47

426 46 1
                                    

Pov Ava

¿Qué Sebastián no podía ir conmigo? Pero si él mismo se había ofrecido a acompañarme…

Conocía tan bien a Daven que sabía que iba de camino y si él había dicho que no, era mejor hacerle caso. Nunca lo había visto molesto pero prefería no ser la causante de su malestar.
 
— Sebastián, es mejor que te quedes. — Intenté verme como si nada hubiera ocurrido. — Tienes muchos informes atrasados y el jefe se molestará si sales y no le has entregado lo que debes.

— Él puede esperar, no son importantes. — Daven lo iba a decapitar, para él cualquier pequeñez era importante.

— Yo no te lo recomiendo…— Murmuré. — Me encargaré, tú continúa con tus labores y gracias por haberte ofrecido.

— De acuerdo. — Su ceño estaba fuertemente fruncido pero lo hacía por su bien.
 
Me encaminé nuevamente hacia mi oficina para organizar los documentos que creía necesario llevar. Cuando me disponía a guardarlos mi teléfono comenzó a vibrar repetidas veces, había una lluvia de mensajes llegando.
 
Mensajes de texto

— Responde. — Fue el primer mensaje de todos. —Él no puede salir, Ava. — Continué leyendo. — Si sales con él, ninguno de los dos va a cobrar por los próximos siete meses. —Era evidente que había comenzado a alterarse. —Falcom, hablo enserio. — Él los había enviado hacía algunos minutos así que debía encontrarse cerca. — Espero que estés en la editorial porque si no es así, te iré a buscar y no estoy jugando.

— White, con quien vaya a realizar mi trabajo no es de tu incumbencia y si no me pagas voy a demandarte. — Tan pronto envié el mensaje me arrepentí.

— Espérame en MI oficina. — Un escalofrío recorrió lentamente mi columna vertebral, era el aviso de una muerte anunciada.

Fin de los mensajes
 
La virgen… Había metido la pierna hasta el fondo y ya no podía sacarla, él me iba a matar.

La secretaría me observó como si fuera un cerdo caminando hacia el matadero y así me sentía, me acerqué a pasos lentos a su oficina e ingresé de esa forma hasta sentarme. No era necesario observar lo que ocurría afuera, la mujer había tenido compasión de mí y me había informado que el jefe estaba subiendo. Su mal humor era palpable, toda la planta superior se había llenado de tensión cuando las puertas del ascensor se abrieron.
 
— Que miedo. — Murmuré para mí.
 
La puerta se abrió y cerró con brusquedad, dejándome encerrada con aquel hombre que desprendía enfado por todos lados.
 
— Ignoras mis mensajes, pretendes desobedecer una orden, me retas, juegas con mi maldita cabeza, ¿quieres que siga? — No estaba gritando pero la lentitud con la que hablaba era anormalmente escalofriante.

— No entiendo porqué tu negativa a que un compañero me acompañe. — Murmuré.

— ¡Porque él no solo quiere acompañarte! — Giró un poco la silla en la que estaba sentada y apoyó sus manos en los reposabrazos. — Escucha, Falcom. Puedes ir con cualquier compañero siempre y cuando no quiera algo más que una simple amistad.

— ¿Eso es todo? ¿Tu actitud es por esa estupidez? — Su quijada se apretó aún más de lo que ya estaba. — Sebastián no quiere tener nada conmigo y de ser así, eso no es tu problema. No interfieras en mi trabajo solo porque tú no puedas controlarte.

— No te confundas, no interfiero en tu trabajo. — Interrumpí la mentira más grande que había dicho.

— ¿No? ¿No salir a ver a un cliente porque tú no quieras que otro compañero me acompañe no es interferir? A este momento debimos haber perdido un cliente y eso es interferir con mi trabajo y con el de todos. — No iba a bajar la mirada aunque eso quería.

— Je ne me suis jamais comporté comme ça avant et tu ne sembles pas t'inquiéter que je perde la tête. — Murmuró.
 
*Je ne me suis jamais comporté comme ça avant et tu ne sembles pas t'inquiéter que je perde la tête.: Nunca me había comportado así antes y parece que no te preocupas de que esté perdiendo la cabeza.*
 
— Dilo en español o no murmures. — Una de sus manos viajó rápidamente hacía mi mentón y su rostro se acercó al mío.

— Me pica la nariz, ¿sabes lo que significa eso? —Negué lentamente porque no entendía qué tenía que ver que le picara la nariz. — Que mis celesillos están nublando mi cabeza.
 
Estaba tan inmersa en la tonalidad oscura que había adquirido su mirada que todo lo demás parecía irrelevante. La intensidad de sus ojos comenzaba a suavizarse a medida que sus labios reclamaban los míos.

Era un atrevido, ni siquiera me había enterado de que me había besado hasta que tiró levemente de mi labio inferior y todo por culpa de su hipnotizante mirada.
 
— No, alguien puede vernos. — Giré mi rostro hacia un lado.

— Está cerrado y nadie va a entrar después de haberme visto subir enfadado. — Daven volvió a atrapar mis labios en un delicado beso mientras hacía que me levantara del asiento.
 
Mi cabeza se había nublado, solo sabía que nos estábamos besando. Cuando pude ver un poco de luz entre la neblina, me percaté de que ya no estaba sentada en la silla, me encontraba sobre el escritorio.
 
— Esto no es para nada ético. — Murmuré con dificultad.

— Al diablo con las normas. — El pantalón que llevaba puesto había desaparecido. — J'ai besoin de toi. — Susurró sobre mis labios.
 
*J'ai besoin de toi.: Te necesito.*
 
— Daven. — Susurré con voz entrecortada.

— Tu es ma chute. — Eso estaba mal, muy mal pero se sentía tan bien.
 
*Tu es ma chute.: Eres mi perdición.*
 
Nuevamente había ese calor entre nosotros, uno que no se iba a extinguir tan fácilmente. Había quebrantado las dos normas que me había obligado a seguir desde que Daven había aparecido: no caer en sus encantos dentro del ambiente laboral y no tener sexo en la editorial.

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora