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Pov Daven

Oficialmente llevábamos un año saliendo y debía admitir que tenía madera para vidente. Le había asegurado que no sería la única vez que tendríamos relaciones en la editorial y me merecía una estrella dorada porque había acertado. No era algo que hacíamos constantemente pero en alguna ocasión habíamos detenido el ascensor o cerrado con seguro la oficina, el exhibicionismo no era algo que nos gustaba aunque pareciera todo lo contrario.

Mi preciosa Sra. P tenía una sonrisa deslumbrante y sus ojos brillaban, se veía realmente ilusionada y no era para menos, uno de los libros más importantes para ella iba a ser publicado. The Witch, como ella lo había titulado, era su mayor creación, orgullo y muy pronto, parte de mi colección.
 
— Tranquila, todo va a salir bien. — Murmuré mientras masajeaba sus hombros. — Disfruta que no eres la editora y relájate.

— Puede ser pero no sé cómo vaya a ser tomado. — Ava no había dejado de volver la pierna desde que había llegado a mi oficina.

— Amor, es una historia de fantasía que va a encantar. Lo poco que me permitiste leer fue suficiente para saberlo, es genial. — Asintió levemente. — ¿Te gustaría salir para celebrarlo?

— Eso sería genial. — Murmuró, ella se estaba dejando llevar por mi masaje. 

— ¿Algún lugar en especial? — Acerqué mi rostro al suyo para besar castamente sus labios.

— Mm… Quiero ir a la playa. — Sus mejillas habían adquirido un color rosa intenso que la hacía ver muy tierna.

— A la playa será. — Comencé a pensar en lo que haría para que ella la pasara bien y alejara un poco su mente del libro.
 
Dos días había necesitado para ambientar la cabaña y poder organizar todo. No habían sido las cuarenta y ocho horas más tediosas pero tampoco las pondría en una lista de mejores cosas, solo esperaba que a ella le gustara.

El viaje había sido bastante tranquilo, ella conversaba y reía mientras yo me enfocaba en escucharla y conducir. Ava había quedado encantada con la playa y la cabaña, no era necesario que me lo dijera para saberlo. Se había convertido en uno de sus lugares favoritos y podía pasar ahí toda la vida sin aburrirse o cansarse y es que ese era el encanto de ese lugar, siempre querías volver.
 
— Esto sí que es vida. —Murmuró para sí misma cuando sus zapatos estuvieron sobre la arena.

— Podemos venir cuantas veces quieras. — Después de que admiró el lugar y respiró el aroma del lugar, corrió hacia el baúl del auto para ayudarme a cargar con nuestras pertenencias.
 
En esa ocasión habíamos sido mucho más listos, sabíamos lo cansado que era el viaje por lo que nuestros pasos en el supermercado se habían ido en primer lugar hacia el área de comida congelada. Era mucho más fácil ponerlo en el microondas y esperar, a llegar cansados y tener que cocinar.

Ava no dejaba de caminar por todos lados y cada tanto salía para darse un baño en el mar o para jugar con la arena, realmente amaba ese lugar. Nosotros éramos los únicos que la utilizábamos, el resto de mi familia no era amante a la playa. Papá, luego de analizar la fijación que Ava y yo teníamos por esa cabaña, había decidido dármela como regalo de paz por haberme ocultado el verdadero estado de salud de mi chica.

Estaba muy nervioso, tanto como… No podía recordar nada con lo que pudiera compararlo.  
 
— Cariño, ya está la microocena. — Avisó desde la cocina.

— Ya voy. — Respondí para que no fuera a buscarme. — No entiendo porqué estoy tan nervioso, no es la primera vez que estamos los dos solos.
 
Comenzamos a comer la cena calentada en el microondas o como ella lo llamaba, la microocena. No estaba nada mal pero dudaba mucho que aquello fuera pollo real, no tenía una textura o apariencia similar.
 
— Daven, ya deja de mirarlo así, es pollo. — Me riñó.
 
¿Cómo podía estar tan segura de eso la mujer que podía sobrevivir a base de gomitas y hamburguesas? Preferí no preguntar y seguir comiendo lo que posiblemente sería mi última comida antes de morir.

Después de comer y ver algunos capítulos de la serie que ella había insistido en que viéramos juntos, salimos a disfrutar del frío de la noche y de la arena bajo nuestros pies. Eso me gustaba, caminar tomando su mano y hablando de cualquier tontería mientras observábamos la noche, podía hacerlo siempre y jamás me cansaría.
 
— Es una noche preciosa. — murmuró Ava. Ella se veía relajada y sonreía sin motivo aparente.

— El cielo está haciendo contigo lo que el mar le hace todo el tiempo, reflejar tu belleza. — Sus hombros temblaron levemente mientras pequeñas risas escapaban de entre sus labios.

— ¿De dónde sacaste eso? — Preguntó curiosa.

— Tengo mucha imaginación para este tipo de cosas. — Me excusé, quería desviar la atención de mí.

— Cuando sea una viejecita voy a vivir en la playa. — Se había detenido justo en la orilla del mar para admirarlo con detenimiento.

— No creo que sea necesario esperar tantos años, ¿no crees? — Alejé todos los pensamientos de mi cabeza y solo me concentré en ella. — Solo tienes que volver a decirme que sí.

— ¿A qué viene…? — Ella se había girado hacia mí, ya no había vuelta hacia atrás. — ¿Daven?
 
Ava tenía una mezcla de confusión, vergüenza y alegría muy extraña pero agradable. Mientras ella llevaba las manos hacia su rostro, yo me encontraba de rodillas y sosteniendo la cajita que tenía en su interior el anillo de compromiso.

Ya estaba, no podía ponerme de pie y salir corriendo. Había planeado todo y soportado mis nervios, retroceder en ese momento habría sido tonto y muy cobarde de mi parte.
 
— Sra. P, llevamos conociéndonos prácticamente toda la vida, justo la misma cantidad de tiempo que llevo enamorado de ti. Nos hemos alejado por diferentes circunstancias pero siempre he buscado la manea de encontrarte, de volver a mi hogar. Si me lo permites… Me encantaría no volver a alejarme de ti, de la única mujer a la que he amado y la que me ha hecho salir de mi zona de tranquilidad. ¿Te apetecería seguir desquiciando a este celosillo enamorado? ¿Te casarías conmigo? —Ava lloraba y yo no sabía si entrar en pánico o acompañarla en el llanto. — ¿Cariño?

— Sí. — Susurró. — ¡Sí! ¡Sí! — Dijo más alto y segura.
 
El alma había vuelto a mi cuerpo y los nervios habían desaparecido, solo quedaba la euforia.
 
— Te amo. —Murmuré sobre sus labios. — Te amo tanto, Preciosa.

— También te amo. — Susurró con voz entrecortada mi prometida.
 
Oh, sentía que me iba a desmayar.

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora