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— ¿Profesora? — La mujer se giró hacia mí con la confusión reflejada en el rostro. — ¿Usted no debería estar con Ava?

— ¿Con Ava? — Frunció el ceño y comenzó a negar. — No, no tenía nada pendiente con ella. ¿Por qué?

— Ella estaba esperándola. Le… Le dijeron que usted…— Volví a girarme para observar a Grecia pero ella ya no estaba. — Maldición.
 
Comencé a correr como un demente hacia donde se suponía que ella debía estar, la oficina de la profesora. No me interesaba si chocaba con alguien o si me llamaban, mi único objetivo era asegurarme de que ella estuviera bien.
 
— ¿Has visto a Ava? — Le pregunté a Víctor tan pronto se cruzó en mi camino.

— No. Sus cosas están frente a la oficina de la profesora, ¿por qué? — Ni siquiera respondí, fui directo hacia las pertenencias de la Sra. P.
 
Su mochila, libros y teléfono se encontraba ahí, todo menos ella.
 
— ¿Dónde estás? — Murmuré para mí mismo.
 
Tomé su teléfono para evitar que “casualmente se extraviara” y comencé a recorrer la escuela. Aquella chica tenía algo que ver, estaba seguro de eso pero de nada me servía si no sabía dónde estaba Ava.

Comenzaba a alterarme más de lo que ya estaba, iban a ser las tres de la tarde y no tenía idea de dónde comenzar a buscar.
 
— ¿Dónde una persona cruel llevaría a otra? — Me pregunté mientras abría todas las puertas por las que pasaba. — Si mi hermano supo el temor de Ava, esa chica debe saberlo también…
 
Cambié el rumbo de mis pasos para concentrarme en los lugares oscuros o solitarios de toda la escuela. No estaba en el armario del conserje, tampoco en el baño cerrado por reparaciones y mucho menos en los salones que no tenían grupo.

Mis pasos se detuvieron frente a una estructura bastante grande y solitaria que siempre estaba en penumbras, el gimnasio. Ingresé a él causando un gran estruendo para avisar a todo aquel que estuviera allí que alguien más había ingresado.

Leves golpes y voces ahogadas llegaban a mis oídos pero no podía definir de dónde salían. A oscuras e intentando no caerme, llegué hasta el interruptor y encendí la luz. No me gustaba el deja- vú que había tenido, buscarla, encender la luz y quedar cegado por segundos no era agradable.

Otro golpe leve y al igual que las voces, mucho más bajos que los anteriores.
 
— ¿Ava? — Pregunté tan alto como me fue posible.
 
Silencio, voces ahogadas y nuevamente el silencio.

Recorrí todo el lugar en búsqueda de la Sra. P pero ahí no estaba, era como si todos los ruidos y voces fueran creados por mi cabeza. Sin embargo y como si algo me hubiera iluminado, me giré hacia la derecha, logrando ver una puerta que quedaba prácticamente escondida de miradas metiches.
 
— ¿Ava? — Detuve mis pasos frente a la puerta y comencé a golpearlo, recibiendo golpecitos en respuesta. — Voy a arrancarle las extensiones.
 
La puerta era pesaba y temía lastimarla si empujaba con fuerza.
 
— ¿Ava, me escuchas? — No obtuve respuestas. — Cariño por favor, necesito… Necesito que te alejes de la puerta. Sé que puedes escucharme…
 
Ella podía escucharme pero debía estar presa del pánico y no se iba a mover por lo que pedirle que lo hiciera era estúpido y estaba perdiendo el tiempo.
 
— Bien… Empujar y detener. — Murmuré.
 
Empujar para llegar a ella, detener para no herirla, debía funcionar o me sentiría culpable hasta el último de mis días.

Empujé con todas mis fuerzas y la sostuve justo antes de que impactara con su rodilla. Eso no lo había hecho una sola persona, era imposible que una sola chica hubiera podido con esa puerta metálica cuando yo había dejado mi vida ahí.

La imagen que había frente a mí me había hecho volver a la cruda realidad, ella estaba en el suelo con los ojos cerrados, cubriéndose las orejas y uniendo los labios con fuerza para no gritar. Esa era la verdadera cara de su tortura.
 
— Ava…— Corrí hacia el interruptor del almacén y encendí la luz. — Todo está bien, ya está encendida y la puerta está abierta.
 
Nuevamente la tenía junto a mí pero no como deseaba, Ava estaba ida tal y como había ocurrido en el aniversario de mis abuelos.
 
— Sra. P, por favor. — Susurré. — Abre los ojos, todo está bien, ya está encendida. — Seguí susurrando.
 
En una de las conversaciones que había tenido con ella, me había dicho que su papá la mecía o algo así, en ese momento no podía recordar nada con claridad. Estaba tan desesperado que hice caso a mis borrosos recuerdos y me senté en el suelo, llevándola junto a mí.
 
— La luz está encendida mi amor. — Susurré cerca de su oreja mientras la mecía. — Sra. P, estás a salvo.
 
Largos minutos pasaron y ella seguía sin moverse o emitir sonido alguno.
 
— Me duele verte así. — Acaricié su cabello y la acerqué aún más a mí, apoyando su cabeza en mi pecho. — Me duele ver que personas horribles se aprovechen de una chica maravillosa y la destrocen. — Besé su frente repetidas veces. — Mira, no hay nada, ya no hay nada que temer. Solo estamos tú y yo. — Comencé a alejar las manos de sus orejas.
 
Una vez que tuve sus manos entre las mías, continué meciéndola y susurrándole cualquier cosa que se me ocurría.
 
— ¿Quieres que vayamos con tu papá? — Pregunté con suavidad. Era consciente del amor que ella le tenía al Sr. Falcom y fue lo mejor que se me ocurrió. — Vayamos a verlo, ¿sí? — Juraría que asintió levemente.
 
Tan pronto estuvimos de pie me quité la sudadera para ponérsela. Tenía dos motivos por los que había hecho eso: para que se sintiera protegida y calentita y para que cuando saliéramos, las miradas indiscretas se mantuvieran lo más lejos posible.

Entrelacé nuestros dedos y avanzamos lentamente hasta llegar a sus cosas. Había muchos espectadores pero entre ellos pude reconocer con claridad a una.
 
— Seré claro y rápido. — Hablé alto para que todos escucharan. — Rieguen el mensaje porque no lo repetiré. Si vuelven a molestar a Ava o a encerrarla, les voy a partir los brazos. — Un chico comenzó a reírse, llamando mi atención. — ¿Te parece gracioso? — Me acerqué a él amenazante. — ¿Quieres servir de muestra? — Negó rápidamente. — Hablo enserio, hasta el momento he sido amable con todos pero tengo un límite. No me va a importar romper brazos o arrancar extensiones, no me provoquen y no se vuelvan a meter con ella.
 
El silencio que había en el pasillo era tétrico pero hablaba muy enserio. No era un chico que buscara peleas pero Ava era una excepción a todas las reglas.
 
— Sabré quienes fueron los graciosos y voy a hundirlos. ¿Te quedó claro, Grecia? — Todas las miradas volaron hacia la chica que intentaba esconderse entre la multitud. — Caminen.

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora