salí de ahí para sentarme en el auto y esperar.

No me gustaba sentirme así y mucho menos me agradaba la situación. No era una persona desconfiada pero tampoco era estúpida y sabía perfectamente lo que ella estaba haciendo. Si Daven estaba dispuesto a permitírselo por mí estaba bien pero que lo hiciera sin que yo estuviera frente a ellos y casada con él.

Tal vez podría verme como extremista o una esposa celosa pero así era yo y no me iba a chupar el dedo mientras observaba.
 
— ¿Ya te calmaste? — Preguntó su voz a mi lado.

— ¿Dejaste de ser la barra de pan? — Murmuré con acidez.

— Lo que sea que está pasando por tu loca cabeza, no es cierto. — Solo había bastado con una sola mirada para que entendiera que no estaba jugando. — De acuerdo… Sal del auto y hablemos.

— Si me vas a decir que no es lo que creo, mejor ahórratelo porque no soy ciega. — Las comisuras de sus labios habían comenzado a elevarse aunque él intentara parecer serio.

— Ciega no pero sí celosa. — Tomé a Theseus en brazos y comencé a acariciar sus mejillas.

— No soy celosa. — Murmuré.

— No, claro que no. — Se burló. — Escucha, vamos a analizar esto. ¿Cuántos años llevo enamorado de ti? Creo que eso es más que suficiente como para saber que no voy a dejar de adorarte solo porque una vendedora es excesivamente amigable.

— No es excesivamente amigable, te está coqueteando. — Alzó los hombros como si le restara importancia al asunto.

— Pero a mí no me interesa otra mujer que no sea mi esposa. No volveré a dejar que se me acerque o toque si eso es lo que te hace desconfiar de mí pero jamás dudes de mi amor y lealtad hacia ti. ¿De acuerdo? — Asentí levemente. — ¿Quieres seguir viendo la casa o nos vamos a buscar otra?

— Quiero ver la casa a solas. — Asintió repetidas veces mientras sonreía.

— De acuerdo, vayamos a decirle que queremos recorrerla solos. — Me tendió su mano y esperó a que la tomara para ayudarle a salir.

— Te amo, jamás lo dudes. — Besó castamente mi frente. — Mis ojos solo te observan a ti. — Depositó un casto beso en mi nariz. — Y mi corazón solo late por ustedes, mi esposa e hijo…— Bajó sus labios hasta los míos y no los liberó hasta que faltó el aire. — Solo por mi Sra. P.

— Lo siento, no debí comportarme así. — Susurré.

— No, soy yo quien debe disculparse por no darte el respeto y lugar que mereces. — Volvió a besar mis labios. — No volverá a ocurrir mi amor.
 
Al final Daven había cumplido con su palabra, se había mantenido cordial y distante de esa mujer y a ella le había quedado claro que no iba a poder meterse en nuestra familia.

La casa era preciosa y por fin había podido ver cada rincón de ella, hasta el lugar más pequeño y recóndito.
 
— ¿Qué te parece? — Preguntó sonriente mientras se recostaba en el marco del último cuarto. — ¿La hacemos nuestro hogar?

— La hacemos nuestro hogar. — Aseguré.

— Este será su habitación, ¿cierto? — Asentí sonriente.
 
Aquella habitación iba a ser de Theseus y estaba segura de que le encantaría cuando fuera más grande. Era espaciosa, tenía unas preciosas vistas y ahí podía hacer lo que quisiera, perfecta para un niño que tendría un caos de juguetes y para un adolescente que querría privacidad y su propio espacio.
 
— Este es el lugar. — Le susurré a mi pequeño que se encontraba entre mis brazos mientras observaba el gran jardín frente a nuestros ojos. — Nuestro hogar.

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora