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— ¿Cuándo conociste a mamá creías que te casarías con ella? — Me gustaba escuchar la historia de ambos.

— En un principio no porque ya sabes, tenía una versión equivocada de ella y su familia. Sin embargo, cuando comencé a observarla y analizarla, inevitablemente comencé a encariñarme de la desconocida que debía odiar. Eso había sido un año antes así que cuando me acerqué ya estaba perdido. — El amor que sentía por ella era visible. — Ahora yo te preguntaré algo, mi princesita preciosa.

— Tengo una leve idea de lo que podría ser…— Murmuré.

— ¿Te gusta ese White? — “Ese White”, papá debía detestar mucho al padre de Daven para referirse así a su descendencia.

— ¿Quieres la verdad o la mitad mentira? — Sus cejas se elevaron cuando dejó el lápiz sobre el escritorio y se centró en mí.

— Quiero la total y completa verdad, por supuesto. — Comencé a acomodarme en la silla. — Quiero saber de tu propia boca lo que ya sabía desde que él vino por primera vez.

— Sr. Falcom, me gusta ese chico. — Hablé bromista.

— Srta. Falcom, ¿ese chico es su novio? — Mi corazón comenzó a latir con fuerza.

— No, no es mi novio. — Me sinceré. — Pero…

— De acuerdo. — Me detuvo. — Haré lo mismo que me hizo tu abuelo, si quiere salir contigo tiene que venir a pedírmelo.

— Pero papá…— Daven no era mi novio, no había que llevarlo a ningún lado.

— Sin peros, Renacuajo. Escucha, ya pasé por esto pero desde otra perspectiva, yo era el hijo del enemigo de tu abuelo y créeme, no me estoy interponiendo en que salgas con él. Lo único que te pido es que no lo hagas a escondidas, no te hemos dado motivos para que nos ocultes nada y es por eso que te extiendo la invitación para que lo traigas. No ahora, cuando sean algo formal. — Había hablado con una tranquilidad escalofriante.

— Mamá hace milagros. — Murmuré sorprendida, era como si ella hubiera hablado conmigo y no él.

— Muy graciosa. — Sonrió ladeadamente. — ¿Me dirás que ocurrió en la escuela?

— Ah, eso. Unas compañeras me habían dicho que la profesora de literatura me buscaba pero no era así. — No quería entrar en detalles, no podía.

— ¿Él lo sabe? — Negué rápidamente.

— Por supuesto que no. Si le digo quienes fueron se va a meter en problemas y no quiero eso, es mejor dejarlo así. — Daven era igual de protector que mi papá así que era de esperar que a mi progenitor no le hiciera mucha gracia que solo yo conociera a los responsables. — Aunque creo que se los imagina porque… hizo una amenaza directa.

— ¿Amenaza? — Se burló.

— Sí, amenazó a todos los que estaban en el pasillo. — A mi mente volvió ese momento. — Daven es muy tranquilo y amable pero tiene su carácter.

— Creo que comienza a agradarme. — Asintió levemente.
 
Mientras papá retomaba su trabajo, yo había recibido un mensaje que había llamado mi atención.
 
Mensajes de texto

— ¿Te apetece acampar? — Envió. — No, espera. — Continuó escribiendo sin siquiera dejarme responder. — ¿Te apetece acampar en la playa?

— ¿Lo has hecho alguna vez? — Antes de decir que sí debía saber si seríamos dos inexpertos o no.

— Jamás. — Una risa tonta se me escapó, llamando la atención de papá. — Pero haré mi mejor esfuerzo.

— ¿Algo en especial que deba llevar? — El Sr. Falcom había vuelto a soltar el lápiz y su mirada estaba fija en mí. — ¿Saco de dormir o algo?

— No, el Sr. P se encargará de todo. Lo único que debe llevar la Sra. P es ropa para dormir, traje de baño y algunas mudas para estar por ahí. — Hice una nota mental, ubicando dónde se encontraba cada cosa.

— ¿Algo de comida? — Escribí con rapidez.

— No te preocupes por eso, la compraremos ese mismo día. — Daven tenía todo pensado. — ¿Te parece el fin de semana?

— Te diré lo que me parece cuando pregunte ;). — Le dediqué una pequeña sonrisa al hombre que había frente a mí y volví a centrarme en el teléfono. — Dame un minuto.

— Je te donnerai toute ma vie si tu le veux comme ça. — Envió.
 
*Je te donnerai toute ma vie si tu le veux comme ça.: Te daré toda mi vida si así lo quieres.*

Fin de los mensajes
 
— Papito hermoso. — Utilicé la voz zalamera que solía utilizar cuando más pequeña.

— ¿A dónde y con quién? — Preguntó cansino. — Olvídalo, no es necesario que me digas con quién. Solo hace falta ver esa sonrisa boba.

— ¿Puedo ir a acampar a la playa con Daven? — Su ceño se frunció fuertemente.

— ¿Acampar a la playa? — Asentí enérgica. — ¿Solos? — Volví a asentir, esa vez con lentitud. — No.

— Por favor, solo será el fin de semana. — Me puse de pie para caminar hasta él. — Por favor, por favor, por favor.

— No. — Repitió.

— Me portaré bien. — Comencé a prometer. — Papá, por favor. Me he estado esforzando en subir las notas y él me ha ayudado. Ambos somos niños buenos que no beben y tampoco fuman.

— Ava, me siento muy orgulloso de ti, incluso cuando eres un desastre y pierdes el norte pero sola con un chico es un rotundo no. — Retomó su trabajo en un vano intento por ignorarme.

— Papá, Daven es respetuoso. — Informé. — Papito bonito por favor, yo me sé defender, el abuelo se encargó de eso.

— Dios santo… Abdel me va a matar si se entera. — Murmuró con malestar. — Estás bajo prueba, mantente a diez metros del chico.

— Gracias, gracias. — Besé su mejilla repetidas veces antes de salir corriendo hacia mi habitación.
 
Desbloqueé el teléfono para responderle pero primero me dispuse a traducir lo último que había enviado.
 
— Te daré toda mi vida si así lo quieres. — Leí entre murmuros lo que decía en el traductor. — ¡Ah! — Grité levemente. — Me voy a desmayar.
 
Mensajes de texto

— Tengo el permiso, persona que daría su vida. — Tan pronto mi mensaje fue enviado, él apareció en línea.

— Sra. P, eres impresionante. — Escribió. — Pasaré a buscarte al medio día. Ya sabes, para comprar y eso…

— Sí, para comprar…— El aviso de una llamada entrante me asustó.

Fin de los mensajes
 
— ¿Bueno? — Pregunté dudosa. Era su número pero no sabía qué me iba a decir.

— Te asusté, ¿verdad? — La risa burlona de Daven no se había hecho esperar.

— Eres un tonto. — Murmuré avergonzada. ¿Cómo era posible que me conociera tan bien?

— Ah, extrañaba tu bonita voz. — Murmuró. — ¿Estás segura que te permitió ir? ¿No va a retenerte cinco minutos antes?

— Extrañar mi voz, puff. Solo querías que me diera un infarto. — Unas risas más llegaron a mi oreja. — Me dio el permiso pero tienes que permanecer a diez metros de mí.

— Eso es imposible, Sra. P. Lastimosamente no puedo permanecer mucho tiempo alejado de ti pero bueno, ¿le servirá si me alejo dos minutos? — Era evidente que no hablaba enserio.
 
Daven no se iba a alejar y mucho menos cuando habíamos comenzado a besarnos.

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