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Pov Daven

La preparación de la comida había pasado entre lanzamientos de comida, bromas y grandes carcajadas, situación que no había mermado a la hora de consumir lo preparado. Debido al viaje, las tensiones durante el transcurso del día, las preparaciones de la casa de campaña y la organización de todo lo que conllevaba, habíamos quedado completamente agotados. A la hora de dormir solo había bastado que tocáramos la bolsa de dormir para no despertar hasta la mañana siguiente.

Había algo que me molestaba pero olía tan bien que no quería alejar lo que sea que fuera. Aquello hacía que mi nariz y mejilla picaran pero aunque soplara, eso seguía sobre mí. Lentamente comencé a abrir los ojos para saber qué era aquello que no me dejaba dormir a pierna suelta, sin embargo, no pude ver mucho.

Algo castaño y que olía muy bien era lo que picaba mi rostro y a su vez me impedía ver más allá. Su cabello… Si su cabello estaba sobre mi rostro significaba que estábamos demasiado cerca pues su cabello era corto, apenas llegaba a la mitad de su cuello.

Moví mi cuerpo un poco hacia atrás y seguí el camino de mi brazo, uno que se encontraba rodeando su costado y que terminaba con mi mano en su abdomen. Que hubiéramos dormido así no era algo malo o bueno, no a mis ojos pero preferí alejarme para evitar que ella se sintiera incómoda.
 
— Sé un caballero. — Murmuré para mí mismo.
 
Me había sentado y vuelto a acostar rápidamente, evitando que mi mente volara más allá de mi cabeza. Su pantalón de dormir estaba ligeramente subido, no, estaba bastante arriba y por eso había vuelto a acostarme, para no parecer un enfermo. No podía bajarle el pantalón, eso estaba más que claro porque si sentía un solo movimiento, iba a pensar muy mal sobre mí y eso evidentemente no era lo que quería. Evitando hacer ruidos que pudieran despertarla, tomé una de las mantas que había colocado sobre nosotros y la cubrí.
 
— Rien ne s'est passé ici. — Murmuré, pasando las manos por mi rostro y saliendo de la casa de campaña.
 
*Rien ne s'est passé ici.: Aquí no pasó nada.*
 
Había salido, ido al baño y comenzado a preparar el desayuno pero en ningún momento dejé de custodiar la tienda de color verde que había afuera de la cabaña. No podía alejar los ojos del lugar en donde dormía plácidamente la chica que me tenía viendo flores y corazones por todos lados.  

Un movimiento en el interior de la de la caseta llamó mi atención, ella había asomado la cabeza y posteriormente salido por completo. Estaba un poco despeinada y al ver su rostro era evidente que acababa de despertar pero aun así, era una preciosidad.
 
— Buenos días. — Saludó con pereza.

— Buenos días, Sra. P. — Ella continuó su camino hasta el baño y cerró la puerta.
 
Ava me encantaba y no era solo porque fuera preciosa físicamente hablando, sino porque ella era una maravillosa persona y un extra que tenía era que no le importaba arreglarse, cosa que me gustaba. Con la Sra. P yo podía ser la persona más desarreglada posible y ella me seguiría, sin maquillaje y completamente despeinada.

El tiempo que había pasado a su lado me servía para conocerla más, tanto que podía decir que prefería ir bien vestida a peinarse. Sin duda alguna ella no encajaría en una familia como la mía pero como solo me interesaba que encajara conmigo, no me interesaba la opinión del resto.

Mamá la detestaba como lo hacía con la Sra. Falcom y no comprendía porqué. Hasta donde tenía entendido, Ava y su mamá no le habían hecho nada a la mía o bueno, nada antes del aniversario.

Ese día había hecho una nota mental que jamás olvidaría: “Nunca meterse con la familia de Ava Falcom”.
 
— ¿Daven? — Una voz baja pero muy bonita me alejó de mis pensamientos.

— ¿Qué? — Pregunté desorientado.

— Te pregunté en qué podía ayudarte…— Murmuró. — ¿En qué pensabas?

— En lo tierna que te ves cuando estás recién levantada. — Tomé sus hombros para girarla y comencé a hacerle una coleta.
 
No era experto en el tema, de hecho, jamás había hecho una antes pero en ese momento había querido intentarlo. Acariciaba su cabello para atrapar la mayor cantidad de cabellos rebeldes que me fueran posibles mientras ella me extendía la goma para que le atara el cabello.
 
— No es la mejor coleta pero…— Murmuré cuando terminé de atar su corto y suave cabello.

— Me gusta, gracias. — Sus brazos rodearon mi torso con cierta timidez.

— De nada. — Murmuré sobre sus labios.
 
No podía resistirme a besarla, había evitado acercamientos más allá de lo amable con otras chicas pero con Ava no podía, simplemente no podía. Tal vez era porque siempre había guardado su recuerdo como el más preciado de todos o porque solo me había dedicado a encontrarla pero con la Sra. P todos los años de adolescencia que habían sido reprimidos, salían a flote. Podía pasar de tener doce años a dieciséis de un solo golpe y si no me vestía de paciencia y tranquilidad, mi cabeza simplemente se habría descontrolado hacía mucho.
 
— ¿Dormiste bien? — Le pregunté después de haberme alejado de sus labios.

— Sí, ¿y tú? — Coloqué mis manos sobre sus mejillas mientras ladeaba mi cabeza y volvía a besar sus labios.
 
Era un completo adicto.
 
— Muy bien. — La bonita sonrisa que comenzaba a adornar su rostro eran suficiente para alegrar mi día.
 
Cuando se terminara ese fin de semana iba a encerrarme a llorar en el baño. Iba a extrañar estar a su lado más tiempo de lo que era considerado como sano.
 
— ¿Quieres desayunar? — Asintió rápidamente. — Hice huevos fritos, tocino y tostadas pero si no te gusta puedo hacer otra cosa.

— Eso es perfecto, muchas gracias. — Se sujetó de mis hombros para pararse como bailarina y besar mi mejilla. — Yo hago el almuerzo.

— De acuerdo, Sra. P. — Di un pequeño toque en su nariz y me hice a un lado para que ella ingresara por complete a la cocina. — ¿Te apetece ir a bañarte en la playa más tarde?

— Mjm. — Emitió, Ava no podía hablar porque tenía la boca llena de pan tostado.

— C'est comme un écureuil. — Murmuré para mí mismo mientras veía que la chica sentada frente a mí estaba a punto de atragantarse.
 
*C'est comme un écureuil.: Es como una ardilla.*

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