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Pov Daven

Eso no era una cena, era la marcha antes de una guerra anunciada.

Tanto Ava como yo estábamos incómodos, los padres de familia no habían dejado de desafiarse con la mirada y mi madre cada tanto lanzaba un comentario venenoso hacia la Sra. Falcom. Me sentía avergonzado y dolido, ellos sabían cuán importante era para mí pero no les había importado.

La Sra. P casi no había probado bocado, solo apretaba mi mano o fruncía el ceño.

— Y... ¿Cuánto llevan casados? — Preguntó mi madre.

— Muchos años. — Respondió con simpleza la madre de Ava. Ella había intentado evitar todo lo posible, era la única que realmente había puesto de su parte.

— Eso no responde mi pregunta, querida. — "Querida" era la forma que mi madre utilizaba para insultar sin ser notada.

— Para mí sí lo hace, "querida". — Que utilizara su misma palabra había sido grandioso.

— ¿Qué estudiaste, Odet? — Preguntó papá por primera vez.

El ambiente había terminado de ensombrecerse, el fin estaba por llegar.

— No le dirijas la palabra. — Murmuró el Sr. Falcom. No le hablaba a su esposa, se lo había dicho a quien se encontraba al otro lado de la mesa.

— ¿Sigues marcando todo a su alrededor? — Preguntó papá con burla.

— No tengo porqué hacerlo. No me confundas, White, no soy como tú. — Aquello se había vuelto personal.

— ¿Ahora quién es el que teme? — Volvió a preguntar mi padre y Ava apretó mi mano.

— ¿Temer? ¿A ti? — Se burló. — ¿Por qué tendría que temerle a alguien como tú?

— Suficiente. — Susurró Ava, llamando mi atención.

— Porque si no hubieras sido una maldita víbora... — Papá no logró terminar.

Ava se había puesto de pie y aunque cubriera su rostro yo podía verlo, estaba llorando. Sin decir nada salió del comedor, dejándome junto a dos padres que se culpaban por haber hecho enfadar a la hija del otro. Mi madre lanzaba veneno por y para todos lados y la Sra. Falcom solo había ocultado el rostro entre sus manos.

— ¡Suficiente! — Grité.

La silla en la que había estado sentado había caído y nuevamente había llamado la atención el lado de la mensa en el que la Sra. P y yo habíamos guardado silencio.

— Gracias por arruinar lo que era importante para nosotros y gracias por haberla hecho llorar. — Solté con acidez.

Me encaminé hacia afuera, donde sabía que Ava debía estar. Ella ni siquiera había podido entrar en el auto porque estaba cerrado con llave, solo estaba esperando a congelarse.

— Ven aquí. — Susurré cuando la envolví entre mis brazos.

— S... So...n. — Sollozaba e hipaba tanto que no podía hablar.

— Tranquila, Preciosa. Esto no cambia nada entre nosotros, ¿de acuerdo? — Asintió.

No había palabra, abrazo o caricia que evitara que ella siguiera llorando. Me sentía un inútil por no poder hacer nada más que abrazarla y decirle que todo iba a estar bien porque sabía que aquello no era suficiente.

— ¿Me das tu teléfono un momento? — Ella me lo extendió sin separarse de mí.

Desbloqueé la pantalla como muchas veces lo había hecho e ingresé a sus contactos.

Mensajes de texto

— Llevaré a Ava a dar una vuelta, cuando se tranquilice la llevaré a casa. — Escribí lo más rápido que pude.

Fin de los mensajes

— Vámonos de aquí mi amor, demos una vuelta. — Murmuré cerca de su oreja.

Estaba tan acostumbrado a que ella bromeara cuando yo conducía que hacerlo en silencio me parecía un calvario.

Habían muchos lugares a los que podía llevarla pero yo quería uno en particular, uno que ya habíamos visitado juntos.

— ¿Qué hacemos aquí? — Preguntó con la voz ronca de tanto llorar.

—Vamos a columpiarnos hasta que nos salgan bolsas de agua en las manos. — Una pequeña y casi imperceptible sonrisa se formó en sus labios. Apenas había sido un tirón de comisuras pero para mí eso había sido suficiente por el momento.

Antes de comenzar a caminar hacia los columpios me había asegurado de que no llevara puestos esos tacones que tanto le lastimaban los pies. Iba descalza pero ella prefería eso a torcerse el tobillo y romperse el labio a causa de una caída. En esa ocasión ella prefirió caminar a pesar de que me había ofrecido a llevarla en brazos.

— Lamento haber actuado así. —Murmuró cuando comenzó a columpiarse con los pies aún en el suelo.

— ¿Cuándo dejarás de disculparte por lo que haga el resto? — Pregunté con suavidad. — Tú no tienes culpa de nada, ellos deben resolver sus mierdas.

— ¿Por qué crees que nos pasa esto? — No me gustaba verla así, triste y cabizbaja.

— Porque somos muy buenos por separado pero juntos somos el mejor equipo. — En esa ocasión una risa genuina escapó de entre sus labios. — ¿Confías en mí?

— Sí. — Respondió sin titubear.

— Entonces confía en mí, lograré que esos dos hombres toleren comer en una misma mesa. — Escepticismo era lo que brillaba en su mirada. — ¿Cuándo te ha fallado el Sr. P?

— Es que no conoces a papá. — Murmuró.

— Puedo hacerme a una idea. — La conocía a ella, por supuesto que podía hacerme a una idea. — Respóndeme, ¿cuándo el Sr. P te ha fallado?

— Nunca. — Continuó hablando entre murmuros.

— Entonces déjaselo a Davencito. ¿Cuento con tu apoyo moral? — Asintió repetidas veces. — Si je compte sur toi, je compte sur tout.

*Si je compte sur toi, je compte sur tout.: Si cuento contigo, cuento con todo.*

— En español. — Murmuró sonriente.

— Veamos... — Susurré, poniéndome de pie y doblándome en cuclillas al frente de ella. — He dicho que eres preciosa. — Coloqué un corto mechón de cabello detrás de su oreja. — También he dicho que eres una chica maravillosa.

— ¿Qué más has dicho? — Susurró con timidez. Ava debía tener las mejillas sonrojadas.

— Que te quiero. — Quería besarla, lo necesitaba.

— Yo también te quiero. — Ella colocó ambas manos sobre mis mejillas y cumplió mis deseos, me había permitido volver a saborear sus carnosos labios.

Ella ya se encontraba tranquila cuando cumplí con lo que le había escrito al Sr. Falcom.

— No lo olvides, escríbeme... —Murmuré después de haber liberado su labio inferior.

— Si algo ocurre o no puedo dormir, lo sé. — Terminó lo que iba a decirle.

— Descansa, Sra. P. — Volví a besarla una última vez antes de acompañarla a la puerta.

— Descansa, Sr. P. — Lo último que vi antes de que ingresara fue una hermosa sonrisa en su rostro.

Su sonrisa iba a ser mi amuleto porque lo que me esperaba en la mansión familiar era un completo desastre.

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora