54

460 41 0
                                    

Pov Ava

Un bebé a bordo, textos que editar y un esposo sobreprotector, a eso se reducía mi embarazo. Por el tamaño de mi barriga ya no podía llegar al tecleado de la computadora o a algo que estuviera sobre alguna mesa, me era imposible poder alcanzarlo sin apretar un poquitín mi vientre abultado. Era por eso que Daven me había ordenado completo reposo, por eso y porque faltaba poco para el parto.
 
— Ava. — Daven gruñó cuando ingresó a su oficina y me vio girando en la silla. — ¿Qué entiendes por reposo absoluto?

— Pero… Te extrañaba. — Murmuré con timidez.

— Ese tonito no funciona conmigo. — Murmuró llegando a mí.

— Sí que lo hace. — Estaba segura, solo bastaba con ver que su ceño fruncido se había relajado. — Nosotros te extrañábamos y como estaba aburrida y solita en la casa pensé que podría venir a verte.

— Quieres matarme, ¿no es cierto? — Ahí estaba aquella sonrisa que tanto adoraba. — Yo también los extrañaba.

— ¿Y mi besito? — Hice un leve puchero. — Que fea forma de recibirme. Tras que no estabas y tuve que esperarte, me reclamas al entrar y ni siquiera me besas, que pésimo servicio. 

— Veamos. — Dijo antes de inclinarse para besar mis labios tiernamente. — Hola, mi preciosa esposa embarazada y criticona, ¿cómo están tú y nuestro bebé?

— Mejorable. — Solté juguetona. — Estamos bien, hoy ha exigido mucha comida.
 
El Sr. White me escuchaba pero como solía suceder, había comenzado a acariciar mi vientre y a sonreír. No importaba dónde o con quién estuviéramos, sus manos siempre llegaban a mi barriga y dejaba de interesarle todo lo que estuviera frente a él. Podría escucharse loco pero era como si se comunicara con el bebé a través de las caricias.

De hecho, Daven había descubierto que si tocaba la parte izquierda de mi vientre bajo, recibiría una patada en respuesta. Desde ese momento no dejó de hacerlo, ni siquiera cuando estábamos almorzando con alguien que quería hacer negocios con la constructora. Era incómodo estar sentada frente a una persona importante y que él comenzara a acariciar mi vientre hasta llegar ahí solo para que nuestro bebé pateara pero lo entendía. Sin saberlo y sin aún haber nacido, nuestro bebé había comenzado a jugar con el travieso de su papá.
 
— Espero que no hayas acabado con el helado y las galletas. — Me advirtió entre líneas. — No se alimenten de tanta azúcar.

— Si el bebé no pide pollo al vapor, ¿qué quieres que haga? — Murmuré. — No lo puedo regañar.

— Que conveniente. — Se burló mientras se arrodillaba para quedar con el rostro cerca del vientre. — Recuerdo que dijiste algo parecido cuando no quisiste hacer una fila. “No Daven, si el bebé no quiere que yo haga esa fila, no la haré”. — Me imitó con una voz excesivamente chillona.

— Mi amor, hoy no duermes en la cama. — Aquella sonrisa burlona que había estado adornando su rostro se había esfumado.

— No. — Daven me observaba como si buscara algún rastro de broma. — ¡No! ¡No he hecho nada! — Exclamó cuando no pudo encontrarlo. — No puedes sacarme de mi propia cama, me niego a dormir en otro lado.

— Lo siento, el bebé necesita espacio. — Canturrié.

— Sabes que no lo voy a hacer. — Murmuró para sí mismo. — Je peux être loin de toi pendant la journée mais pas la nuit.
 
*Je peux être loin de toi pendant la journée mais pas la nuit.: Puedo estar lejos de ti durante el día pero no por la noche.*
 
— De acuerdo, has vuelto a dormir en la cama. — Él me había estado enseñando francés durante los últimos años así que ya entendía algunas cosas.

— ¿Te he endulzado el oído? — Daven se había puesto de pie y acercado a mi oreja para hacer su pregunta. — ¿Mm?

— Sí. — Murmuré.

— Eres tan hermosa. — Tuve que contener la respiración cuando mordió suavemente mi oreja. — Si sigues uniendo las piernas así de fuerte vas a lastimarte.

— Sé lo que estás haciendo. — Si él quería jugar, entonces seríamos dos. — Y me gusta por dónde va el camino. — Al ponerme de pie él terminó por erguirse.
 
Me acerqué lentamente al escritorio y esperé paciente a que él se acercara. Cuando lo hizo, comencé a acariciar el costado derecho de su cuerpo muy despacio mientras lo besaba.
 
— Realmente me gusta por dónde va el camino…— Con el dedo índice tracé el borde de la correa de cuero que mantenía sujeto el pantalón. — Pero tengo hambre.

Dicho eso, empujé un poco su cuerpo para salir en dirección hacia la puerta. Su risa inundaba la oficina y podía jurar que estaba encorvado, sujetando los bordes del escritorio y negando con la cabeza.
 
— Cuando nazca voy a atarte. — Aseguró. — Mira que dejarme así… ¿Y ahora qué hago yo con esto?

— Te dejo que elijas cómo lidiar con tu problema pero tienes cinco minutos, bebé y mamá quieren salir a comer con papá. — Me giré un poco para poder observar aquellos ojos verdes oscurecidos que tanto me encantaban y salí de allí antes de que mi cabeza pudiera más que mi estómago.
 
Daven White no había salido de su oficina y yo contaba los minutos mientras observaba el delicado reloj que adornaba mi muñeca, un regalo de mi esposo despilfarrador pero detallista. Cinco minutos exactos y la imponente puerta se había abierto de par en par.
 
— Tan puntual como siempre. — Hablé al ver la mirada de reproche que me dirigía.

— De verdad voy a atarte. — Murmuró, tomando mi mano para ir al ascensor.
 
Podía ser por el embarazo o simplemente por el sazón pero todo me parecía delicioso. Había comido hasta el último bocado de mi plato y Daven me había dado algunas porciones del suyo porque me había quedado con hambre.

Me sentí culpable por comer tanto pero no podía controlarlo, no era solo yo la que estaba siendo alimentada. Podía llevarle la contraria a Daven respecto al azúcar que consumía pero la realidad era que me tomaba muy enserio mi alimentación, me importaba más que nuestro bebé naciera saludable que cualquier otra cosa. Sí, devoraba alguna que otra gomita o galleta pero consumía más los alimentos saludables que comida chatarra. 

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora