— Daven es un amigo. — Respondí lo que pensé que era más adecuado.
— ¿Es importante para ti? — ¿Por qué me preguntaba sobre Daven pero no de Yanice y Víctor?
— Por algo es mi amigo, ¿no? — Sabía que podía escucharme a la defensiva pero no era así.
— Así es pero… — Lo interrumpí.
— Quiere saber a toda costa porqué los otros dos tienen una clasificación y él no. — Asintió.
— Así es. — ¿Ese hombre realmente era un psicólogo?
— Porque a él no le cuento todas mis cosas pero me ha ayudado en un sinnúmero de ocasiones sin pedir nada a cambio. — Bueno, le debo un favor pero aquello era aparte.
— De acuerdo… ¿Sabe sobre tu miedo a la oscuridad? — Asentí. — ¿Por qué? Dijiste que no le contabas todas tus cosas.
— Daven y yo éramos amigos en la infancia, lo sabe desde hace mucho. — Escribía en su libreta con rapidez.
— ¿Qué piensa sobre eso? — Moví la cabeza de un lado a otro.
— Dijo que quería entenderme. — Por instantes su mirada se mantuvo fija en mí.
— Eso es bueno, ¿no lo crees? — Alcé los hombros.
— Supongo. — Murmuré.
— Tus padres me habían dicho que sería difícil hablar contigo pero yo no lo creo. — Había sido un cambio drástico de tema que no me esperaba. — Creo que no se te dificulta expresarte, solo no te gusta que los demás sepan demasiado sobre ti.
— Si es lo que cree…— Quería irme y no volver. — ¿Cuándo acaba la sesión?
— Cuando tú lo desees. Hoy solo estoy y estaré hablando contigo pero se termina cuando creas que es suficiente. — Deseaba ponerme de pie e irme pero mis padres habían pagado.
— No es necesario buscar en mi vida personal para saber si tiene que ver con mi miedo a la oscuridad. Simplemente le tengo miedo a la oscuridad, no se trata de falta de amigos o amor. — Dejó la libreta aún lado mientras entrecerraba los ojos.
— ¿Qué estabas haciendo en el armario? — Que mencionara aquel lugar tan a la ligera me causaba escalofríos.
— No lo sé. — Respondí con sinceridad. — No lo recuerdo.
— ¿Qué es lo que recuerdas? — Por fin había pisado el fango.
— Estaba oscuro, no podía ver nada y gritaba pero nadie parecía escucharme. — Expliqué lo menos posible. No quería hablar sobre eso, no era necesario hacerlo.
— ¿Qué más? — Observé fijamente la mesa, intentando recordar.
— Sentía y escuchaba cosas que eran producto de la imaginación de una niña asustada. — Volvió a tomar su libreta y a comenzar a escribir.
— ¿Temes volver a sentir y escuchar eso que no me has dicho? — Asentí. — De acuerdo… ¿Sabes qué es lo que creo?
— No. — ¿Parecía adivina?
— Que realmente no le temes a la oscuridad o lo que sentiste allí, creo que le temes al abandono que sentiste en ese momento en que estabas asustada. — ¿Abandono? Imposible, si lo que quería era libertad y espacio.
— No, por supuesto que no. — Me reí mientras negaba con la cabeza. — Quiero irme.
— De acuerdo. — Me puse de pie para avanzar hacia la puerta. — Pero si mi teoría es real, no puedes colocar a Daven en un espacio como tal porque él te hace sentir segura, ¿me equivoco? De cierta forma tu mente te indica que él no te va a dejar sola…
— He dicho que quiero irme. — Murmuré.
Abrí la puerta y salí a toda prisa, incluso pasando por el lado de mis padres. No era abandono y no creía que Daven fuera mi salvavidas, ese psicólogo no sabía lo que decía.
Sabía que no debía haber ido, era otro tonto que cobraba por nada.
— ¿Cariño? — Mamá iba detrás de mí. — ¿Qué ocurre?—Ese charlatán crees que no le temo a la oscuridad. — Azoté la puerta cuando estuve en el interior del auto.
— Explícame. — Se sentó en el asiento del copiloto, siendo más gentil con la puerta.
— Dice que tal vez puedo temerle al abandono y no a la oscuridad. — Sentía amargura de tan solo pensar y repetir esa estupidez. — ¡Abandono! ¿Puedes creerlo?
— ¿Y si es cierto? — Murmuró ella.
— Claro que no, mamá. ¿Cómo me voy a sentir abandonada? — Ahora las ideas de ese loco se habían instalado en la cabeza de mi madre.
— Puede que en ese momento sí. — Suspiró ruidosamente. — Tal vez estando encerrada sentiste que a nosotros no nos importabas o no lo sé…
— Mamá, tranquilízate. — Su voz se había quebrado y yo no quería que llorara por las creencias de un hombre loco. — Él no sabe lo que dice.
— Es un profesional, Ava. Aunque parezca una locura, él estudio para esto. — La puerta del conductor se abrió, permitiendo que papá entrara con nosotras.
— ¿Por qué lloras? — Le preguntó a su esposa tan pronto sus ojos cayeron en el rostro de la mujer a su lado. — ¿Qué ocurre? — Se volteó hacia mí.
— No es nada, no quiero volver a venir. — Murmuré.
— Cree que es sentido de abandono. — Mamá susurró como pudo. — Le dijo que podría haberse sentido abandonada y que era eso a lo que le temía, no a la oscuridad.
— Te han robado el dinero que pudo haberse utilizado para comprar algo de comer. — Intenté alivianar el ambiente.
— No llores, Blanca Nieves. Creo que Ava sabe que la amamos y nunca la dejaremos tirada, ¿cierto? — Asentí rápidamente.
— ¡Cierto! — Alcé los brazos como solía hacerlo cuando pequeña.
— Nunca la abandonamos y tampoco sucederá, fue solo la primera visita y dio un diagnóstico apresurado. — Papá quería aparentar tranquilidad para no alterar a mamá pero la realidad era que podía estar incluso más molesto que yo.
Abandono… Vaya estupidez.
Mensajes de texto— ¿Estás disponible? — No sabía porqué siempre terminaba acudiendo a él.
— ¿Para la Sra. P? Siempre. — Daven me respondió a los pocos segundos.
— Siempre me respondes muy rápido, ¿acaso esperas mis mensajes? — En otro momento no me hubiera atrevido a preguntarle eso pero en esos momentos no me importaba lanzarme de un quinto piso.
— Todo el tiempo espero que la damisela en constante peligro me contacte. De hecho, me cuesta dormir si no recibo un mensaje de tu parte. — Era un tonto.
— Lo tendré en cuenta, necesito saber la hora a la que te vas a dormir para escribirte. — Mi yo interno me gritó que estaba siendo una confianzuda.
— A las once sería perfecto. — Envió y prácticamente pude ver su cara de diversión. — ¿Me dirás cómo te fue?
— Hecho. — Respondí a su primer mensaje. — Un desastre. Ese hombre sacó conclusiones en la primera visita.
— ¿Te llamo? — Su pregunta me sorprendió porque era la primera vez que insinuaba querer tener una conversación más allá de los pocos mensajes que habíamos intercambiado.
— Dame cinco, estoy por llegar a casa. — Envié y bloqueé la pantalla, no sin antes haber leído un “ok” de su parte.
Fin de los mensajes
Tal vez el ladrón con corbata tenía razón en algo pero no lo iba a admitir, no en ese momento.
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Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]
عاطفية💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Tercer libro de la trilogía AEL.• •No es necesario leer los primeros dos libros pero si deseas conocer ciertos detalles, te lo recomiendo.• Las mujeres Da...