12

509 48 0
                                    

¿Cómo iba a decirle que iría al psicólogo? No lo sabía.

Se suponía que si recordaba el apodo de la infancia y me había sabido reconocer incluso años después de haber perdido contacto, recordara mi temor a la oscuridad. Él siempre me había acompañado a todos lados y cuando teníamos que ir a un lugar con poca luz, tomaba mi mano y me llevaba lo más rápido que podía mientras cantábamos. Éramos niños y nunca se lo había llegado a decir pero siempre estuve agradecida porque en ningún momento había soltado mi mano, ni siquiera si nos tropezábamos.
 
— ¿Qué ocurre? — Preguntó, ubicándose al frente de mí.

— Nos están viendo. — Murmuré.
 
Nos encontrábamos en la hilera de casilleros del segundo piso, frente al suyo. Al parecer, el resto de compañeros no se habían acostumbrado a vernos hablar y prácticamente nos acosaban con las miradas indiscretas.
 
— ¿Te avergüenzas de mí? — Su pregunta había sido juguetona pero si la había hecho era porque lo pensaba, ¿no?

— Por supuesto que no. — Intenté parecer molesta.

— Eres tan tierna. — Tomó mis mejillas e hizo lo mismo que la vez pasada, apretarlas con suavidad.
 
Siguió sin parecer afectado por las miradas que ocasionaban su actitud, sin embargo, poco duró. Su indiferencia desapareció cuando volteó su rostro y observó fijamente a quienes seguían con la mirada fija en nosotros.
 
— ¿Se les perdió algo? — Preguntó con tanta tranquilidad y monotonía que resultó extraño. — Entiendo que ella sea preciosa pero observarla así podría contar como acoso, ¿no creen? — Mi cara debía tener tatuada la misma expresión que el resto, confusión e incredulidad.

— ¿Qué haces? — Murmuré, logrando que por instantes volviera su atención hacia mí.

— Si no te avergüenzas de que nos vean juntos, entonces te incomodan las miradas que esto provoca. — Explicó. — Además, je n'aime pas qu'ils regardent ma future petite amie comme ça.

*Je n'aime pas qu'ils regardent ma future petite amie comme ça.: No me gusta que miren así a mi futura novia.*
 
— Deja de hablarme en francés. — Mi regaño parecía causarle gracia.

— Es momento de seguir sus caminos. — Habló sin siquiera voltearse a verlos. — Gracias. — Canturreó cuando se comenzaron a escuchar los pasos alejarse de nosotros. — Me gusta hablarte en francés precisamente por eso, porque no entiendes lo que digo.

— ¿Qué pasa si quiero saber lo que dices? — La diversión volvió a aparecer, reflejándose en sus ojos.

— Te enseñaré tres palabras si te apresuras y me dices porqué no vas a poder estudiar hoy. — ¿Aquello era un trato o un intercambio?

— Bien, primero dime y luego yo lo haré. — Su ceño se frunció pero la sonrisa nunca desapareció de su rostro.

— Eres una tramposa. Précieux, merde y manchot. — Hizo un movimiento de cabeza como si me estuviera señalando. — Tu turno.
 
*Précieux: Preciosa. Merde: Mierda. Manchot: Pingüino.*
 
— Tengo que ir a ver al psicólogo. — Todo gesto de diversión, alegría o positividad desapareció.

— ¿Por qué? — Fue mi turno de sonreír.

— Es tu turno. ¿Qué significan? — Daven solía confundirme porque no podía ver con claridad qué haría o diría.

— Preciosa, mierda y pingüino. — Volvió a hacer el mismo gesto con la cabeza. — Te toca.

— Es una elección muy extraña de palabras pero me sirve, Sr. Manchot. — La tensión se dispersó un poco. — Ayer… Ayer tuve un pequeño inconveniente con la luz y…

— ¿Continúas temiéndole a la oscuridad? — Sentí alivio porque recordaba detalles que no tenía que volver a explicar.

— Sí. — Murmuré. — Por eso iré al psicólogo, mis padres ya no lo encuentran normal.

— ¿Estás bien con eso? — Su pregunta había causado un choque de trenes en mi cabeza. — Me refiero a que si te sientes cómoda con la idea de contarle tus cosas al psicólogo.

— Sé que no podrá ayudarme porque nadie podrá entenderme. — Señalé su reloj para poder terminar la conversación. — Debemos irnos.

Daven se había quedado allí de pie y con el ceño fruncido mientras yo avanzada. Mis pasos no eran para nada apresurados pero debido a su intento por parecer una estatua, la distancia entre nosotros era notable.
 
— ¿Y si yo quiero entenderte? — Preguntó lo suficientemente alto como para que yo lo escuchara con claridad.

— ¿Qué haces? Baja la voz y ven, vamos a llegar tarde. — Debía parecer una madre que iba con su hijo al supermercado y el niño no dejaba de tomar cosas.

— Tal vez él o ella no pero yo te conozco y quiero entenderte. — Su postura había cambiado, ya no observaba los casilleros, su mirada y cuerpo estaban hacia un solo lado, mi dirección.

— ¿Por qué te meterías en tantas dificultades? Sí, nos conocimos cuando éramos niños pero ya no lo somos. No tiene sentido que te sobrecargues por una niña que conociste cuando tenías seis años. — Había hablado tan rápido que creí no ser entendida.

— Parce que j'attends depuis des années de te revoir et maintenant que tu es devant moi, mon devoir est de te faire plaisir. — Comenzaba a molestarme que lo que él consideraba importante lo dijera en otro idioma para que yo no pudiera entender nada.
 
*Parce que j'attends depuis des années de te revoir et maintenant que tu es devant moi, mon devoir est de te faire plaisir.: Porque llevo años esperando verte de nuevo y ahora que estás frente a mí, mi deber es hacerte feliz.*
 
— Búscame cuando quieras hablar español. — Seguí mi camino hacia el salón sin volver a detenerme.
 
 Pov Daven

— Je suis un connard. — Murmuré mientras observaba que se alejaba completamente molesta. — Si sabes que se va a enojar, ¿por qué sigues diciendo cosas que no deberías y en un idioma que desconoce? — Me pregunté a mí mismo. — ¿Eres imbécil?
 
*Je suis un connard.: Soy un estúpido.*
 
Quería sentarme con ella y poder disculparme porque entendía perfectamente que mi actitud podía causar malestar y frustración pero no podía hacerlo. Ava, tan astuta como siempre, se había sentado junto a alguien que no conocía con tal de no correr el riesgo de estar a mi lado.

Decir que no me molestó o dolió sería mentirme a mí mismo, por supuesto que me había jodido el día. Sin embargo, no podía llegar a su lado y alejar por la fuerza al chico de ese asiento. Eso solo alimentaría su malestar y aunque se veía tierna estando molesta, detestaba que ni siquiera me mirara.
 
— Tu t'en vas, quand tu reviens tu cherches la fille d'école en école et quand tu la trouves tu la repousses. — Seguí riñéndome mientras el profesor discutía el tema del día.
 
*Tu t'en vas, quand tu reviens tu cherches la fille d'école en école et quand tu la trouves tu la repousses.: Te vas, cuando vuelves buscas a la niña de escuela en escuela y cuando la encuentras la apartas.*
 
No podía concentrarme en la clase, ni siquiera sabía cuándo había comenzado. Lo único que me interesaba era disculparme con la chica a la que había estado observando desde que había llegado y se encontraba sentada unos asientos frente a mí.

No podía ver su rostro pero supuse que cuando bajó un poco la cabeza fue para ver su teléfono. Su cabeza se ladeó un poco, señal de una posible confusión o curiosidad, cosa que me hizo saber que algo inesperado había sucedido. Lo más probable era que aquello inesperado fuera un mensaje enviado desde el número del estúpido de mi hermano.

Si mis sospechas eran ciertas, debía volver a hablar seriamente con él. No estaba dispuesto a ver cómo hundía a Ava, simplemente no lo iba a permitir.
 
— Sur mon cadavre. — Susurré sin dejar de verla. — Je prendrai soin de toi.
 
*Sur mon cadavre.: Sobre mi cadáver.*

*Je prendrai soin de toi.: Yo te cuidaré.*

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora