56

712 51 0
                                    

La espera y el proceso de desinfección habían valido la pena. Poder ver al bebé que durante tantos meses había esperado con ansias era increíble, una sensación que no podía ser comparada con ninguna otra.
 
— El preciosito de papá. — Susurré.
 
Era un niño, nuestro hijo era tan pequeño y frágil…

Había disfrutado de tenerlo entre mis brazos por un corto periodo de tiempo porque lo iban a llevar con mi amor para que lo alimentara y luego, podría verlos a ambos. Estaba en las nubes, me sentía tan feliz y afortunado como nunca antes.
 
— ¿Viste a mi nieto o nieta? — Preguntó el Sr. Falcom.

— Sí. — Asentí sonriente. — Es un niño.

— ¡Oh! — La Sra. Odet saltó en su sitio y sujetó el brazo de su esposo. — Es un varoncito. Ella debe estar más que feliz.
 
Sabía porqué la madre de Ava había hecho ese comentario y sí, mi preciosa debía estar más que feliz.

Algunos minutos estuvimos esperando hasta que nuevamente me permitieron ver a mi hijo, en esa ocasión acompañado de mi amada esposa. Ingresé lo más silencioso que pude para no molestarlos y me senté a su lado. Ella se veía agotada pero en ningún momento la sonrisa se borró de sus labios.
 
— Hola. — Susurró.

— Hola Preciosa. — Me acerqué a sus labios para disfrutar nuevamente de ellos. — ¿Cómo estás?

— Siento que perdí ocho libras. — Murmuró bromista.

— Las mejores ocho libras, ¿no crees? — Asintió enérgicamente. — Es tan pequeño…

— ¿Ya lo cargaste? — Me gustaba aquel brillo que tenía en la mirada y la radiante sonrisa que lo acompañaba.

— Sí, pude disfrutar de un tiempo entre bebé y papá. — Volví a acercarme para besarla, esa vez su cabello, mejillas y labios. — Te amo, Nena.

— Te amo, Davencito. — Tomé en brazos a nuestro pequeño para que mamá pudiera descansar.

El Sr. Falcom podía parecer alguien muy serio y rudo pero no había dejado de sonreír desde que su nieto había llegado a sus brazos. Lo mismo había sucedido con papá y mamá, quienes para mi asombro no habían intentado discutir con los Sres. Falcom desde la boda y no dejaban de hablar del bebé.
 
— ¿Le pusieron nombre? — Me sorprendí aún más cuando mamá me había hecho la pregunta mientras sonreía.

— Habíamos pensado algunos pero aún no tiene uno definitivo. — A Ava le gustaban dos en particular y a mi otro, aún debíamos dialogar sobre eso.
 
No descansé hasta que regresé a nuestra casa con mi familia. De hecho, ni siquiera me había acostado a dormir en ese momento, preferí que Ava durmiera todo lo que quisiera mientras yo me encargaba de nuestro hijo, el preciosito y llorón niño que no quería estar solo en la cuna.
 
— ¿Se durmió? — Murmuró la voz adormilada de Ava.

— Sí, lo tengo todo controlado. — Su cuerpo se acomodó a mi lado, el un brazo sostenía a un dormido bebé y con el otro abrazaba a una agotada mujer.

— Me gusta el nombre que habías pensado. — Murmuró. — Theseus.

— Podemos ponerle ese nombre quilométrico que te gustó. — Susurré sobre su cabello. — ¿Theseus Alexander o Alexander Theseus?

— Me gusta cómo se escucha Theseus Alexander. — A mí también me gustaba más ese orden.
 
Verlo pestañear, babear e incluso cambiar sus pañales y limpiar su desastre me parecía interesante. Quería estar ahí en todo momento, aprender cómo cuidarlo correctamente y ver cada uno de sus avances. 

No había dejado de trabajar y tampoco de atender de cerca los negocios pero sin duda, mi nivel de estrés había bajado drásticamente. Había preferido pasar más tiempo en casa con mi familia que ganar mucho más dinero del que pudiera gastar.
 
— ¡Daven! — Escuché la voz de Ava desde la distancia. — ¡Theseus!
 
Habían pasado algunos años, los suficientes como para que mi ojito izquierdo pudiera correr.

Nos estábamos escondiendo de mamá porque habíamos tomado el álbum familiar sin decirle y habíamos sido descubiertos. Theseus cubría su boca con las manos y me observaba con los ojos muy abiertos y yo imitaba sus gestos, era un juego que teníamos.
 
— Dámelo. — No sabía cómo nos había pillado pero lo había hecho.
 
Su mano se había colado por la abertura del armario y esperaba tener el libro de fotos y textos sobre ella.
 
— ¡Ah! — Nuestro hijo gritó y salió corriendo para aferrarse a las piernas de su madre mientras reía.
 
Ese niño nos había terminado de delatar pero tenía una risa infantil tan hermosa que no podía reclamarle por su traición.
 
— Se lo iba a narrar en forma de cuento. — Me excusé. — Deberías decirle.

— Se lo diré cuando sea más grande y sepa lo afortunado que es. — Murmuró sonriente mientras veía la última foto y escrito que ahí había.

— En algún momento tenía que ocurrir. — Cargué en brazos a Theseus y tomé a mi esposa por la cintura.

— Sí, solo tuvo que ocurrir por tres generaciones y porque a la abuela no le importó pasar del tío Aydan. — Habló burlona. — Mira que dejar por escrito y en fotos todo lo que las mujeres de la familia vivimos… Realmente me alegra que mi pequeñín sea niño, así no tendrá que plasmar su vida en un álbum, perdiendo completamente su privacidad.
 
El ancho álbum entre sus manos fue siendo cerrando con lentitud y colocado sobre el estante en que siempre estaba.
 
— ¿Sabes qué es lo mejor mi amor? — Le preguntó a Theseus. — Que terminaste con esa extraña tradición familiar y si tienes una bebita en el futuro, ella no tendrá que retomarla.
 
Pov Ava

Era completamente feliz con mi pequeña y maravillosa familia. Amaba a mi esposo y a mi hijo, la luz de mi vida.

Ya no había tradiciones extrañas que tuvieran que ser continuadas, el álbum se había cerrado y no se iba a abrir nunca más para ser escrito en él, únicamente se utilizaría como eso, un álbum de fotos y recuerdos. En él estaba plasmada la vida de tres generaciones de mujeres de una sola familia.

La vida entera de mi abuela se encontraba allí con todo y las cartas que le había enviado al abuelo. También estaba escrita la de mi madre, desde los más pequeños detalles de su infancia hasta mi nacimiento. Por último y como era evidente, estaba mi historia. Nombres, fechas, anécdotas, todo se encontraba ahí y lo que cerraba mi vida era su imagen, la fotografía del recién nacido Theseus Alexander White.
 
— Mamá, grum grum. — Theseus chocaba su carrito de juguete contra mi muslo.
 
Él no me estaba invitando a jugar, era su forma de decirme que estaba en el medio de su carretera y que debía salirme.
 
— De acuerdo tesoro. — Besé castamente su cabello y me levanté para que él continuara jugando.
 
Estábamos en mi amada cabaña como todas las vacaciones. Se había vuelto una costumbre familiar ir a la cabaña de la playa en vacaciones o algunas navidades, solo nosotros tres y aquel bello lugar.
 
— ¿Te sacó de la carretera? — Se burló Daven cuando notó mi presencia a sus espaldas.
 
El Sr. P estaba sentado afuera, en los pequeños escalones de madera que había en la entrada de la cabaña.
 
— Sí. — Me senté sobre sus piernas. — Prefiere que esté afuera que en medio de sus carreras.

— A mí no me molesta que estés afuera. — Murmuró juguetón.

— Por supuesto que no. — Acaricié sus labios con los míos para luego terminar de acortar la nula distancia. — Te amo, Sr. P.

— También te amo, Sra. P. — Murmuró.
 
Nuestras palabras apenas habían sido entendidas porque no habíamos dejado de besarnos pero no había hecho falta, ambos sabíamos lo que sentía el otro.
Estaba completamente enamorada de mi esposo y él era consciente de ello.

¿Quién habría pensado que terminaría casada con mi primer amor? Ni siquiera yo lo había hecho porque en mi mente siempre había estado que aquel niño formaría parte de mi infancia. Durante toda mi vida había tenido un primer y único amor pero eso había cambiado con el nacimiento de mi hijo.

Mi primer amor, Daven White y Theseus Alexander White, mi nuevo primer amor, eran mi vida entera.

Ya no había nada que escribir, solo quedaba vivir y disfrutar de mi familia.

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora