34

413 46 0
                                    

Montar una casa de campaña no era nada sencillo, con ver cada una de las partes desmontadas me había dado cuenta. Sin embargo, él lo hacía ver extremadamente fácil, tomaba la carpa y pasaba los tubos rápidamente, sin contar lo rápido que la había anclado al suelo.
 
— No eres humano. — Murmuré.
 
Intentaba ayudarlo pero mientras yo pasaba uno de los tubos, Daven ya había colocado los otros tres y esperaba por mí.
 
— Has hecho esto en otras ocasiones. — Me sentía engañada.

— No, solo he visto muchos videos para no quedar en ridículo frente a ti. — Terminó de acomodar las bolsas para dormir y se levantó, colocándose a mi lado. — Me gusta que seas celosa pero no tiene mucho sentido que sea por un video.

— ¡No soy celosa! — Ataqué sus costillas con mis índices antes de salir huyendo.
 
Sabía que si era atrapada no iba a poder respirar bien. Corría lo más rápido que podía pero la arena y mi lastimosa condición física, dificultaban mi huida. También estaba el chico atlético que “corría” detrás de mí , “corría” porque era evidente que podía haberme atrapado hacía mucho.
 
— Bueno, ya. — Habló más cerca de lo que creía.
 
Una de sus manos sostuvo mi muñeca y tiró de ella, logrando que mi cuerpo se girara por completo. Lastimosamente y corroborando lo que había pensado desde que había llegado a la playa, la arena era una maldita traicionera y nos había hecho caer.

Daven, arena y yo, éramos uno solo. La arena caliente abrazaba toda la parte trasera de mi cuerpo, desde la coronilla hasta los tobillos y la cercanía de Daven calentaba mis mejillas.
 
— ¿Te he dicho que eres preciosa? — Murmuró mientras observaba mi rostro.

— ¿No? — Sus verdes ojos siempre me volvían tímida y aquel momento no era una excepción.

— Entonces comenzaré a hacerlo hasta que no quede duda. — Su cuerpo bajó un poco para besarme pero uno de sus antebrazos se encargaba de que no fuera aplastada.

Nuestros labios se movían lentamente en un tierno y delicado beso. Él y yo no queríamos que la situación subiera de nivel, solo era una muestra de afecto que había nacido de una pequeña caída.
 
— Nos observan. — Susurré, separándome un poco de sus labios.

— Solo es un bendito niño mirón. — Respondió burlón.
 
Tan pronto estuvimos de pie nos sacudimos y volvimos al lado de nuestras pertenencias. La cabaña playera no era una cosa pequeñita de un cuarto y un baño, era del tamaño de la casa de mi vecino. El interior de ésta era preciosa y para nada extravagante, un  lugar realmente bonito para solo ser utilizado en algunas ocasiones.
 
— Ahí está el baño y a la izquierda está la ducha. — Explicó.
 
Daven parecía haberme explicado cada rincón de la cabaña pero no lo había escuchado, solo había visto que sus labios se movían y el bonito verde de sus ojos. No me cansaría de decirlo jamás, el Sr. P era realmente atractivo.
 
— Sra. P. — Posicionó sus manos bajo mi barbilla. — Deje de babear.

— Eres un ególatra. — Golpeé sus manos suavemente, alejándolas como si tuviera algo asqueroso entre ellas. — No estaba babeando, no por ti.

— El problemas es, mi preciosa Sra. P, que yo jamás dije que fuera por mí. — Su sonrisa era genuina y deslumbrante, nada parecido a la sonrisa forzada que había mostrado en el aniversario de sus abuelos. — Pero si quieres que ignore el hecho de que babeabas por mí, ¿por quién más sería?
 
Me debatía, debatía si debía sacarlo de sus casillas o continuar alimentando su ego.
 
— ¿Recuerdas el chico que nos cobró en el supermercado? — Sus ojos se entrecerraron mientras asentía con lentitud. Estaba comenzando a pisar terreno desconocido en todos los sentidos. — Bueno…

— No lo intentes. — Canturreó. — Dije que soy un poco celosillo, no que soy un loco posesivo que va a golpear a todos los que mires.

—  Ah, ¿creías que era por mirar? — Pregunté entre risas. — Me dio su número.

Aquella sonrisa amigable se fue transformando en una de desagrado. Sus ojos me observaban fijamente como si estuvieran analizándome, esperando un solo movimiento en falso para actuar.

Era atractivo pero cuando algo lo incomodaba o enfadaba era insuperablemente ardiente.

Aquellos pensamientos eran demasiado, incluso para mí, una mocosa que no le avergonzaban muchas cosas.
 
— ¿Me lo muestras, cariño? — Murmuró, dando un paso hacia mí.
 
“Cariño”, la cabaña se estaba quemando o no entendía porqué hacía tanta calor.
 
— No. — Necesitaba que alguien llamara a los bomberos, me estaba quemando por dentro.

— Avacita…— Dio otro paso, esa vez más abarcador que el otro. — No juegues con fuego, te vas a quemar.

— Ni que lo digas. — Murmuré.

— ¿Por qué tienes las mejillas rosadas, mi amor? ¿Tienes calor? — Se burló, dando un tercer paso.

— Tal vez el chico del supermercado pueda traernos hielo. — Susurré con voz entrecortada.
 
En mi mente solo estaba la palabra “correr” pero mi cuerpo, tan traidor como siempre, no quería.
 
— Bueno, aún la comida no está hecha así que…— Por confianzuda me volteé y por eso mismo terminé sobre su hombro.
 
Había sido tan rápido como siempre, solamente había sentido que mi cuerpo no tocaba el suelo.
 
— ¡Daven, me voy a caer! — Grité con todas mis fuerzas.

— Tu n'as aucune idée à quel point je veux te fesser, mauvaise fille. — Murmuró.
 
*Tu n'as aucune idée à quel point je veux te fesser, mauvaise fille.: No tienes idea de lo mucho que quiero darte nalgadas, chica mala.*
 
— ¡No a lo que sea que hayas dicho! — Mis piernas se movían para que me soltara pero a él parecía no incomodarle.

— Yo…— La mano del brazo que no me sostenía, impactó mis nalgas. —Creo que es un sí.

— ¡Atrevido! — Chillé. — ¡Mis nalgas!

— ¿Quieres otra? —Preguntó divertido.

— ¡No! — Mis manos golpeaban las partes de su cuerpo que me quedaban cerca, su espalda baja y trasero.
 
No me bajó hasta que dejé de patalear y admití que no tenía el número del cajero que nos había atendido. Daven decía que solo era un poco celosillo pero era una vil mentira, era más celoso de lo que él mismo creía pero lo demostraba de distintas formas.
 
— No entiendo porqué tienes más trasero que yo. — Lloriqueé mientras él cortaba las verduras y yo la carne.

— Querer más de lo que ya tienes suficiente es avaricia, cariño. —  Estaba muy concentrado en no cortarse un dedo.

— No es avaricia, lo quiero para hacer twerkear. — Daven dejó escapar una pequeña risa burlona.

— Vayamos a decirle al Sr. Falcom, me gustaría saber qué piensa al respecto. — Murmuró sonriente.

— Aguafiestas. — Susurré.

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora