14

504 45 0
                                    

Pov Daven

La señorita sentada a mi lado no dejaba de observarme por el rabillo del ojo y me ocasionaba muchos nervios. En sí no me importaba que me mirara, lo que sí me ponía de los nervios era no saber porqué lo hacía con tanta insistencia y qué pasaba por su mente.

Muy en el fondo y aunque me molestara, sabía que ella debía creer que mis palabras solo habían sido para alejarla de allí en ese momento pero no era así. La realidad era que desde pequeño había estado enamorado de ella y eso no había cambiado ni con la distancia y ni con los años.

La había vuelto a encontrar con dieciséis años pero la realidad era que llevaba buscándola muchos años o bueno, los suficientes para que me parecieran muchos. Había asistido a una sola escuela en Francia pero tan pronto volví a pisar tierras americanas, no dejé de ir de escuela en escuela. Justo cuando había creído que en esa escuela no la encontraría, una delgada chica chocó conmigo e intercambiamos teléfonos.

No la había podido ver con claridad porque tenía prisa pero de algún modo supe que era ella y lo confirmé cuando nos encontramos para devolvernos nuestros respectivos teléfonos. La Sra. P era tan o más bonita de lo que recordaba y aunque había creído que me sería difícil reconocerla, me había equivocado. Sus facciones seguían prácticamente igual solo que más maduras, aquella inocencia que solía brillar en sus ojos estaba allí, al igual que su risa escandalosa.
 
— Je suis complètement envoûté. — Murmuré para mí mismo.
 
*Je suis complètement envoûté.: Estoy completamente hechizado.*
 
— ¿Qué? — Preguntó la voz que lograba alegrar mis días.

— Si te digo no vas a creerme o te molestarás. — Ava frunció el ceño y giró su rostro hacia el otro lado para que yo no pudiera verla.
 
De haber sido un poco más rápida, su gesto no me habría permitido ver el potente rubor que aparecía en sus mejillas. Podía escucharse demasiado meloso si lo decía en voz alta pero en mi cabeza la sola idea de besar sus sonrojadas mejillas me parecía tentadora.
 
— Je veux t'embrasser mais je ne peux pas, pas encore. — Seguí murmurando, esa vez observándola por el rabillo del ojo mientras sonreía.
 
*Je veux t'embrasser mais je ne peux pas, pas encore.: Quiero besarte pero no puedo, todavía no.*
 
Debía conquistarla pero no sabía cómo. Había pasado años estudiando y buscándola por lo que mi vida amorosa solo se reducía a ella. La Sra. P había sido mi única novia y con quien solo me había besado.

Había tenido la oportunidad de besarme con otras chicas o de tener novia pero no había querido porque lo que muchos había llamado una actitud estúpida, yo lo consideraba como algo bueno. No quería ilusionar a alguien a quien no quería, en mi cabeza siempre había estado una sola chica y no iba a jugar con otras mientras volvía a encontrarme con Ava.

Por lo que había escuchado por confidentes de pasillo, Ava no había tenido ningún novio conocido y tampoco la habían visto besándose con alguien a excepción de una vez. Según mis fuentes, ella iba a saludar a su supuesto mejor amigo y él giró el rostro, logrando ser besado. No podía jurar que esa información fuera verídica pero de todas formas a mí no me debería importar. Yo había tomado la decisión de no tener una vida amorosa hasta ese momento, no ella. No tenía porqué preguntarle, molestarme o ir a golpear al amigo porque no me había fallado.
 
— Daven. — Susurró cerca de mi oreja. — ¿Qué haces? Vámonos, la clase ya terminó.

— Sí… — Murmuré atropelladamente.
 
Me había pasado toda la clase pensando. Ava podría ser un amor pero definitivamente no era una buena influencia para mis estudios.
 
— ¿En qué pensabas? — Preguntó mientras caminaba a mi lado por los pasillos.

— No preguntes cosas que no quieras escuchar, Sra. P. — Canturrié.

— Deja de escudarte en eso y dime. Esta vez no fui yo quien estuvo perdiendo el tiempo en la clase. — Alguien había estado más atenta a mí de lo que imaginaba.

— En ti, por supuesto. — No temía decirle las cosas, con ella podía ser simplemente yo. — Vamos, tienes que ir al consultorio del doc. — Me posicioné detrás de ella, coloqué mis manos sobre sus hombros y comencé a guiarla. — Cuando salgas dime que tal te fue, ¿de acuerdo?

— Sí, Sr. P. — Murmuró.
 
Adoraba a esa chica, más de lo que incluso yo mismo creía.

Pov Ava

Entre mi familia, Daven y el psicólogo, iba a terminar realmente loca.
Había llegado el momento de ir, de hecho, estábamos en camino y el pánico comenzaba a abrazarme. No sabía qué me preguntaría o nos diríamos, ni siquiera era de mi conocimiento si entraría sola o acompañada.
 
— Princesa. — Papá llamó mi atención. — Ya llegamos.
 
Giré mi cabeza hacia un lado en un pobre intento por no ver el lugar al que entraría. Sin embargo y para mi mala suerte, había elegido mal pues frente a mis ojos se encontraba un gran cartel que decía “Psicólogo Luther Hank”.
 
— Mierda. — Murmuré.
 
No quería entrar allí y pretender que hablar con un desconocido me haría sentir tranquila porque no era así. Prefería hablar con mis padres que con un completo extraño que solo me diría “prosigue” y cobraría una millonada por treinta minutos.

Nuestra caminata hacia la puerta del psicólogo era más parecida a la del pasillo de la muerte que a cualquier otra cosa. Todos íbamos en silencio, completamente tensos y hasta cierto punto, perdidos.
 
— ¿Ava Falcom? — Un señor de no más de treinta y cinco años pronunció mi nombre.

— Soy yo. — Murmuré.

—Entra por favor. — Intentó ser amable pero yo estaba tan nerviosa que ni siquiera había podido devolverle la sonrisa.
 
Iba a estar sola, completamente sola con un hombre que pretendería escuchar mis problemas.
Mierda y más mierda.
 
— Bien, ¿cómo estás? — Preguntó, luego de haber intercambiado unas pocas palabras con mis padres.

— Supongo que bien. — Él alzó la ceja y me mostró una sonrisa ladeada.

— ¿Supones? — Si mi tía Gaby hubiera estado allí, habría caído en los encantos de aquel hombre coqueto. — Ava, no me veas como un profesional de la salud mental, estoy aquí para escucharte y comprenderte.

— No tengo nada que contar. — Acercó su cuerpo al escritorio y colocó sus brazos sobre éste.

— Comencemos con cosas que no tengan que ver con tus miedos, ¿de acuerdo? — Asentí. — ¿Tienes mejores amigos? ¿Personas que te hagan reír y sentir cómoda?

— Sí. — Sonrió cuando se percató de que solo iba a responder sus preguntas.

— ¿Podrías decirme sus nombres? — Volví a asentir.

— Víctor, Yanice y Daven. — Fue su turno de asentir.

— ¿Qué títulos tienen ellos? — ¿Qué títulos debían tener? Me había preguntado algo en específico y había respondido.

— Víctor es mi mejor amigo, Yanice es mi prima y mejor amiga. — Expliqué lo que creí que quería escuchar. — Y Daven es Daven.

— Veo que no sabes dónde ubicar a Daven. — Negué. — ¿Puedo saber por qué?
 
Eso era fácil, Daven era Daven porque… porque sí.

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora